Patinar es una actividad peligrosa que consiste en desplazarse sobre algo que ruede o resbale (sobre superficies sólidas), bien para echar carreras, bien para demostrar al resto de los mortales que no sólo no te esnafras, sino que además eres capaz de dar golteretas y piruetas (sólo o en compañía de otros). Puede ser deslizándose sobre hielo (los patines son cuchillas peligrosas) o montao en algo que ruede, sean botas con ruedines, sea alguna tabla ruedizada con o sin manillar.
El patinaje es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Aprender a patinar consiste, básicamente, en caerse. Muchas veces. Y cuando ya maomeno parece que sabes, puesto que tienes que ir al límite (ya sea en cuanto a la velocidad, ya sea en cuanto al riesgo de las figuras artísticas) vuelves a tener amplias posibilidades de estampar los morros o el culo contra el suelo. Constantemente.
Algunas modalidades de patinar parecen diseñadas expresamente pensando en el pa’bernos matao. Me hace especial gracia eso del monopatín acrobático; cuando ya la gente era capaz de deslizarse por la acera, usándolo como medio de transporte, se les empezaron a ocurrir colocar trampas y rampas, no tanto para demostrar habilidad, sino para que el esnaframiento -de producirse- fuese más estético y divertido (para el contemplador). En el caso del half-pipe, por ejemplo, la idea es realizar un movimiento pendular sobre una bóveda de cañón invertida, asomando a un lado y a otro de la pista, hasta que dejas de asomar y entonces te recogen del fondo.
Como no tuve monopatín en mi infancia, mi bautismo patinador fue una de hora en la pista de hielo de Jaca. Afortunadamente, era preadolescente y no pesaría más de tres arrobas, por ello no sufrí secuelas graves; pero como negocio fue una estafa; pues de la hora alquilada me pasaría 70 u 80 minutos por los suelos. El tiempo pasa más despacio cuando te vas cayendo en dirección al suelo, a la valla que bordea la pista o hacia un soldado del regimiento de cazadores de montaña que tampoco tiene ni idea.
Ahora los patines tienen motor, y el deporte de moda es repartir comida a domicilio, lo más rápido que puedas, subcontratado por un falso autónomo que trabaja para una franquicia con sede en algún paraíso hediondo agujero fiscal. Y lo llaman emprendimiento.