Qué pasa, tronco

Llega a nuestra sección una de las rotondas que inaugura una serie de «rotondas baratas». La época postburbujil fue todavía peor para Ávila que la época postmedieval, y -en el tema rotondero- dio lugar a una serie de erecciones caracterizadas por la escasez de fondos, suplida con creces por una escasez de imaginación sin precedentes y -en ocasiones- con un exceso de improvisación.

En una de las rotondas de la AV-500 (Carretera de Ávila a El Espinar), cocrétamente en la intersección con las calles Cronista Ruiz Ayúcar y Av. de la Unión Europea, se ubica este tarugo (probablemente, de un olmo, aunque no lo puedo confirmar). Todo en su disposición refleja este estilo postburbuja al que aludíamos, de tal manera que el transeúnte sólo puede exclamar «pa eso mejor haberlo dejao como estaba».

En fin, el arte es todo aquello que nos causa emociones, y este tronco tirao de cualquier manera nos las causa. Así que demos por buena esta hovra, que recuerde a las generaciones futuras que alguien en algún momento pensó que eso hacía bonito. Como el tronco que hay en la rotonda del Cylog, por cierto, todavía más cochambroso.

A VER, PINTADLO DE ARCO IRIS, PONED UNA POESÍA DE MACHADO ALREDEDOR, COLOCADLO AL REVÉS CON UN NIDO DE CIGÜEÑA ENCIMA, O NO PONGAIS NADA.

Cylog

Aquí está la última entrada de junio en el Ávila Road Museum, ese museo disperso por las rotondas de nuestra amada ciudad. Hoy tenemos uno de los más innovadores, el Monumento al Cylog (ojo, se pronuncia «Fronkonstin»), ubicado en una rotonda del Paseo del Cementerio. Se trata de un chirimbolo de material grisáceo, colocado excéntricamente en una rotonda cochambrosa.

Y se preguntarán ustedes… ¿Qué cohone es un cylog? Los aficionados a la ciencia fricción o a la cocina molecular seguro que ya saben que los cylogs son criaturas humanoides similares a los golem, pero hechos de patatas revolconas en lugar de arcilla, y el chem está escrito en un torreznillo. Para los no iniciados, el chem contiene las instrucciones cargadas en su cerebro biónico, que le servirían para desenvolverse en nuestra ciudad; con frases como «ponte la rebequita que luego refresca», «¿qué tienes de pincho?», «pa ir allí tardas menos andando que en coche» o «la calefacción no se enciende hasta que no lo diga la Santa».

Hay quien sospecha que algunos de los próceres abulenses (alcaldes, obispos, delegados, cuneros…) podrían haber sido realmente cylogs, infiltrados por nuestros enemigos segovianos o por los separatistas de Arévalo; programados para parecer que hacen algo, pero que realmente han estado saboteando el progreso de nuestra ciudad, dejándola inmersa en el marasmo y la atonía; todo esto desde la época postmedieval u antes. Esta teoría conspiranoica incluso defiende que este monumento, que está como camuflao y sin llamar la atención, realmente sería un portal para acceder a las dimensiones-mazmorra desde las que se controlan los cylogs.

Bosón de Higgs

Como dijo el sabio, «la cencia no se ace sola, ahi que acerla». Y en esta rotonda, denominada Glorieta Isabelo Álvarez, se ubica uno de los monumentos más centiéficos de Ávila, el monumento al Bosón de Higgs, inaugurado recientemente. Siguiendo la moda, está realizado en fierro morroñoso; pero con la particularidad de utilizar nuestro pavimento favorito -¡el adoquín!- como medio de expresión artít-tica.

Como podrán observar vuesas mercedes, el bosón es una partícula fundamental, representada por la esfera morroñosa que saldría disparada desde nuestro LHC (Large Hadroquin Collider) para ser detectada con su campo asociado (representado por una figura envolvente espiralidosa, también de fierro morroñoso). Junto con los adoquines, hasta la señal de tráfico parece participar en este bello homenaje, indicando cómo giran los haces de partículas a velocidades rapidísmias, siguiendo los caminos marcados por los campos magnéticos y (en su caso) la policía municipal.

Las partículas pueden salir disparadas hacia la C/Canteros, al Paseo de la Encarnación, al Paseo del Cementerio en dirección Ávila, al Jardín de la Viña, a la C/Félix Rodríguez de la Fuente, o al Paseo del Cementerio en dirección al susodicho. Todo es supersimétrico en esta rotonda. Incluso los adoquines están mejor colocados que en algunas calles.

Metaaaal

Llega al Ávila Road Museum una bonita y reluciente hovra denominada «Compañeros del Metaaaal». Se encuentra en la Plaza del Ejército (de La Flor Valenciana, para los locales) en otra rotonda triangular (como la de Los Tres Cerditos), pero que con la semipeatonalización de la plaza ha disimulado su condición de figura rotondera. Sin embargo, en su origen lo era.

