En estos días de zozobra tuitera, con la red social del pajarito en manos de un señor con graves problemas de autoestima, me he creado una cuenta en Mastodon y, a medida que la he ido usando, me ha traído recuerdos de cosas viejunas que molaban muchísimo. Sí, estoy hablando de blogs. Y de Google Reader.

Voy a ponerme bastante abuelo cebolleta. Salga de aquí mientras aún está a tiempo, joven. Ah, ¿que se queda? Bueno, pues vamos a repasar un poco de Historia. Corría el año 2004 y este Camarada hacía ya algún tiempo que seguía y leía varias páginas web —¿se puede decir todavía «páginas web»?— con un formato de diario. Se les empezó a llamar blogs o «bitácoras». Algunas ya no están entre nosotros —como la de Escolar.net— y otras siguen ahí contra viento y marea —como La Página Definitiva o Microsiervos—. Cada día echaba un ojo a todas ellas y devoraba los nuevos artículos. Aquello era mandanga de la buena. Cómo molaría escribir una bitácora de esas…

Y, entonces, en abril de 2004 nos anunciaron en Microsiervos la aparición de los blogs de Ya.com. Qué guay, un blog sin tener ni idea de montar un blog. Y así nació el primer Halón Disparado. Que tenía esta pinta tan sobria y elegante —no como esas páginas chillonas de GeoCities— y que los maledicentes confundirán, con mala fe, con «cutre».

¿Reconocen alguna de las recomendaciones?

La experiencia era estupenda. Podías escribir esas cosas que siempre te andaban rondando la cabeza y publicarlas para que otros usuarios las leyeran y te contaran a su vez sus movidas. Pero, claro, los planes gratuitos de la época eran limitados y veías que, al ritmo que escribías y te leía la gente*, te lo ibas a fundir en cuatro días. Lo que me llevó a probar otros sistemas gratuitos como el de blogia.com, donde estuvo alojada la hermana cultureta de Halón Disparado: Calíope Furibunda. Se veía así:

Siempre en la vanguardia. Luego se pondrían muy de moda estas estéticas simples.

Total, que en poco más de un año aquello se quedó pequeño y me lancé a registrar un dominio propio y a aprender de qué iba aquello del WordPress. Nacía el segundo —y hasta el momento más exitoso— Halón Disparado, como fusión del anterior Halón Disparado y de Calíope Furibunda.

Entradas de blog que son prácticamente un tweet. Lo dicho, un vanguardista.

Aquello fue estar en el lugar apropiado en el momento preciso. Llegó la explosión de los blogs y nos encontramos en medio de toda la salsa. El blog recibió la inyección de un montón de colaboradores —Supermon, Bismillah, Los lunes al sol, Vardebedian, Vladimiro Carmañola, La madre de Whistler, Johnny Ibdil y, por supuesto, Ender— y se convirtió en un uno de los más leídos por aquellos años. Conocimos a gente interesante y acabamos forjando amistades duraderas con los autores de otros blogs. Apareció, entonces, una herramienta de Google que se convertiría en una simiente de red social: Google Reader.

Interfaz similar a Gmail y otros productos de la compañía.

Reader era un potente agregador de contenidos que permitía al usuario estar al tanto de las nuevas publicaciones en los sitios a los que estaba subscrito. De esta forma, podías estar al día de todas las novedades de tus páginas favoritas. Pero, además, te permitía compartir aquellas que quisieras con tus amigos y comentar las que ellos compartieran contigo. Tenías así en tu mano una combinación de medios y blogs hecha a tu medida y la interacción con personas con intereses similares, sin publicidad y sin que nadie eligiera los contenidos por ti.

Demasiado goloso para no intentar convertirlo en otra cosa, ¿verdad? Como esto va a acabar siendo un poco extenso, continuaremos con ello en una próxima entrada.

*Sí, queridos niños, en aquella época heroica los propietarios de blogs estábamos todo el día pendientes de no quedarnos sin espacio de almacenamiento y sin ancho de banda para servir páginas a nuestros lectores. Si tenías un poco de éxito, y tuvimos bastante, era bastante angustioso.

