Don Claudio

Ávila es tierra de cantos y de santos, dijo uno, y se quedó tan oreao. Pero en Ávila también tenemos inventores, entre ellos está Claudio, el inventor del albornoz; esa prenda que puede servir lo mismo como toalla que como bata pa cuando hace frío. Se ubica en la Plaza que la ciudad dedicó a este insigne personaje. Disculpen el encuadre de de la foto, pero así se puede admirar el templo que está detrás, que no es otro que la iglesia de Santa María la Antigua (que formó parte de un convento benedictino y ha sido muy reformada; de hecho, la puerta es de lo más antiguo que queda de Santa María la Antigua).

Claudio es, pues, el responsable de esa prenda anfibia que en los catálogos de moda siempre aparece con un o una modelo de buen ver, que lleva solamente esa pieza, y que muestra semiabierta de un modo insinuante y erótico. No es de extrañar que Claudio, como responsable de un ropaje tan sicalíptico y pecaminoso, fuese rechazado por el nacionalcatolicismo del anterior régimen, así que hubo que esperar al fin de ese periodo postmedieval para que se le pudiera erigir la escultura que se merecía.

El escultor muestra a Claudio en su senectud, mirando condescendiente al viandante a través de sus gafas de pasta. Claudio ya tenía en mente la idea de la batamanta (la evolución natural del albornoz), pero falleció antes de poder registrar la patente. Tras un largo exilio, regresó a Ávila en 1983. Craso error, no duró ni un año. Al no disponer de panteón de hombres ilustres, lo enterraron en el claustro de la catedral.

Se me olvidaba, el link al mapa, en Terra Mística.

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