La rotonda del Dr. Ángel Torres* está ubicada dentro del recinto del Hospital Provincial de Ávila, justo frente a la entrada principal. Consta de perímetro exterior adoquinado, perímetro interior de seto vegetal con pinchos, y busto sobre peana de granito, que muestra la imagen del susodicho matasanos mirando hacia la salida. El nuevo trazado de los jardines de la entrada la ha desrotondizado un poco, pero todavía hoy hay que rodearla con los coches (claro, si vas de frente te zampas al doctor Torres).
Es una de las rotondas más antiguas de Ávila, yo al menos la recuerdo desde siempre, desde antes de que se impusiera el movimiento rotondil que, inspirado en las retransmisiones del Tour de Francia que veíamos por la tele (qué rotondas tan verdes, qué piñazos se pegaban a veces los ciclistas), sembró nuestra ciudad de estos catalizadores de tráfico. La nuestra es una rotonda ornamental, como esas que hay delante de las mansiones inglesas**, que llegan los invitados con el Bentley, y tras rodearla lentamente, haciendo sonar la gravilla, estacionan delante de la entrada para bajarse a saludar a Lord Whoreson, mientras el chófer y el criado se ocupan del equipaje, se miran a los ojos y el tiempo se detiene.
Bueno, que nos desviamos… La rotonda siempre la recuerdo con su chirimbolo, la estatua de Don Ángel, que es bastante postmedieval. Como en aquellos tiempos (ya hace casi un siglo) no se llevaba el fierro morroñoso, al escultor no le quedó otra -para dotarle de cierto empaque rotondero- que sacarle con una cara entre Arnold Chuarcheneguer y Karol Wojtila. Destilando mala leche, vamos. Seguramente, quería expresar las dificultades que tuvo que afrontar el Dr. Torres para sacar adelante su humanitario proyecto.
El Ávila Street Museum se complace en abrir hoy una doble entrada, special when lit*, para conmemorar el vidrioclís promocional de Ávila que ha inundado las redes como una bomba nucelar y es tendrin tópic mundial. Y como, a diferencia del fierro morroñoso y del granito local, es posible que un día esto se pierda como lágrimas en la lluvia, como la receta de las revolconas del Bar Germán, o como Pedrolo (nuestra exmascota oficial), aquí está el Á.S.M. para dejar constancia de este engendro como parte de nuestro Patrimoño Inmaterial (in saecula saeculorum et plus ultra, amen).
Como paseo previo a protagonizar anuncios de Galería del Coleccionista, Rosa López nos ha honrado poniendo voz a esta bella melodía que, de no ser por haber coincidido con «Pa tipos como tú», de Shakira, estaría ya en el nº 1. El caso es que la voz no me suena como si fuera la suya, debe de ser la reverberación en el granito murallesco, o que el injiniero del autotune se ha pasao tres pueblos; se ve muy forzado todo el tono. La canción parece que va a comienzar con la llamada del destino (sonido de turuta grandilocuente), pero rápidamente se transforma en una versión pop a mitad de camino entre «La puerta de Alcalá» y «Always look on the bright side of life» o, quizá también, la sintonía del jingle de Mercadona.
La letra de la canción es una constante adivinanza sobre cosas que tenemos en Ávila, que si el claustro del silencio del Monasterio de Santo Tomás, que quién será ese arquero semioculto que apunta con su saeta a nuestros corazones, o -el más celebrado- que quién será «la chica de Las Moradas» (no podía faltar, ya tú sabeh). Sin duda, una manera de avergonzarnos a los locales y de que los foráneos (a quienes va dedicada -supuestamente- la canción) no sepan ni de quién habla.
Las imágenes son un precioso paseo a vista de pájaro por varios de los monumentos del Ávila Street Museum (claro, cabr#nes, ya podréis, yo no tengo dron ni permiso pa volarlo asín por medio de la ciudá, me tengo que valer de mi móvil mierdoso pa encuadrar las afotos a ras de suelo). Es una pena que la banda sonora provoque un efecto similar al del bardo Asuranceturix** de Astérix y Obélix.
En resumen, desde aquello de «Murcia, qué hermosa eres», nunca una promoción turística había logrado un efecto boomerang parecido, con la gracia (o la ventaja) de que esto probablemente no lo verá casi nadie, fuera de Ávila. Yo me estoy encargando de difundirlo entre mis conocidos, pero pa fastidiar porque, como dijo Cohen el Bárbaro, el secreto de la vida es aplastar enemigos, verlos destrozados y escuchar el lamento de sus mujeres.