Banda sonora recomendada

Hace unos días me encontré en el muro de Facebook de un amigo una foto de la fachada de un bazar chino con un cartel bastante facha. La foto en cuestión era esta:

El presunto bazar chino facha
Imagen del bazar chino facha vista en Facebook

Como la imagen es bastante chocante —vamos a obviar el extraño razonamiento del redactor del cartel, por el cual esto es España gracias a su amor, similar a la forma de razonar de nuestro amigo el del aloe vera— me puse a buscar el sitio en Google Maps y Street View y, efectivamente, el sitio existe y está en Aranda de Duero.

El Super Bazar Asia en Street View

Pero, claro, la pregunta te surge. ¿Han plantado los propietarios de un bazar ese engendro en su fachada o eso ya estaba ahí? Buscando por imágenes acabé encontrando que hay en Aranda una empresa de transportes con una nave muy, muy similar a la del bazar y, caramba, con el mismo rótulo en ella.

—¿Qué haces, Hernando?
—Cosas.
—¿Cosas fachas?
—¡Sí, Peter, cosas fachas!

Está bastante claro, entonces, que el bello afiche no debe ser cosas de los chinos. Pero, para acabar de cerciorarme, vuelvo a Street View y retrocedo en el tiempo, que es una herramienta maravillosa. Y la sospecha se confirma: el cartel llegó antes que el bazar.

La nave del Super Bazar Asia en 2019

¿Habrán dejado los chinos el cartel a propósito porque están de acuerdo con él o como estrategia de mercadotecnia? ¿Querrán hacerse pasar por españoles y muy españoles? ¿Les habrá colado el propietario como condición en contrato de alquiler que el cartel se quedaba ahí? Preguntas, preguntas…

Banda sonora recomendada

¿Han leído la primera parte de esta historia? Si no es así, vayan un momentito, que les esperamos aquí. ¿Ya? Pues vamos con la secuela que se nos anunciaba como cebo al final del anterior episodio. Sin más preámbulo, vamos a ver la primera página de la carta dirigida a la «Excelsa dama» (sic).

Primera página de la carta a Ana Pastor

Ya podemos intuir desde el primer compás que Efe no descansa en su labor de vigilancia de la Españolidad. Escribir cartas de «alerta» o de «emergencia» le debe llevar todas las horas del día. Bueno, de vez en cuando saca tiempo para poner en su sitio a los anti-españoles como mi padre. Pero centrémonos: Efe sólo encuentra consuelo en Dª Ana Pastor Julián y, quizás, en Dª Isabel García Tejerina. Sí, yo también he tenido que ir a mirar quién era: ministra de Agricultura en el gabinete de M. Rajoy. Mariano, que no hace más que recibir misivas de Efe e ignorarlas. ¿Por qué, Mariano? Ríndete a la evidencia: no ganaste las elecciones, las perdió Zapatero. Mas las hostias a Mariano suben de nivel en la siguiente página.

Segunda página. Tiembla, Mariano.

Si mi abuela tuviera ruedas sería una bicicleta y si los votantes del PP hubieran votado a Ciudadanos —ah, todo en esta carta es taaaaan 2016—, Ciudadanos habría ganado al PP. No, si el razonamiento es impecable… Y ahora la que, probablemente, sea la causa de que Mariano no conteste a Efe.

¿Pero yo qué le he hecho a este señor?

Los cargos están claros, Mariano. Se te acusa de: VAGO, COBARDE, TRAIDOR Y PERJURO. Y que esto no es una opinión, se trata de HECHOS. Ya, yo tampoco contestaría a tan gruesas palabras. Pero Efe está todavía por ofrecernos lo mejor en la recta final. Atentos al demarraje, que aquí pilla to’ Dios.

Tercera página. Aquí hay tomate.

Primero acusa al «anterior Jefe del Estado» —típica perífrasis para no decir Campechano— de comisionista. Luego sospecha que el «actual Jefe del Estado» —típica perífrasis para no decir Preparado— pueda no ser de fiar. ¿Por qué? Porque el Preparado actual Jefe del Estado se ha encamado con la Horda Roja.

La rojilla del Prestige.

Rajoy es un perjuro, los sindicalistas unos corruptos y la cúpula militar una banda de castrados y pusilánimes que se está rascando la barriga. La culpa de todo la tiene el Pelargón, claro. Los españoles de pura cepa criados a base de teta materna ya se habrían «alzado».

Pelargón, la verdadera causa de los males de Españñña.

