La secuela de la entrada anterior no podía ser otra que ésta su secuela: lo de la bici de montaña, también conocida como mountanbai, MTB, y cosas peores. Básicamente, es lo mismo que el ciclismo de carretera -ir en bicicleta- pero con una máquina adaptada para ir por terrenos más escabrosos. La bici de montaña tiene ruedas más gordas (y con «tacos»), manillar más sencillo en forma de T, y vas sentao en una postura algo más elevada, amén de otras adaptaciones para la vida en el monte.
El bicimontañismo es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Dado que se circula por terrenos más irregulares, los riesgos de caída son aún mayores que en el ciclismo de carretera, si bien decrece sensiblemente la posibilidad de ser atropellado por otro vehículo. Paralelamente, baches y pedruscos incrementan las vibraciones a las que se ve sometido el deportista, que repercuten en nuestra osamenta. Para mitigarlo un poco, al poco de nacer, se dotó a las bicis de amortiguadores; pero ya os digo yo que milagros tampoco hacen y su mantenimiento es complejo.
Los riesgos son evidentes. Además de esnafrarse, el ciclista de montaña corre el peligro -frecuentemente infravalorado- de que le suceda algún incidente o avería en mitad del campo, a veces en sitios sin cobertura, lo que convierte el más mínimo problema en algo más serio, sobre todo si entrena en solitario. A esto añadiremos la hostilidad de los mastines que cuidan las fincas, de los propietarios de los terrenos que atravesamos*, de la meteorología, de la naturaleza en general y del ganado suelto en particular.
Por supuesto, en esto del MTB hay grados. Desde el que prefiere circular -a cher pochible- por caminos rurales transitables, incluso asfaltados, al que trata de ir siempre por fuera de pista (a lo sumo, veredas estrechas y pedregosas) buscando entornos de máxima dificultad técnica. Hay gente pa tó. Lo que nos une es la rivalidad con los de carretera, que nos miran con aristocrático desdén «a los de los tractores» cuando nos cruzamos; se creen Induráin. Panda pringaos…
A pesar de estas diferencias, el mundo del mountainbai tampoco escapa a la tontería de gastarse dinero para tener una bici mejor. A diferencia de los de carretera, aquí la aerodinámica importa poco, y más que rebajar gramos lo que se pone de moda son, sobre todo, marcas y soluciones técnicas (a veces un tanto chorras, todo hay que decirlo). Que si ruedas hipergordas o de más diámetro. Que si tres platos; no, ahora un solo plato. Que si el amortiguador nosequé o la horquilla nosecuá. Bueno, algunos, como los frenos de disco, los han terminado heredando los de carretera (tan listillos como eran) no sin polémica**.
Para terminar con los riesgos, los ciclomontañistas tendemos a sobreestimar nuestras capacidades. Para cruzar un vado o un arroyo («yo creo que no cubre»), para transitar por una zona empinada y pedregosa sin bajarse de la bici («yo creo que se pasa bien»), para atravesar por medio de vacas ¡y terneras! pastando («yo creo que son muy mansas»)… o para afrontar un cambio en la ruta («yo creo que por este camino seguro que vamos a dar a tal sitio, que desde allí ya conocemos la vuelta»)… Es algo que se cura con la edad, aunque no en todos los casos.
Por todo esto y más, aquí queda nuestra recomendación.
(*) El tema de los caminos públicos que cruzan fincas privadas, y de las porteras de las fincas (que si se cierran mal, se escapa el ganado) es frecuente fuente de conflicto.
(**) Al principio no gustaban, han estado prohibidos -en las pruebas de ciclismo en carretera- pero ahora se están imponiendo (frenan mucho más que los de zapata), si bien han provocado lesiones por su perfil cortante. Ah, y un recordatorio para gente más pardilla que yo: después de bajar una cuesta frenando, los discos SE CALIENTAN MUCHO. No tocar, y cuidado al parar, con tu bici o la del de al lado, que no te rocen la pierna.