(*) Pa los que no habéis jugao nunca a máquinas de petacos… bueno, mejor lo dejamos. No tiene gracia.
(**) Pa los que no sepáis francés, como yo, el nombre es un juego de palabras que suena parecido a «assurance tous risques», seguro a todo riesgo, sentido que se pierde en la traducción.
A todos los que la presente vieren y entendieren: lo entendierán ustedes, porque yo no. El PostMuseo de Ávila Street es un espacio hartístico-psicótico ubicado en mitad de una parcela no urbanizada de nuestro Eixample, entre Bélgica y Chipre (algo que, en el callejero abulense, es posible). Se compone de un montón de siluetas dispersas que deja estupefacto al que lo contempla por primera vez. Un cartel de «por favor, no tocar», sin mención alguna del tipo «Este lugar fue inaugurado por Josete y Chusma, en plan Pimpinela, el día tal del año cual», me indica que probablemente sea una iniciativa privada (no financiada con fondos europeos, a pesar del barrio).
Ante sus fauces traigo algunas afotos que hice un día que pedaleaba yo por allí y, de la misma, a punto estuve de sufrir un accidente. A esas tempranas horas, la luz y la bruma transformaban el paraje en un fantasmal decorado para «El perro de los Baskerville» o, quizá mejor, «Aterriza como puedas». Dejé la bici tirada en la acera (las mountanbáis ya no tienen pata de cabra) y me bajé a imortalizar el lugar.
Ante mí se extendía un páramo misterioso, pleno de siluetas -la mayoría negras, alguna en color- que representan cosas. Posiblemente, ese tipo de cosas a las que se refería Rajoy cuando decía «me gustan los catalanesh porque hacen coshash». Es decir, cosas sin sentido, cosas que podrían existir en la mente del propio Eme Punto (alguien cuyo principal momentazo para la historia transcurrió mientras se tomaba unos whiskis).
Al rato, llegué a una conclusión: ¡el mineralismo va a yegaaaar! Y después, a otra conclusión. Alguien estaba intentando crear un Ávila Street Museum, pero no en el mundo virtual, como el de los bitcoins, sino en el mundo tangible, como el de los espárragos con mahonesa. No podemos pasar por alto a este competidor, que lejos de ser un adversario, enriquece el panorama museístico de Ávila con algo mucho más bizarro* que nuestro Á.S.M. Tres pueblos más bizarro, sa pasao. Hablemos del milenarismo, coño.
No tengo mucho más que decir, las imágenes hablan por sí solas. Y cantan y bailan. Ójala el esforzado caballero que, con más tiempo que yo, se dedica a instalar estas hobras de harte, continúe su labor con el reconocimiento que merece. Me parece un milagro que esto subsista sin haber sido vandalizado; probablemente, el hecho de estar en un lugar de la ciudad que no merece ni ser llamado «un lugar de la ciudad», de tan recóndito y apartado como está, lo ha permitido. Que la fuerza le acompañe, estimado colega. Usté es lo más postmedieval de esta ciudad.
(*) Sí, uso bizarro con el significado de «raro», y no con el de «valiente», que es el más y mucho español. Me he dejado contaminar por el sentido perfidoalbionesco de la palabra. Mea culpa, mea culpa, mea maxima culpa.
Dentro del parque de rotondas abulenses, hay algunas de contenido triste, pero si queremos que este catálogo esté completo, no podemos obviarlas. La que nos ocupa ahora se encuentra en la N-403 (Ctra de Toledo), en su confluencia con el Paseo de Nª Sra de Sonsoles y la Calle Maceros. Está fabricada en fierro morroñoso, y tiene una réplica en El Barraco, el pueblo del autor. Y como en Ávila nos conocemos todos, esto va de conocidos.
Tengo un buen amigo que pudo haber sido ciclista profesional, pero lo dejó antes de dar este paso. Alto, no subía mal y en el llano iba -y todavía va- como un tiro. Pero algo le hizo decidirse a dejarlo. En su última temporada, corriendo una vuelta por etapas, tenía de compañero de equipo a otra joven promesa que despuntaba en la carretera… y en más sitios. Cuando mi amigo se iba a la cama, rendido, el compañero se iba de juerga. Era normal que se presentase en el hostal a las tantas, y a veces -pues lo de ligar también se le daba bien- con compañía. «Déjame la habitación, apañáos en otra, anda». Y al día siguiente ganaba la etapa. Y mi amigo pensó: «si yo, que entreno y llevo vida monacal, no le gano a este bandarra, es que lo del ciclismo no es lo mío».
