Pues ya estaría

Añadimos una entrada más al Ávila Road Museum, correspondiente a la Rotonda Bienintencionada, que se ubica en la Avda. de Juan Pablo II, en su confluencia con la Calle del Perpetuo Socorro y la entrada al centro de día de la Cruz Roja. Esta entrada me fue sugerida por el Camarada, porque mira que yo había pasado veces por ese sitio ese y ni me había fijao en el chirimbolo. Según está encuadrado en la foto parece algo curioso, pero si lo ven cuando pasan con el coche (afoto del gúguelmas), pues vds. dirán…

Ahí está

Véase. Seguro que el chirimbolo tuvo su inaguración, con presencia de autoridades y representantes sociales. Y, ojo, que en este bló agradecemos que no se haya colocao un adefesio en fierro morroñoso de 14 metros de altura y merecientosmil euros de coste, andevaparar; pero quizá habría que haber buscado la manera de visibilizar algo el chisme. Poco más hay que decir. Sobre todo, que la inclusión no se demuestra con chirimbolos, sino con acciones.

and the winner is…

«¿Qué leches es eso?», os preguntaréis. El Monumento a la Meritocracia -que así bautizamos- es una prueba más de que en Ávila somos la leche haciendo monumentos. Nada se deja al azar ni al azahar en esta nuestra postmedieval ciudad, o postciudad. Como pueden ustedes ver, lo que hay ahí es un podium realizado en Pedrusco Abulense™ recién tallado, al lado de la acera. Este extraño finstro se ubica en la Cuesta o Calle o Plaza de San Vicente, al poco de salir de la Avenida de Madrid.

Diréis que soy bastante impreciso con las ubicaciones, que si calle, que si plaza… coño, mirad el gúguelmas:

La duda ofende

¿Contentos? Bueno, pues vamos a analizar la majna hovra. Este engendro se halla al lado del paredón bajo la fachada norte de la Basílica de los Santos Hermanos Mártires Vicente, Sabina y Cristeta*, a la altura de la cripta**. Alguien pensó que la cosa esa era una buena manera de escamotear a la vista una tapa de registro, conformando así un raro elemento del ASM (más extraño que horroroso, he de decir).

Primero pondré en contexto a los foráneos. San Vicente (el abulense medio no suele mencionar a sus dos hermanas) es nuestro más bello templo románico (terminado en gótico, éramos algo lentos), pero devotos y turistas suelen admirar sus otros 3 fermosos lados: oeste (los ábsides), sur (el que sale en la foto de la wiki ut supra) y oeste (el pórtico). Pero al lado norte nadie a acompañarle baja, nadie se detiene a oír su eterna estrofa de… tráfico. Y ahí van, y ponen un podium.¿Por qué?

Según Les Luthiers, Warren tiene todas las todas respuestas. Primero, la calleplaza del mapa es una pendiente adoquinada que está en la umbría y, cuando hiela causa no pocos accidentes -leves en su mayoría, por suerte- en esa curva de casi 90º. Pero al final de la cuesta llegamos a uno de los espacios más bonitos de Ávila (igual os recuerda a la entrada del Poble Espanyol de Montjuic).

Tenemos un podium, símbolo de esfuerzo y éxito; en un camino que asciende, primero solitario y umbrío, pero si superas los peligros y perseveras en la ascensión, llegas a la hermosa cima. ¿Qué nos quiere decir? Según Warren: «me-ri-to-cra-cia»; así, silabeando, como lo pronunció un antiguo jefe mío en una arenga a nosotros sus esbirros***. El triunfo es de aquel que se lo curra, mirad si no todos esos emprendedores que empezaron en un garaje: Bil Gueits, Mar Zúquerber o Ana Botín. Si te subes a ese podium, podrás cantar aquello de Sinatra:

And find that I’m A-number-one****
Top of the list
Head of the heap
King of the hill

No obstante, el destino siempre se reserva una trampa. Si entramos a admirar el citado pórtico románico de Sanvi, podemos ver en el tímpano -contada como en un tebeo de casi mil años- la parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón (fotos 14 y 15) y ya sabéis lo que les terminó pasando a cada uno…

(*) Cristeta, se llamaba la hermana pequeña, sí.

(**) En lo que sería el sótano de la iglesia -a la altura de este podio, por tanto- está la cripta (holdea, holdea) de la copatrona de Ávila, la Virgen de la Soterraña.

(***) Estaba anunciando un ERE, y en realidad quería decir «quiero echar a los que me dé la gana».

(****) La letra de la canción es realmente es así, aunque frecuentemente se transcribe de otra manera porque los milenials ya no recordáis lo que era «A-number-one» ni la marca ACME.