¿Y habría alguna solución a todo esto? Efe nos da la clave en la ultima sentencia de la misiva: un gobierno conjunto de Pedro Sánchez y un tal Alberto Rivera —¿he dicho ya que todo en la carta es taaaan 2016?—. Y Rajoy echando una manita si quiere, pero sin ser presidente.

Alberto y Pedro. Ah, pedazo de shippeo.

Llegados al final de la estrambótica epístola sólo me queda una inquietud. ¿Recuerdan el final de la otra carta? Allí se afirmaba que de las 35 copias enviadas se había recibido respuesta a tres de ellas: de Ana Pastor, de Rita Barberá y de Santiago Abascal. Daría pasta por echarles un ojo…

Banda sonora recomendada

El género epistolar nos plantea muchas preguntas. ¿En qué momento le pareció buena idea al autor escribir esta carta? ¿Qué sentimientos le embargaban mientras lo hacía? ¿Qué pretendía conseguir? ¿Habéis intentado conseguir un fontanero un sábado por la tarde?

Hace unos días, mi padre recibió una misiva que no sé muy bien como calificar. Qué cojones, yo la he leído y ya no puedo desleerla. Acompañadme en mi dolor. Aunque antes os daré un poco de contexto. El autor es un señor casi nonagenario que ha sido vecino de mis padres durante una temporada. Además de casi nonagenario, ente onvre —al que llamaremos a partir de ahora Efe— es bastante maleducado y asocial y más facha que un Land Rover corto. Así que todos los vecinos, salvo mis padres, le habían mandado a la porra y pasaban de él. A mi padre le daba pena y le llevaba en coche cuando le hacía falta hacer algún recado fuera de la urbanización o en la capital. Recalco: mi padre es el único vecino que le soportaba y le hacía el favor de llevarle y Efe le escribe esta sarta de burradas. Ahora sí, ahí va la primera página:

Primera página de la carta
Primera página de la carta

Ignoremos por completo el uso creativo de la puntuación —y el leísmo galopante— y vayamos al turrón. El primer agravio ha caído como una losa sobre nuestro protagonista. Él se molesta en enviar una crema maravillosa —y muy española— a mi madre —sin acertar su nombre— y el paquete le ha sido devuelto. Coño, es posible que si escribes los nombres de las personas a las que quieres que lleguen tus cartas, el cartero consiga identificarlas y entregar los paquetes, Efe. Pero es que esta carta ha llegado de chiripa, porque el nombre de mi padre tampoco lo has acertado, Efe.

Pero, claro, no sabemos si le ha sentado peor que no llegara a destino la crema de aloe vera o la nota sobre el «atraco» al Banco de España. Es un pena que el paquete no llegara, porque ahora siento auténtica curiosidad sobre ese otro documento «que no recuerda», pero que sería algo sobre «fechorías social-comunistas». No sé cómo nos atrevemos a rechazar un regalo de alguien que «no es de derechas ni de izquierdas».

Se masca la tragedia. Del cordial «Apreciado amigo» del comienzo, la cosa ha llegado a mitad de la epístola a «anti-españoles», «terroristas, secesionistas, comunistas y enemigos de España». Apreciado amigo: lárgate de España.

Chico, eso ha escalado rápido

Estoy un poco desconcertado con lo de la «ideología de las naciones». Si toda una nación tiene una misma ideología, ¿cuál sería la de España, Efe? ¿La tuya o la del PSOE «social-comunista» que votaron los españoles? Debe ser que hay muchos anti-españoles y así no vamos a ninguna parte como nación. O como unidad de destino en lo universal. No se nos resuelve la cuestión, pero sí que aprendemos que Suecia, toda ella, es social-demócrata. Apuntaremos aquí que una hija de Efe tiene doble nacionalidad sueca-española y que, residiendo en España, recibe una beca de investigación de Suecia. O sea, que lo de las paguitas y el socialismo está de puta madre cuando me conviene a mí…

Se acerca el momento de la despedida y todo se precipita y se vuelve confuso. Por un lado, agradece la ayuda de mi padre y promete no olvidar. A pesar de ello, le echa en cara que viera «el mantra de derechas» (sic). Pues no sé, Efe, creo que mi padre te da mil vueltas, porque a pesar de tu facherío y gilipollez nunca dejó de echarte una mano. Debe ser que él, al contrario que tú, si que ve a la persona detrás de las ideas, aunque las ideas sean una sarta de burradas. Y he aquí que llega el agravio final. A uno de tus WhatsApps delirantes, mi padre te contestó que ya hablaríais en otro momento porque tenía invitados y estaba encendiendo la barbacoa.