Así pasó, que él terminó de informático conmigo en El Mal™, mientras que su amigo Jiménez Sastre llegó a ser un crack del ciclismo, campeón de España y vencedor de etapas míticas en las grandes vueltas. Y todo, sin dejar la juerga. Muchos pensábamos que podría haber estado entre los más grandes, de haberse cuidado un poco más. Pero José María «el Chaba» no era de cuidarse, como Mágico González* y como tantas otras figuras a las que la noche les confundía. Posiblemente no habría soportado un deporte tan sacrificado, si hubiera tenido que llevar lo que para él habría sido una vida aburrida.
Y no sólo sería matar el aburrimiento: sabido es que el ciclismo profesional de esos años se basaba en grandes dosis de «medicina deportiva» (ya dijo Melchor Mauri que «esto no se cosigue sólo con espaguetis»), y no debía ser fácil tener que pasar por el aro, sabiendo que para mejorar tu clasificación le estás haciendo un flaco favor a tu cuerpo y al deporte. Por cierto, Chaba alguna vez comentó, medio en broma, medio en serio, que su cuñao nunca ganaría una gran vuelta si seguía poniéndole pegas al «alpiste». Se refería al marido de su hermana, Carlos Sastre Candil**, que al final creo que ganó alguna carrerilla en Francia.
Sin embargo, y siguiendo con los parientes, hasta en sus momentos de más fama, para mi señora, Chaba Jiménez no era sino «el hermano del Tuberías», pues así era como apodaban a Juan Carlos Jiménez Sastre en la Escuela de Artes y Oficios, cuando ella también estaba por allí, aprendiendo buenos oficios y malas artes. Ya me contaba que Juan Carlos pertenecía, como mi compañero de estudios -ya mencionado en el Ávila Road Museum- Santi López***, a ese grupo de gente cuyas neuronas funcionan por caminos menos trillados que los nuestros (y a los que el fierro morroñoso les parece un material noble). A él le correspondió realizar su obra más triste, el homenaje a su hermano prematuramente fallecido.
También falleció, mucho más joven, otro ciclista abulense, Victor Jiménez Garcinuño, a quien también se le dedicó una figura en la rotonda cercana al monumento de Los Cuatro Postes, en la carretera de Salamanca. Son dos rotondas tristes. Y, como aficionao que todavía de vez en cuando pedalea, recordar que los ciclistas tenemos derecho a ir por calles y carreteras; y adelantarnos pasando vuestro espejo retrovisor a 20cm de nuestra cabeza no es agradable.
(**) Aquí va otro true fact, para animar un poco el post. Cuando mi hija andaba aprendiendo a montar en bici, en esa fase de «no me sueltes, papi, que no te suelto, tú mira palante, etc», volvió un día del cole tan contenta diciendo que ya sabía montar, que le había enseñado Carlos, uno que ha venido a la clase de gimnasia con bicicletas. Y era verdad, desde aquel día ya no hubo que ayudarla****. La muy (####) todavía presume de que le enseñó a montar en bici el campeón del Tour. Resulta que cuando se retiró, Carlos Sastre se dedicó a fomentar el deporte infantil por los coles de primaria de Ávila.
(***) Autor, entre otras, de la escultura Jamón Jamonja , en otra rotonda ya citada.
(****) Mi hija ha heredado la torpeza deportivo-motriz de su padre; y con el miedo que tiene a la velocidad y su poco peso, es el único ciclista del mundo que va más deprisa cuesta arriba que cuesta abajo.
El Monumento a la Sopa de Letras es una placa de granito editado con letrujas mayúsculas en tipo Arial*, ubicado en la Plaza Concepción Arenal, al lado del Archivo Histérico Provincial, que anteriormente fue el Convento del Carmelo, y también fue la casilla de la cárcel, cuando se inventó el «monopoly de las murallas», aquí en Ávila. Es otro engendro detectado en su momento por @gbuenadicha, que no sé cómo hace para descubrir cosas como éstas y mantener la cordura.