Camaleónico

Un uso desconocido de las rotondas es el de servir de camuflador de algunos adefesios urbanos que, de no ser por ellas, provocarían disgusto al observador. Es el caso de la rotonda de hoy, camufladora como pocas en nuestra ciudad. Se ubica en lo que no sé si es la Avda de la Unión Europea o la Calle de Manuel Gómez Moreno, en su confluencia con la Calle del Cronista Gil González Dávila (la de cronistas que ha dado nuestra ciudad*) .

Todo este batiburrillo de nombres tiene un origen: lo que tendría que haber sido una vía de circunvalación por el lado oriental de la ciudad, que facilitase la ruta desde la Ctra del Escorial a la Ctra de Madrid en dos minutos, salvando la vía del tren y descongestionando el principal paso bajo ésta (el puente de la estación), se convirtió en -jracias, una vez más, a nuestros hurbanistas- en una laberíntica ruta que, plagada de rotondas y otros obstáculos, invita a evitarla salvo necesidad.

Sea como sea, con esta rotonda hemos de felicitar a su perpetrador, pues tiene a bien evitarnos la vista de una caseta de esas dedicadas a la intermediación electromotriz, que se ubica en su interior, bien disimulada con una masa arbórea (por el otro lado de la rotonda, ni se ve). Al césar lo que es del césar. Aprovechamos para sugerir la misma idea para la rotonda que está debajo de esta, Qué ven mis hojos, que bien podría disimularse con un bosquecillo de coníferas o caducifolias o con 10 kgs de dinamita, llegado el caso.

(*) Incluso se convirtió en historiador al músico Antonio Cabezón, entuerto en vías de desfacerse.

El Aleph, el inconcebible universo

Otro Jrande de la literatura nos visita hoy, no es otro que el bonaerense Borges. El Monumento al Aleph se ubica en la Calle de Candeleda, pero también pudiera ser la Plaza de San Jerónimo, o en la Calle del Padre Jerónimo Gracián, no lo tengo claro… Hombre, es un Aleph, y por tanto, el Universo y el callejero entero de Ávila están contenidos en él. Está realizado en Piedra de la Nuestra™ .

Como buen Aleph, está cuidadosamente camuflado; en este caso no está debajo de una escalera de un sótano, sino al lado de las ruinosas ruinas del Monasterio de San Jerónimo, hoy reconvertido en botellonódromo y pista de parkour. Te podrías sentar en el banco que hay a su lado y no darte cuenta de que, detrás de tí, el espacio cósmico está ahí. Realmente, el Aleph tendría que haber sido una pequeña esfera tornasolada suspendida en el aire; pero a ver cómo haces tú ese monumento, listillo. Estamos en Ávila y las cosas se hacen de nuestra piedra favorita, el granito; que forjó nuestro carácter y libera constantemente el radiactivo gas radón, a cambio de nada.

Una vez al año, cuando el sol incide en el ángulo correcto sobre el círculo de piedra, tampoco es que suceda nada especial; pero si pasase, nos avisas.

Esa pueeerta

Seguimos con las rotondas de la zona sur. En la de hoy, ubicada en la confluencia de la Ctra de Burgohondo con la Calle Burgohondo (anda, que somos imaginativos…) se encuentra el adefesio de hoy, «Puerta a lo Conocido», elaborada en fierro morroñoso, el material por excelencia de los artittas rotonderos.

La literatura, el cine y otras formah de harte han mencionado muchas veces las puertas a lo desconocido. Es que dices ese nombre y te salen Fríker Jimenez y su amigo el barbachivo explicándote cómo algunos lugares mágicos te permiten pasar a otra dimensión. Pues bien, en Ávila hemos hecho un monumento que es lo contrario: la puerta a lo conocido. Está tan bien hecha que tú la ves y sabes que si la atraviesas sigues en la misma rotonda. Con un poco de suerte, hasta pasa el bus de la línea 5.

La puerta no se puede cerrar, no tiene bisagras, lo que permite tener mayor certeza sobre lo que te vas a encontrar al otro lado. Todo en Ávila es predecible, excepto una vez que se elegía al presidente de la Diputación y se lió parda. O amarilla, más bien.

Las Air Tere

Nuevo monumento que viene al Ávila Street Museum. Dirán ustedes que no tiene pinta de antiguo, pero sí, lo es, lo es. Además, es uno de los más entrañables para los ciudadanos de cierta edad que seguimos paseando por nuestras callejuelas. Se trata del monumento a las zapatillas de Santa Teresa. Se ubica en la Calle Caballeros, antaño una de las más comerciales de la urbe.