¿Cómo se atreven estos putos rojos a responderme así? ¿O a tener barbacoa? ¿O quizás a comer todos los días? Block, report y aviso a Arroba Policía, hombre ya. Un cordial saludo, eso sí.

Espera un momento. ¿Qué es eso del anexo? Atentos al giro de guión.

Segunda página de la carta

No os lo vais a creer, rojazos. He conminado en hasta tres ocasiones a Rajoy para que entregue las armas y dimita. Aunque esto es otra historia que merece ser contada en un próximo post…

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A ver, ya somos todos mayorinos y sabemos que los fabricantes de hamburguesas quieren vender hamburguesas y que los fabricantes de coches quieren vender coches. Lo que me resulta fascinante es que ya te digan tan descaradamente que te compres la hamburguesa y que no hace falta que te la comas. Que te la puedes insertar en el recto si te place, pero que se la compres a ellos. Porque el que compra su hamburguesa es una persona guay, concienciada y responsable. Es una hamburguesa verde, ecológica y amiga del medio ambiente, claro. Pero que no hace falta que te la comas, de verdad. Basta con que la tengas en el frigorífico, abras de vez en cuando la puerta del mismo, mires tu hamburguesa y sientas que estás «haciendo algo» por el planeta.

¡Qué exagerado eres, Baku!, diréis. JA. Ayer me topé con el anuncio de un coches que dice exactamente lo que os estoy contando. Sólo que no lo dice de una hamburguesa sino de un automóvil de precio a partir de 26.000 boniatos. Vedlo vosotros mismos, que son quince segunditos de nada.

Si no te sientes mejor persona con este carro en el garaje, es que no tienes remedio.

Os juro que fue verlo y pensar que quién sería el genio que ha dado el visto bueno a este disparate. No se me ocurre algo menos ecológico que fabricar un coche para no moverlo. Cuando lo que deberíamos procurar es que esté moviéndose el mayor tiempo posible. Y estamos jodidamente lejos de ello, como bien explica Marcos Martínez en este hilo de Twitter sobre el factor de simultaneidad.

Y es que, aunque te sudara mucho la polla el cambio climático, adquirir y mantener un coche es bastante caro. Así que comprar uno para «mirarlo» no parece una opción muy inteligente desde un punto de vista puramente económico. Pero es que, encima, que tú te compres y utilices un coche tiene un coste oculto para el conjunto de la sociedad del que no eres consciente porque ya se encargan los fabricantes de automóviles de gastar más de 4.000 millones de euros al año, sólo en Europa, para «transmitirte los valores positivos del invento». Y para hacerte creer —no sólo que eres más guapo, más sexy y más sostenible— que eres libre para hacer lo que te pete, cosa que acaba teniendo divertidas consecuencias.

Así las cosas, soy de los que aplaudió muy fuerte la iniciativa Z.A.P., del colectivo Homo Velamine, para acabar con la publicidad de automóviles. Si fue posible hacerlo con el tabaco, no veo por qué no deberíamos soñar lo mismo en este caso. Y me congratulo por lo lejos que ha llegado la cosa mientras yo estaba ocupado estudiando oposiciones y sin pisar por aquí.

¿Qué os parece?

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Pululando por el juguete ese que parece que ya no se va a comprar Eloncio Almizcle, me he encontrado con esta maravillosa imagen de un cartel a la entrada de la central hidroeléctrica de Ézaro (el autor de la foto es Javier Pozo Castillo).

Cartel a la entrada de una central hidroeléctrica
Aquí hay tomate.

Tiene toda la pinta que en algún momento ha habido en esas instalaciones algún accidente laboral y las partes implicadas se han estado dando de palos para determinar la responsabilidad acerca del mismo. Me encantan este tipo de carteles. Es por eso que me fascina esta joya en el recinto de la Ermita del Cristo del Caloco, en la provincia de Segovia.

Papeleras, urnas y pelota. En ese orden.