La frase oculta de la sopa es «¡Aquí, ah, ora!, grato granito. Gran hito, granito. Gracias a La Gracia«, que parece que me lo he inventado plagiando el Monólogo mal puntuado de Les Luthiers, pero en este bló sólo decimos la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, que esto salió en la prensa. En Ávila cuando nos ponemos místicos somos la leche, y no os pensamos decir lo que fumamos pa que no nos copiéis.
Sobre el monumento, qué podemos decir que no se haya dicho ya. Básicamente, nada. Estuve tentado de tumbarme encima y hacerme una foto posando como el hombre de vitrubio, pero la losa mide 2 m de lado y por tanto yo no habría quedado correctamente circunscrito, ni calzándome unos taconazos de drag-queen.
Por mi parte, yo he encontrado otra curiosidad del crucigrama, y es ésta:
…esas 4 haches encadenadas que, como todo el mundo sabe, son las siglas de «Himmlers Hirn heißt Heydrich», lo cual nos permite cumplir la Ley de Godwin y terminar este post.
Recientemente, mi amigo, y también postamigo, @gbuenadicha, me señaló la existencia de este chirimbolo rotondero en el que no me había fijado, a pesar de frecuentar la carretera en la que se ubica, que no es otra que la rotonda de San Mateo*, en la confluencia de la Avda de Juan Pablo Palito Palito (coloquialmente en Ávila, la M30) con la N-110 Soria-Plasencia (también formaría parte de la N-403 y, si consideramos su origen de kilometraje, además, la N-502 Avila-Córdoba**). En primer lugar explicaré su teoría, y después, el resultado de mis investigaciones.
Según Willy, se trata de un Traslador. Para los que no hayáis visto las películas de Jarry Potter, ni leído sus libros, un Traslador es un objeto encantado que permite, a la persona que lo toca, viajar a un lugar específico donde existe otro Traslador. La mayoría de las veces, un Traslador es un objeto cotidiano que no llama la atención de un muggle (no mago). En mi caso, eso de no llamar la atención ha funcionado. Ávila está rodeada de estos elementos, algunos ya han aparecido en esta sección, como la llave 13-14 o el Coeniano monumento de Muerte entre las flores. Creo que me falta el que hay al lado de la exfábrica de fragonetas, y puede que haya más.
Sin embargo, cuando estuve haciendo la afoto, pude tocar el chisme, y no se produjo ningún evento sobrenatural. Cierto es que mi capacidad mágica es inferior a la de Rincewind, pero al menos podría haberme dado una descarga electrostática o una sensación de que estoy en unión mística con la madre naturaleza y los seres que por ella pululan, como los na’vis de Avatar. No se produció nada de eso.
Y entonces empecé a pensar, algo que hago con poca frecuencia desde que me echaron de El Mal™. A ver, tenemos unos chismes con forma de circuito metálico, con la etiqueta «Ávila», ubicados en puntos que gordean*** nuestra ciudad estratégicamente. Una urbe, por otra parte, que tiene a gala haber sido¡ ciudad de las tres culturas y religiones, aunque lo que venía siendo la maqbara musulmana fue arrasada para construir viviendas encima, y en cuanto a los judíos, aquí se celebró –con barbacoa incluida– esa fiestuqui del Santo Niño de La Guardia…
¿Judíos? Y recordé qué jracias a haber visto la serie Unorthodox, sobre fundamentalistas judíos en Nueva York, me enteré de lo que es el eruv, un cerco físico (antiguamente serían las murallas de la ciudad, en la actualidad puede valer un simple hilo metálico) que delimita una ciudad en la que viven judíos, y que permite moverse por dentro de su perímetro durante el sabbath sin quebrantar las estrictas normas de su fe. El eruv de Nueva York mide más de 30 kms, es carísimo de mantener, y zigzaguea por las avenidas que gordean Manhattan.
Creo que las obras de zanjas y trincheras que durante estos últimos meses se han realizado por la zona noreste de la ciudad también tienen que ver con ello, camuflando sus intenciones bajo la excusa de extender una red de tubillos calefactores de energía patafísica (o algo así, todavía no sé muy bien en qué quedará eso que publicitan). Así pues, estas figuras serían realmente los límites del eruv de Ávila, probablemente, con la intención de ponerlo en valor**** durante los próximos Mercados Postmedievales.