Las zapatillas de Santa Teresa tienen una historia fermosa. Cuentan que nuestra copatrona*, cabreada por las dificultades que las autoridades de esta ciudad le ponían en el convento (que si inspección de Sanidad, que si debe usted el IBI desde 1562, que si Patrimonio no autoriza todavía el estilo carmelitano), se fue de la ciudad cabreadísima, a fundar franquicias conventos por la geografía española. Y tuvo un bello gesto: al cruzar el río Adaja, se detuvo y se sacudió las zapatillas, diciendo «de Ávila no quiero llevarme ni el polvo». Desde entonces, no ha sido la única. Más de la mitad de nuestros currantes en edad de trabajar han emigrado a otros lugares

A lo mejor piensan vds, como siempre, que me invento todo esto; pues no. Y si no se lo creen, enseñen esto a cualquier lugareño, y exclamará «anda, la zapatilla de…» y les contará la historia.

(*) Casi naide en Ávila -excepto alguno de los lectores de este bló- sabe que la patrona original de la ciudad es la Virgen de la Soterraña (que viene a querer decir subterránea, en castellano postmedieval, nuestro favorito).

Sol sostenido

Es cierto que por Ávila pasan muchos caminos; y un buen día a alguien se le ocurrió que, si todos conducen a Roma, dado un conjunto de caminos C ∈ R, podemos tomar un elemento E que pase por los puntos J y Ñ y poner conchas en el suelo S pa que se tropiece la gente G, y así nació el camino de Santiago abulense. Lo siguiente fue hacerle un monumento en una rotonda. Se ubica en la Avenida de la Juventud, pero ya lejos de Ávila y de la juventud, en el quinto pino.

Ojo, que el monumento tiene su ciencia y su poesía. Antonio Machado dijo un día que no hay camino; y su hermano Manuel, que por la terrible estepa castellana se ponía uno perdido de polvo, sudor y hierro. Ambas reflexiones aciertan, y se plasman en el chirimbolo que vemos hoy en esta rotonda sobre una base de hormigón, y lamentablemente, veremos también mañana, salvo que un torbellino de Eryngium campestre lo tape, formando un montón arrastrado por el siroco.

Lo único positivo que se me ocurre decir de esta ruta (que, al parecer, viene desde Murcia y Alicante) es que evita pasar por Madrid, ya que en aquellos tiempos postmedievales no estaba inventado el km 0 ni las nacionales radiales. Una vez pasada nuestra capital continúa por tierras teresianas (cómo no, a pesar de la rivalidad por el patronazgo de la nación, había que adaptar el camino a las nuevas modas) y se pierde en la meseta, dando tumbos hasta llegar a Galicia.

Boris I, rey

Ante sus fauces, el Á.S.M. les muestra el monumento a Boris I, rey de Andorra por su propia gracia. Se ubica en los jardines de San Vicente, al ladito mismo de la muralla (lo del fondo de la foto). El chirimbolo está realizado en pedrolo granítico del nuestro™. Representa al rey parapetado en su fortaleza, momentos después de ser coronado, o momentos antes de ser depuesto, que viene a ser el mismo momento. El rey sujeta un muestrario de joyería con la diestra, y unos esquíes con la siniestra (símbolos heráldicos del poder andorrano).

Vamos con la historia del Rey Boris. Si durante el último siglo algunos países, como las todopoderosas potencias USA o URSS, sufrieron ignominiosos fracasos al tratar de imponer un gobierno títere en terceros países (Vietnam, Afganistán…), España puede alzar la frente y mostrar al mundo su poderío. Retrocedamos en el tiempo hasta 1934, y viajemos a uno de los países más postmedievales de Europa: Andorra.

Allí, un advenedizo como Boris Skossireff consiguió convencer al Consejo de los Valles de que le nombrasen rey de Andorra, sustituyendo al sistema de los copríncipes (inicialmente, el rey de Francia y el obispo de la Seo de Urgel). Tampoco es de extrañar, todas las monarquías comenzaron cuando alguien dijo «aquí mando yo», y los demás le hicieron caso, a él y a su ejército. En este caso, Boris no tenía un ejército, pero sí una jran propuesta: convertir Andorra en una mezcla de lo mejor de los principados de Mónaco y Liechtenstein: un paraíso fiscal -Bender dixit- lleno de casinos y furcias.

El presidente de la república francesa —Copríncipe A de Andorra, a falta de cabeza coronada— contestó que, si esa era la decisión de los Consejeros, por él, como se la machacaban con dos adoquines; pero el Copríncipe B de Andorra, el obispo (sin parecerle mal del todo lo de los adoquines, aplicado a los consejeros), reaccionó. Y aquí llegamos a la más grande ocasión que vieron los tiempos…

Informado nuestro gobierno, España no dudó en lanzar una operación sorpresa, cuidadosamente planificada y sin fisuras: se envió a cuatro guardias civiles que sin más contemplaciones (¡zas-zas! como algo prodigioso, ¿tú me entiendes?) detuvieron a Boris, aplicando a todo un monarca ¡¡la Ley de Vagos y Maleantes!! (guiño, guiño) y dando por finiquitada su efímero reinado, algo que plació tanto al descoprincipeandorrizado obispo como a las republicanas autoridades de Madrid.

