El Jardín de Mosé de León es otro de los pequeños* espacios inexistentes con dedicatoria existente** que pululan por nuestra ciudad. Se ubica entre la calle Telares y el lienzo sur de la muralla, justo por donde sale la Puerta de la Mala Ventura (que se ve en la foto, y es la salida más chiquitina de la muralla). Al parecer, por aquí se ubicaba una de las juderías de Ávila (antes de que los expulsáramos y/o pasáramos por la barbacoa). Para realizar el monumento que lo inmortaliza, extrañamente, no se ha empleado ni fierro morroñoso ni un bonito hito de granito: nos han colocao algo parecido a un urinario de acero inoxidable. Cosas veredes, amigo Sancho.
Mosé de León (como la cecina) era un sabio judío que pasó en Ávila buena parte de su vida, y que escribió un libro famoso del que casi nadie se acuerda, el Libro del Esplendor; en lengua hebrea, el Zohar. En el urinario, digo en el monumento conmemorativo, se ha grabado una cita de este libro, que les paso a mostrar por si alguno tiene interés. Es bonito lo que decía, el hombre este… Lo malo es que cuando te paras a leerlo, de pie al lado del chisme, parece que estás dedicándote al acto de miccionar.
El hito resplandece al sol, y entonces es cuando uno se da cuenta de que está ahí, porque el metaaal no está en una calle de mucho paso. Eso sí, cuando brilla, es que para pasar al lado te tienes que poner protector solar y gafas de esas de ver los eclipses. Al otro lado del arco que se ve al fondo no hay mucha cosa; una explanada donde antiguamente estuvo la iglesia de San Isidro, y donde menos antiguamente se ubicaba y celebraba, todos los viernes, el mercadillo (al menos la parte dedicada a indumentaria textil y otros zaleos). Ahora, a esa explanada salen los dueños de perretes que viven por el barrio a que hagan sus necesidades.
Para demostrar que es un lugar poco habitable, un cartel informativo expulsa a cualquier visitante que se haya perdido en este inhóspito lugar, redirigiéndole hacia otros sitios más atractivos. En el cartel se indica el tiempo estimado de llegada, suponiendo que se atine a dar con el camino correcto. No sé por qué, pero echo en falta la cabeza del gato de Cheshire apareciendo y desapareciendo, y diciéndonos eso de «no importa mucho el camino que tomes».
(*) Su superficie no creo que pase de los 0’04 Bernabéus.
(**) Otro espacio de estos que están pero que no están es Plaza de la AECC. Se ubica en la intersección de las calles Virreina María Dávila, Jacinto Benavente y Fernando el Santo. La plaza tiene hasta la chapa identificativa sobre la fachada, encima de la sede de la benemérita asociación; pero hasta la propia asociación mantiene como su domicilio la dirección de C/Virreina María Dávila, 2. Ni en Google ni en la web de la AECC todavía no sale, polomeno a la hora de perpetrar este post.