Bienvenida sea esta nueva infraestructura, a la que sin duda se unirán próximamente la piscina mecánica y las escaleras olímpicas.
(*) Al menos, así lo llaman las peñas de ciclistas globeros que la usan como punto de salida/quedada para sus rutas hacia el salvaje oeste de la ciudad, no sé si es el nombre oficial.
(**) Sí, la N-502 es la carretera Ávila-Córdoba, aunque realmente ni empieza en Ávila capital, ni llega hasta Córdoba city, ni nadie que vaya de Ávila a Córdoba utilice esta ruta. Es directa, pero demasiado postmedieval.
(***) Así pronunciaba esta palabra mi sobrina cuando era pequeña, and I think it’s beautiful. Cuando coloreaba un dibujo, primero lo gordeaba (para no salirse) y luego lo rellenaba.
(****) Expresión que en castellano moderno quiere decir «tirar dinero tratando de promocionar algo que no conoce ni el tato, fuera de aquí». Se usó mucho durante la primera década del siglo XXI, cuando, durante la burbuja del ladrillo, se pusieron en valor un montón de cosas que hoy en día languidecen, como el Centro de Interpretación del Misticismo.
«Rechazando al Enemigo» es un monumento de arte efímero, un happening o performance, recientemente colocado para demostrar al visitante la capacidad defensiva de nuestras murallas. Se ubica (provisionalmente) en el Paseo del Rastro, cerca de la curva que conduce a la Plaza de Santa Teresa (donde estuvo el alcázar de la ciudad hasta la época postmedieval), entre dos cubos (torreones) muy próximos. Dense prisa si desean contemplarla, vayan antes de que -aunque aún no hay fecha- la exposición sea clausurada.
El happening no sólo es una muestra de harte, también es un haviso a naveghantes, que se dice. Lo explico. Sepan vuesas mercedes que el Paseo del Rastro, orientado al sur, es un lugar propicio para el paseo y el esparcimiento, en especial de personas de cierta edad que necesitan -necesitamos- hacer la fotosíntesis en un lugar tranquilo, soleado y protegido del viento, y con sitios para sentarse. Y entre este tipo de personas, algunas -también por esas cosas de la edad- vamos teniendo ciertas urgencias repentinas que es necesario aliviar. Y hasta bien entrado el siglo XX, la muralla era un lugar propicio para ello (todavía recuerdo algún cartel prohibiendo -bajo multa- «hacer aguas», colocado en nuestro singular monumento).
Este tipo de actos han ido desapareciendo, pero no del todo. La proximidad de los dos cubos, como se ve en la foto (atípica, pues la habitual es de unos 20 ó 25 metros) es, de algún modo, la que explica el lugar elegido para el happening, pues ha creado un lugar escondido de la vista y propicio para hacer una guarrerida. Algo que, sin duda, a partir de este momento está bajo una amenaza bastante mayor que la pragmática sanción que nuestro ordenamiento prevé para estos actos. A ver quién tiene narices de echar un pis cuando te pueden caer encima un montón de pedruscos.
Por otra parte, y para el que no entienda de historia real, digamos que la muralla se defendía así. Todavía recuerdo las explicaciones de Chuchi Gu* ante un grupo de compañeros, en una visita guiada, cuando pasábamos por una puerta de la muralla, y nos indicó que mirásemos hacia arriba por un hueco que -con evidente función defensiva- hay a través del techo del arco, y que para qué servía. Todos coincidimos en indicar que «para echar aceite hirviendo a los enemigos», y con una carcajada nos dijo «pero qué cohone aceite, con lo caro que va, y encima aquí en Ávila que no hay olivos**». Evidentemente, lo que se les echaba por ese orificio podía ser cualquier tipo de material contundente o punzante, y entre ellos, y en caso de emergencia, las mesmas piedras que componen la muralla.
Así, en el caso que nos ocupa, una almena o merlón de la propia muralla ha sido usado como contundente amenaza para meones y otros seres poco respetuosos con el patrimonio, y se ha considerado instalar un automatismo (el alcalde últimamente está muy por la labor de instalar cosas automáticas) para que en caso de detectar una micción, se dispare este mecanismo de defensa.
(*) Guía turístico local*** que tuvo un coche de segunda mano con matrícula de Guadalajara, y se quedó con ese apodo.