¿Qué cojones ha tenido que pasar ahí para que «no enterrar urnas funerarias» aparezca antes que «no jugar a la pelota»? Sólo podemos imaginarlo. Pero, joder, qué historia tiene que ser…

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Viendo el saldo entre importación y exportación de series de ficción en este país, creo que salimos ganando. Exportamos con éxito gran cantidad de ponzoña nuestras series más representativas —Ana y los 7, Médico de familia, Un paso adelante, Los Serrano, Cuéntame cómo pasó…—, que se adaptan en sitios de esos del extranjero. Que se las lleven lejos y que no vuelvan. Y, a veces, tomamos una idea de fuera y hacemos una cosa bastante decente, como es el caso de «Vota Juan». Cambiar Cuéntame por esta que comentamos hoy me parece un negocio redondo.

He visto en algunas críticas comparar a «Vota Juan» con «Veep» pero, como esta no la he visto, lo que pasó por mi cabeza nada más empezar a verla fue el producto original —del que «Veep» parece ser la versión estadounidense— del mismo creador, Armando Iannucci: «The Thick Of It». El protagonista de «The Thick Of It» es un personaje llamado Malcolm Tucker, interpretado por Peter Capaldi, Director de Comunicación, hombre fuerte del partido —¿Qué partido? Da igual, las tripas de todos se parecen— y mano derecha del Primer Ministro. Por cierto, me parece escandalosamente bajo el número de votos y críticas que tiene esta serie en Filmaffinity. Vayan a Filmin y se la vean, que merece la pena.

Lo mismo te hago de Time Lord que de político hijoputa.

En «Vota Juan» hay un personaje similar a este pero, aunque tiene un peso importante en las tramas, no es el protagonista. El protagonista absoluto es Juan Carrasco —magistralmente interpretado por Javier Cámara—, un político mediocre de Logroño que ha terminado siendo ministro de Agricultura y que nos arrastrará a los más fangosos abismos de vergüenza ajena y vicisitud.

¡Que dejes de hacer las comillas, Juan!

Carrasco aúna todas las facetas asquerosas de los políticos patrios con las de un über-cuñado que ríete tú de Martín Varsavsky. No tiene ni puta idea de nada que no sea reptar y maquinar—y ni eso se le da bien del todo— contra sus propios compañeros de partido. Dice una cosa y acto seguido la contraria porque es un metepatas, o no entiende a su interlocutor o quiere quedar bien con él a toda costa. Los momentos de vergüenza ajena se suceden a un ritmo difícil de asimilar y Juan no deja de caer bajo y seguir cavando a lo largo de la serie. A su lado estará siempre fiel su jefa de comunicación, Macarena, interpretada por María Pujalte. Aunque Macarena debería ser la voz de la cordura que frenara las idioteces de Juan, lo cierto es que siempre acaba dejándose liar por este ya que, como ella dice, «cualquier cosa antes que volver a Logroño».

Macarena no quiere volver a Logroño. Quién querría…

Durante la primera temporada veremos a Juan maniobrar para presentarse a las primarias del Partido —¿Qué partido? Da igual, las tripas de todos se parecen— y acabar cumpliendo su sueño de llegar a la Moncloa. Así asistiremos a la sucesión de búsquedas de apoyos y avales, filtraciones a la prensa, aprovechamiento de cualquier acto para hacer campaña y aireamiento de trapos sucios de tus rivales con tal de llegar a la meta. ¿Y cómo acaba la cosa? Bueno, tendréis que verlo pero Juan es el rey del #SaleMal y del #NoSePodíaSaber.

La segunda temporada, titulada «Vamos Juan», arranca dos años después. Carrasco ha vuelto a Logroño —como podéis adivinar, no llegó a la Moncloa—, da clases —mal— de biología y se muere de asco. Hasta que se decide por volver a Madrid y crear un nuevo partido —¿Qué partido? Da igual, las tripas de todos se parecen— para presentarse a las Generales y huir de que los alumnos —y sus padres— le partan la cara de vez en cuando.

Juan no escarmienta.

El humor se vuelve, si eso es posible, aún más negro a medida que Juan intenta conseguir financiación y fichajes para su nuevo partido. Contará para ello con la ayuda de su fiel Macarena y con la de su hija Eva, interpretada por Esty Quesada. Aunque este personaje ya tenía algunas apariciones en la primera temporada, en esta segunda ganará peso y nos dejará grandes momentos de incomodidad. Eva sí será, a su manera, la voz de la cordura. A su muy peculiar manera.

