Mosén Rubí de Bracamonte* fue un señor con un nombre un tanto raro, pero con mucha pasta, que vivió en Ávila en tiempos postmedievales. En Ávila hay una serie de edificios religiosos (el pack capilla+convento+hospicio+colegio) que llevan su nombre, aunque su fundación corresponde realmente a sus antepasadas Aldonza de Guzmán y María de Herrera, o algo así pone en los papeles. Bueno, el hospicio (u hospital de pobres) realmente lleva el nombre de La Anunciación, y por ello en su fachada luce, sobre la puerta, este ejemplo de arte artístico, que es el que nos importa**. Se ubica en la calle o plaza de Mosén Rubi (claro), cerca de otros edificios nobiliarios vinculados a la familia, como el Palacio de Bracamonte o la Hostería Bracamonte (que ahora no se llama así, pero es como la conocemos les abulenses), y mezcla varios materiales pétreos.
Vamos con la descripción de este relieve. Dado que aquello era el Hospital de la Anunciación, parecía oportuno reflejar este motivo en su fachada; que para los no iniciados corresponde al momento en el que un ángel informa a María de que va a ser madre, y le explica quién va a ser su hijo. Otros artistas han representado este mismo momento en múltiples ocasiones. Pero el escultor de esta escultura quizá no cogió bien el concepto. Veamos por qué…
Elegimos al azahar otra anunciación, una cualquiera, la de Sandro Boticelli***. Observemos el cuadro y -sobre todo- cómo el ángel -Gabriel- efectúa el anuncio. Lo primero: está de rodillas ante María, con actitud sumisa y casi pesarosa, como corresponde a la noticia que está comunicando, en plan «no te lo vas ni a creer, pero me dice el jefe que va a pasar esto«. Y María parece que va a rechazar tamaña responsabilidad (ved sus manos en modo vade retro), pero finalmente lo aceptará con humilde resignación (hágase en mí según tu palabra, etc, etc).
Bueno, pues ahora contemplen «nuestra» anunciación. Desde lejos, parece bonito, un relieve con la escena enmarcada entre columnas, con el Creador en el tímpano. Pero en cuanto te acercas, la cosa cambia. En la escultura de María, la responsabilidad y la resignación no aparecen; está reflejada como una actriz en la gala de los Oscar, en el momento en el que se anuncia que ella es la ganadora: «¡Oh! ¿Yo? ¡No me lo esperaba!» (y entonces saca el discurso de 10 folios que llevaba para la ocasión).
Pero lo malo es lo del ángel. Gabriel ESTÁ REGAÑANDO, NO ANUNCIANDO, con el dedo de aseverar**** extendido. Nada que ver con lo reflejado en la Biblia o en el maravilloso cuadro de Boticelli. Hasta el lirio, el símbolo o atributo de Gabriel (también lo lleva en el Boticelli), parece más un garrote que una flor. Incluso la figura del tímpano parece tener una expresión apesadumbrada por lo que está contemplando. Sí que es cierto que Gabriel tiene el aspecto aniñado o afeminado con el que se suele representar, pero en este caso su expresión es más bien así…
Compárese con el de Sandro. Ante semejante desaguisado, tras guglear sobre el tema, leo que el relieve se atribuye a un tal Pedro de Salamanca. Normal, de Salamanca tenía que ser; los señoritos (y los rectores) charros siempre nos han mirao mal… Vino a Ávila, cobró la escultura, y se volvió para allá a ver si le encargaban alguna fachada con ranas o con bivalvos.
(*) Este Rubí de Bracamonte no es el más importante de tal nombre, ese honor corresponde a su antecesor y almirante gabacho Robin de Bracquemont, que introdujo el apellido por esta zona hacia el 1400, cuando Castilla y Francia eran amigas (recordemos: en esa época, Inglaterra era enemiga de Francia que era enemiga de Aragón que era enemiga de Castilla que era enemiga de Portugal).
(**) A ver, no es que lo demás no nos importe; la capilla de Mosén Rubí es pequeña pero interesantísmia y les recomiendo febrilmente la visita, sobre todo si puedeen ir con alguien que sepa explicar todo lo que tiene y esconde (¡hasta otra anunciación!), pero los interiores ya no entran en el ámbito del Ávila Street Museum. Aquí nos centramos en el arte callejestre.
(***) Se llamaba Alessandro di Mariano, lo de «boticelli» era un apodo familiar, aquí les diríamos «los botellines». Piensen lo que quieran, pero básicamente hay dos posibilidades (y podrían cumplirse ambas)
(****) Esto lo aprendí en un chiste de Forges, un diputado al que se le cae esta parte del cuerpo en plena filípica, de tanto agitarlo en alto.