(**) En el sur de la provincia de Ávila hay olivares, y producen un excelente aceite; pero aquí en la capital tan solo tenemos alguno más ornamental que otra cosa.
(***) El tema de las visitas guiadas a la ciudad no pertenece a esta sección del bló, pero últimamente tiene cierta polémica, ya que lo que antes era un coto interesadamente cerrado, ahora se ha visto invadido por «paragüeros» (porque suelen llevar ese instrumento a modo de señal identificativa par su grupeta) que se anuncian por internet, y a los que -cuando paso a su lado- he escuchado decir alguna que otra barbaridad, por ejemplo, que Santa Teresa fundó el Monasterio de la Encarnación.
Los dolmenes de corredor -hay al menos dos- recientemente restaurados, tras su hallazgo durante las obras de urbanización del ensanche abulense, son una de las últimas incorporaciones al Ávila Road Museum. Estos fermosos monumentos megalíticos, prueba palpable de la rica prehistoria abulense, se ubican en la Calle Gloria Fuertes. Seguro que ni los abulenses saben dónde está esta vía; es una de las últimas calles de Las Hervencias, ya casi pegando a la Escuela de Policía, más allá de las puertas de Tannhauser. Agradecemos a @gbuenadicha que nos mostrase estos monumentos, que descubrió durante sus prospecciones para ubicar el nuevo helipuerto.
Hasta hace unos años, únicamente se conocía el Dolmen del Prado de las Cruces, en Bernuy Salinero; que realmente está a menos de 5 kms en línea recta de estas otras dos joyas neolíticas, por lo que se estima que podrían haber sido construidos por la misma tribu. Estos -presuntos- monumentos funerarios solían constar de una estructura circular de piedras, a la que se accedía por un pasillo protegido por losas, que comunica el mundo exterior con el inframundo; se pueden encontrar en buena parte de Europa Occidental y también en Ávila Oriental.
El estado de conservación de estos dos túmulos era bastante lamentable, por lo que se procedió a su restauración. Al carecer de fondos, el consistorio decidió aceptar el patrocinio de una jran empresa eléctrica, que encargó el proyecto al mismo becario del edificio de Moneo. Siguiendo un enfoque kantiano, el resultado mantiene la forma (Gestalt) original del sepulcro, aunque los materiales empleados (Verbendetematerialien) distan de los originales (Dirnecatastrophe). Y de paso, se aprovechó para colocar infraestructura de transformación en el centro, un win-win.
El conjunto se ha dotado de una protección vegetal de cupresáceas (como corresponde a una tumba, ahí estuvo fino el becario), que proporciona una sombra alargada (como corresponde a un ciprés, ahí estuvo fino Delibes*) y oculta algo a la vista semejante engendro a los escasos paseantes que deambulan por un lugar tan apartado.
Continuando con los homenajes literarios, como el de ayer a Terry Pratchett (en el Á.R.M.), presentamos hoy la ingeniosa placa “Todo se pasa, pasa de todo”, dedicada al efecto placebo, ese proceder que tenemos algunos humanos de asociar la mejoría de una dolencia a cualquier remedio que nos hayan administrado, independientemente de la validez de éste. La versión infantil de este lema sería “Cura, sana, culito de rana; si no sana hoy, sanará mañana”. Se ubica, a modo de ventana ciega, en una pared de la Calle Duque de Alba, poco antes de la confluencia con la Calle Candeleda.
La ortografía de la inscripción, como pueden ver, corresponde a la de una doctora postmedieval, que en Ávila somos muy y mucho de parecer antiguos. El libro de recetas sigue el modelo del SACYL de 1562. La frase, por tanto, podría muy bien ser un mantra destinado a sanar al enfermo de todos sus males, probablemente con la ayuda del reiki y del aguardiente de San Juan de la Nava* o cualquier otro producto fitosanitario local.
Hay que tener en cuenta que la mayoría de los remedios de la medicina tradicional, hasta el siglo XVIII, procedían bien de la superstición, bien de las disposiciones de la Tanned Balls University. Algunos de estos remedios todavía subsisten, como la acupuntura, la homeopatía y los seguros médicos baratos, a los que -todavía hoy- muchas personas siguen atribuyendo propiedades curativas**.