Mi padre es gilipollas.

La segunda temporada me ha parecido incluso mejor que la primera. No quiero contar mucho de la trama para no destriparla, pero ya os adelanto que tiene muchos momentos en que no sabes si reír o llorar de la mucha vergüenza que os hará pasar. Y no cabe esperar que la aventura termine bien, claro.

¿A qué se me parecen esos papeles que destruye Juan?

A falta de ver la tercera, y última, temporada —«Venga Juan»—, no puedo hacer más que recomendarla. A ver si con productos como este se revoluciona un poco la comedia española. Que falta le hace.

Banda sonora recomendada.

Leemos con regocijo que los coches sin etiqueta medioambiental ya no pueden circular por el interior de la M-30. Pero resulta curioso el muy distinto tratamiento que han dado los medios a la noticia ahora y cómo lo hacían hace once años. Vean el titular que recogimos entonces y que recuperamos en Halón Clásico. Qué chorprecha, ¿verdad?

¡Qué chorprecha!
Me voy a hartar de poner esta captura

Banda sonora recomendada

Leía el otro día en el juguete nuevo de Eloncio Almizcle a algún cuñado diciendo que los jóvenes de ahora no pueden comprarse un piso como sus padres porque se gastan el dinero en suscripciones a plataformas de streaming y otras futesas. Y me he preguntado —que uno es mucho de preguntarse cosas, ¿saben?— si ahorrándose la cuota mensual de Netflix podría llegar uno a tener más patrimonio inmobiliario que el pobre Felipe VI.

Para nuestro sencillo experimento he buscado el piso más barato anunciado en Ávila capital que no tuviera pinta de decorado de slasher. Algo en lo que pudiéramos entrar a vivir tal cual está porque, como jóvenes derrochones, tampoco tendremos pasta para mucha reforma. He encontrado un auténtico diamante en bruto en La Cacharra, barrio humilde de «casas baratas» del Franquismo al norte de la ciudad. Hasta el baño está bastante decente para lo que se encuentra uno en este rango de precios.

Cuarto de baño decentillo
Ahí se atrevería a cagar y ducharse hasta este su melindroso servidor. ¡Si tiene ventana y todo!

Un suntuoso palacio de 44 metros cuadrados útiles, en los que el hábil arquitecto fue capaz de encajar salón, cocina, baño y tres dormitorios. Situado en un tercer piso sin ascensor, que luego la comunidad se dispara y, de paso, mantenemos el culo firme subiendo escaleras. Y sin el lastre de un costoso sistema de calefacción, ¿tú has visto el precio del gas, amigo? Y por «sólo» 34.000 boniatos. ¿Es un chollo o no es un chollo?

Para poder plantar un felpudo con frase ocurrente en la puerta de esta mansión —financiación mediante— tendremos que soltar unos 11.350 aurelios para entrada, impuestos y gastos. Por otro lado, la cuota mensual de Netflix más barata es de 7,99 pavos. Haciendo un sencillo cálculo, obtendremos que bastaría con dejarnos de «Vikingos» y «Los Bridgerton» unos 1.423 meses de nada. 118 años y medio. Os quejáis de vicio, chavales…

Banda sonora recomendada

Hace un rato leía en la red social esa que se está comprando Elon Musk un par de tweets que animaban a dar un poco de leña en las reseñas de Google a una empresa por haber hecho una «oferta de empleo» vergonzante. Concretamente estos:

Captura de Tweeter
Captura de Twitter

Y por mucho que me guste dar leña a las empresas que se pasan los derechos laborales por el forro, no sé si se ve que lo que se propone tiene un «pequeño» fallo. Os dejo un momento para pensarlo… ¿Ya? ¿No? Os voy a dar una pista: ayer mismo me ciscaba en todo lo ciscable acerca de un accidente laboral. Y, sin embargo, me abstuve de dar el nombre de la empresa o de nadie relacionado con ella. Por muy cabreado que esté con la empresa, el caso no ha sido juzgado aún.

Pues las mismas precauciones creo que deberíamos tener con estos tweets. No sé quién es el usuario que los escribe y no tengo ninguna prueba de que lo que dice sea cierto. Podría ser el propietario de una empresa rival, ¿no? Conmigo no contéis para rodear el molino en llamas portando bieldos y antorchas…

Banda sonora recomendada