El pádel es una variante del tenis de reciente implantación, en la que se juega dos contra dos y siempre ganan los argentinos. Su principal virtud es que soluciona con ingenio uno de los principales problemas tenísticos del tenis, que es el de tener que andar todo el rato recogiendo pelotas por los alrededores de la pista* gracias a un cerramiento inspirado en el estilo feísta: eso de que tienes una tapia bonita y la rematas con somieres viejos. JODER, QUESBERDÁZ, LO PONE EN EL REGLAMENTO**. El resto son todo defectos. Por ejemplo, a la raqueta no puedes llamarla raqueta, hay que decir pala***. Y cosas así.

El pádel es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. A los desaconsejamientos que dijimos la semana pasada para el tenis añadimos que era el deporte favorito de J. M. Aznar. ¿Seguís pensando en jugarlo? También es agresivo para las articulaciones, y al estar constreñidos en una pista más pequeña y con paredes, es más fácil sufrir lesiones por los choques y raquetazos contra las mismas o con los compañeros (recordemos que siempre se juega a dobles).

Por otra parte, las pelotas a veces rebotan mal en los somieres del cerramiento, y el jugador debe usar una técnica similar a la de tratar de espantar medio histérico a una avispa que te ataca; en esos lances los movimientos y giros del cuerpo son más bruscos que en el tenis, lo que facilita la aparición de tirones y desgarros. También se busca constantemente atizar un pelotazo al contrario como medio para ganar el punto. Por alguna extraña norma no escrita -otra diferencia con el tenis, donde esto está peor visto- el atizado debe responder siempre con una sonrisa «no pasa nada (ough), es un lance del juego», pero luego tratará de devolverlo, a ser posible, en los cojones.

Y para rematar las desanconsejaciones, el pádel favorece la aparición de problemas psicológicos. En cuanto entran en la pista, los jugadores se deslizan hacia una realidad distorsionada en la que se creen en posesión del Conozimiento Arsoluto y se sienten compelidos a abrumar con consejos técnicos al compañero. «Esa tenías que haberla dejado pasar. Esas, mejor córtalas. Al volear, tienes que adelantar el pie derecho y bajar el parietal izquierdo…» Así todo el rato. Se habla mucho; en el pádel, se celebra cada punto y se analizan los fallos propios y del contrario. Más que un juego, se convierte en una tertulia tóxica; es como si te metes en Estado de Alarma, Todo es mentira y El Chiringuito de Jugones, todo a la vez. Terminas apajolao.

Quizá por esto se explica la supremacía de los argentinos, tanto como jugadores como en su faceta docente. Que te dé clases un monitor argentino es lo más parecido a sentirse como Woody Allen en el psicoanalista: «Vos habés fashado esa bola porque no habés cambiado el grip para esmashar, y el aposho no ha sido correehto, pensá que no podés perder de vista la parábola que dehcriibe la pelota ni si su spin es dehtrógiro o levógiro. Tenés que soltaros más y dehar fluir el gooolpe». De hecho, yo me suelo sentir como el personaje de Larry Lipton en Misterioso Asesinato en Manhattan, y –true fact– mi estilo de juego es idéntico al de Larry en la escena de las cintas grabadas en la llamada telefónica al asesino.

La putada final del pádel es que es que tiene una curva de aprendizaje más rápida que el tenis; aquí es más fácil que parezca que sabes jugar, ya que no es tanto «tratar de dar un golpe ganador», sino de «devolverla y ya veremos». Esta -aparente- facilidad de juego fomenta la adicción y hace más fácil recaer en el vicio. No empecéis a jugarlo. Imediatamente, necesitaréis encontrar a otro pardillo que juegue peor que vosotros para poder aturullarlo a consejos. Es un como un timo piramidal.

Así ha invadido la península e islas adyacentes; pero yo creo que no se juega en otros países. Enzerio, yo creo que el pádel es como los premios Príncipe de Asturias, que aquí llamamos pomposamente «La Antesala de los Nobel», y si sales de Ehpaña te das cuenta de que realmente en el extranjero no lo conocen ni siquiera algunos de los premiados, como Carl Lewis.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra recomendación.

(*) Hay una excepción, que es cuando juegas con alguien tan burro que la saca. La pelota, de la pista, quicir. Entonces gritas a los de la pista de al lado «¡bolaaa!» para que paren y te la devuelvan. Así se hacen amistades.

(**) Alguna vez me han dicho que el pádel comenzó a jugarse porque uno se quiso hacer una pista de tenis, no tenía sitio en su parcela, puso una pared alrededor, se inventaron nuevas reglas, y con el tiempo se dieron cuenta de que era más divertido que el tenis. Y que las pistas reproducen saxtamente la de aquel visionario. Si non e vero, e mentecatto.

(***) La traducción de paddle es pala, sí, pero no la de cavar (shovel); sino más bien con la acepción de paleta, remo, incluso aleta; algo que te sirve para impulsar, golpear o mostrar (paleta de colores=colour paddle/palette). Yo al chisme de jugar sigo llamándolo raqueta, me parece más apropiado pero solo porque hay gente que me mira aún con más desdén cuando no la llamo pala. Es como lo de la bombona de oxígeno de los submarinistas (mimimimi es una botella). Pensad que, si se jugase fuera de España, un inglés tendría que pedir en la tienda «una paddle para el paddle«.

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