Tan magno y ejemplar rey fue inmortalizado en piedra, y así de bonito luce en nuestras calles. Bueno, en nuestros jardines.

Enorme

Por primera vez, el monumento rotondero de hoy no trata de algo colocado e inaugurado dentro de una rotonda, sino de la propia rotonda en sí misma. El Ávila Road Museum tiene el honor de presentarles la rotonda más grande de Ávila, la Jlorieta de la Constitución, ubicada en la Glorieta de la Constitución. Y se trata, además, de una rotonda construida ex profeso para admirar la rotondez; realmente, es una calle con forma de rotonda; quicir, que no está en un cruce, que a alguien le pareció gracioso urbanizar así una parcela del oligofrénico ensanche sureste de la ciudad (ya vieron alguna de sus consecuencias en la entrada anterior, la Rotonda Inversa, que es casi adyacente).

Por su tamaño, es la única homologada en la ciudad para correr las 500 Millas de Indianápolis. Fíjense que no cabe en el encuadre de la foto, me tendría que ir hasta Segovia para que quedase visible en toda su magnitud. Dentro no es que haya un chirimbolo, es que hay una serie de cosas decorativas: un pequeño bosque, una zona de columnas de esas que luego sujetan vigas; no sé cómo describirlas mejor, es que estas estructuras las he visto en algunas urbanizaciones sólo un poco pijas, y no sé si son para poder poner un toldo o una parra o hiedra o algo que al crecer dé sombra (porque las he visto más veces sin sombrajo que con él). A lo mejor la estructura sirve para poner un monorraíl. Algún urbanista que me lo explique.

La chorri-rotonda no termina ahí, está rodeada de aparcamientos en batería en los dos lados, lo que permitiría aparcar a unos 200 coches pero están casi siempre vacíos, demostrando el nivel de perspicacia de sus autores (los mismos que dijeron que Ávila sobrepasaría los 100.000 habitantes).

Para complementar el cipotismo, uno de los edificios que se construyó alrededor mantiene la forma arredondeada; iban a ser pisos de casi alto estandin, pero les pilló la caída de la burbuja y los tuvo que terminar la entidad bancaria que se los comió con patatas, por lo que son una mezcla de materiales de primeras calidades con otros de últimas calidades y hasta post-últimas calidades; ya han tenido que hacer obras para arreglar humedades gordas y otros vicios; lo sé de buena tinta porque un familiar vive ahí*.

Aquí les dejo un enlace al maps para que la admiren en su magnitud.

*: Cuando le digo a alguien «mi cuñao vive en el edificio ese de pallá pabajo que hace curva», con decir eso ya saben a qué bloque me refiero, y empiezan a contarme «huy, pues ahí vive mi prima y está que fuma en pipa, porque…».

Ningún cuervo quiso posar para la foto

Como ya explicamos en una de las entradas del Ávila Road Museum (Muerte entre las flores), el cine siempre ha sido importante para Ávila, jrandes directores han alabado nuestra ciudad. Y como de bien nacidos es ser agradecidos, últimamente, Ávila ha dedicado esculturas al cine (no al cine español, esa panda de bolivarianos subvencionaos, excepto Toni Cantó). El ejemplo que les mostramos es una de estas hovras, dedicado al universo tenebroso, gótico y romántico de las películas de Tim Burton. Miren qué bonito nos ha quedao. Se encuentra en el Jardín del Rastro, precioso mirador hacia el valle y las montañas del sur, donde también pueden admirar al León Torpe y al sudoroso trabajador ganándose el pan con el sudor de su frente.

La escultura parece mostrar las alas de un ángel caído o de un vampiro salido de las peores pesadillas; puestas sobre una lápida (¿la de Frankenweenie?) con una extraña y misteriosa inscripción: «gran cosa es el saber y las letras para todo» (creo que es el lema de Shazam). Se complementa -en Ávila somos la leche con la ambientación- con un bosque tenebroso como los que le gustan a Burton; casi puedes imaginarte al jinete sin cabeza de Sleepy Hollow, trotando por allí con la espada en la mano, presto a decapitar a cualquier miembro de la oposición que ose discutir el tema de la herencia recibida.

Yo me he parado al lado y he dicho «Bitelchusma» tres veces, pero no ha pasado nada. Espero que alguno de ustedes consiga realizar bien el conjuro.