En cualquier caso, el placebo, convenientemente administrado, es una herramienta útil y -sobre todo- barata. Todavía recuerdo cómo mi padre, que con la más leve enfermedad se veía al borde de la tumba, recuperaba milagrosamente la plena salud a los 15 segundos de tomarse la primera dosis de antibiótico (siempre barajamos la posibilidad de cambiárselo por otra cosa, pero conocía bien el sabor de la amoxicilina, y todavía no habían inventado los gintónic sin alcohol).
(*) Localidad abulense, antiguamente famosa por el destilado de aguardientes*** artesanales. (**) El truco de esta nueva brujería está en emplear palabros cientéficos, como: “flujos de energía”, “resonancia mórfica” o “coberturas y exclusiones”. (***) Como suele suceder con los aguardientes caseros, a lo de San Juan de la Nava, llamarlo aguardiente es quedarse corto.
El Ávila Road Museum, ese espacio discontinuo, no acotado y no derivable de monumentos y chirimbolos perpetrados en rotondas, se complace en traer a sus pantallas nuestra más reciente hobra: la Rotonda Terry Pratchett. Se ubica en la confluencia de las calles Arévalo, Dos de Mayo, Eduardo Marquina y Duque de Alba. El monumento es tan sutil que ha pasado inadvertido para la mayoría de los abulenses. Por un error de la cartelería, al principio se colocó una placa en la que figuraba la leyenda “Cronista Terry Pratchett”, pero tras advertir el error, se ha rectificado*.
Es bien conocida la devoción que tenemos los abulenses por este insigne escritor. Tras su fallecimiento se presentaron varias iniciativas dedicadas a honrar su memoria, como, por ejemplo, la del concejal @pepeherraez: construir una gigantesca réplica de la imagen del Mundodisco sobre la antigua estación de autobuses, aprovechando su forma de meseta circular (la moción fue desestimada, como todo lo que propone). Al final, el consistorio se decantó por una rotonda -no deja de ser un mundodisco en miniatura- para ubicar este sencillo pero sentido homenaje.
Como se puede ver, las pequeñas esculturas representan tres sombreros muy significativos para los pratchettófilos, colocados sobre bolardos preexistentes a modo de cabeza: a la izquierda podemos ver el sombrero del mago Rincewind**; en el centro y al fondo, el característico sombrero que solía llevar el propio Terry, y a la derecha, un sombrero de bruja***; todos ellos fabricados en el material rotondil por excelencia, el fierro morroñoso. Es de agradecer que la artista, especialmente recomendada por @CamaradaBakunin, se apartase de la tradición rotondil-morroñosa (esto es, plantar chirimbolos de varias toneladas y que encima nadie sepa qué leches son).
Como dato curioso, un munícipe por antonomasia, que prefiere permanecer en el anonimato, pidió agregar el sombrero de Lord Vetinari (alcalde vitalicio de Ankh-Morpork, la principal ciudad del Mundodisco), pero al parecer este arquetipo del gobierno maquiavélico no usa sombrero. Tampoco prosperó la moción de @Sonsoles_Avila, que pedía que la coral Amici Tui entone el himno “I shall wear midnight” cada Glorioso 25 de Mayo (día de Terry Pratchett), desde el cercano templete del Jardín del Recreo, como parte del festival «Moporkensis».
Para todos los que esto que estoy contando os suene a chino, probablemente es porque conocéis poco de la política abulense y del Mundodisco. Sobre lo segundo, os recomiendo leer todos los libros que encontréis. Sobre lo primero, he de deciros que [HTTP Error 404] blog Los 4 palos [400 Bad Request].
(*) @gbuenadicha protestó por la eliminación de la categoría de “cronista”, ya que, de alguna manera, Pratchett es el cronista del Mundodisco; y su historia no es más ficticia que aquella que dice que San Segundo fue obispo de nuestra ciudad, o que Jimena Blázquez ahuyentó a la aceifa montando un carnaval sobre el adarve de la muralla.
(**) Rincewind es el peor mago del Mundodisco, incapaz de hacer hechizos****. Para reivindicar su profesión, usa un sombrero en el que está escrito «Wizzar» («Echizero»).
(***) Las brujas del mundodisco son todas ellas personajes adorables, siempre que no se enfaden contigo. Y el color preferido de su ropa no es el negro, es el medianoche. De ahí la canción «I shall wear midnight».
(****) Bueno, técnicamente podría hacer UN hechizo. Y sólo ese, porque se instaló en su cabeza y no le deja aprender más. Si lo conjurase, podría destruir el mundo. El nuestro también.