A diferencia de la mayoría de piezas metálicas que componen el Ávila Road Museum, ésta no está fabricada en fierro morroñoso, sino en un refulgente y bruñido metal inoxidable marca Acme. Y, como otros de los chirimbolos de nuestra ciudad, con una múltiple y metafórica dedicatoria. Por un lado, Compañeros del Metaaal hace referencia a los trabajadores de la antaño floreciente industria abulense del metal y la automoción. Por otro, es una dedicatoria al país considerado como el paraísö mündial del heavy metal: Finlandia.

Indudablemente, la elección de este metal, en detrimento del morroñoso, y su disposición en ordenado caos, también hace referencia a los bloques de hielo de la Fortaleza de la Soledad de Superman (la casa de verano del hombre de acero), ubicada un poco más al norte de Rovaniemi (en Finlandia, claro). Por si fuera poco, es gimnasio pokémon.

Por último, algunos ejpertos consideran que todo esto son pajas mentales. No duden en visitarla y expresar su opinión, a ser posible sin utilizarla como urinario público (véase la afoto), entrando por el otro lao.

Casita de ladrillos de «Los 3 cerditos»

El Ayuntamiento de Ávila, siempre pensando en la infancia, colocó en esta rotonda (que es triangular, by the way) un bello símbolo de uno de nuestros cuentos favoritos: Los Tres Cerditos. Realizada en ladrillo visto, se ubica en la bajada de Santo Tomás (anteriormente, «Bajada del Alférez Provisional, Cadáver Efectivo»), en su confluencia con la C/ Dr. Jesús Galán.

El monumento representa la casa del cerdito listo y trabajador, que la hizo de ladrillos. Las casas de los otros cerditos no están, siguiendo la literalidad del cuento; porque los cerditos vagos, queridos niños, que las hicieron de paja o de palitos, vieron cómo el lobo soplaba y soplaba y sus casas derribaba. Así que la obra representa el final del cuento, con su dura moraleja: «la meritocracia crea una sociedad más justa, donde los logros personales se obtienen en función de los esfuerzos y las capacidades individuales».

El cerdito que vive dentro sigue lanzando proclamas por el ventanuco: «alquilar es tirar el dinero», «la vivienda nunca baja»o «menos samba y más trabajar», aunque el ruido del tráfico no siempre permite oírlas.

El Teresímetro

Como ya sabrán los seguidores del Ávila Street Museum, y de ésta su serie derivada, Ávila Road Museum, son innumerables las imágenes de Santa Teresa que están repartidas por nuestra ciudad, en forma de estatua, óleo sobre lienzo, bajorrelieve, temple sobre tabla, cartel, altorrelieve, holograma, acrílico sobre gotelé, logotipo, recuerdo, pin, colgante o yema. Incluso tenemos algún cacho del cuerpo (no dispongo ahora mismo del mapa de despiece y corte).

Enterado de esto la Corporación Municipal, a la que no se le escapa ni una, decidió instalar un Contador de Teresas, diseñado con la novedosa tecnología de Cadena de Bloques de Granito y actualizado en tiempo real mediante un procedimiento de minería, que para algo somos Ávila Clever & Smart City. En el momento de realizar la fotografía, el contador iba por 1.515. El colgajo ese que tiene arriba es la antena de la wifi.

Está ubicado en la Avda Madrid, en su confluencia con la Calle Encarnación, al lado del Xi Hu (amigo del Camarada, por cierto).

Nosepass a punto de evolucionar

El monumento al Pokemon Nosepass es una muestra más del compromiso de la ciudad abulense con las nuevas tecnologías, el metaverso y el mundo gamer, en línea con la distinción «Ávila, Clever & Smart City». Se ubica en la confluencia de la carretera del Espinar con la carretera de Madrid, denominada Avda de Juan Carlos I o Carretera Villacastín-Vigo o N-110 (Soria-Plasencia) o N-501 (Madrid-Salamanca). Ahí, tojunto en una misma línea, como ecuaciones equivalentes.

El origen de la figura es extraño. Parece ser que a Nalvillos Blázquez, un empresario local, le salió como regalo en un Phoskitos, lo que desató las protestas y envidias de sus compañeros de la Cámara de Comercio, que entendían que puesto que el Phoskitos había sido cargado a la entidad como dietas por parte del empresario (la costumbre), el regalo debería ser propiedad de la Cámara. El empresario adujo que, dado que no iba a regurgitar el pastelillo, tampoco iba a entregar el regalo. Esto estuvo a punto de provocar la desaparición de la Cámara de Comercio. Después de años de disputas, Nalvillos decidió donar la figura a la ciudad, para que no hubiera rencillas.

Nosepass es un Pokémon de tipo roca introducido en la tercera generación. Está realizado en fierro morroñoso (y ya van 3 de 3 hovras). Persisten las dudas sobre si el Pokémon está bien orientado, o si realmente se trata de un Probopass sin bigote.

Engranaje relojero

«El Relojero de Ávila» es un monumento extraño, como la mayoría de los chirimbolos del Ávila Road Museum. Realizada en fierro morroñoso, como la hovra anterior («La Bragueta de Villatoro»), la pieza representa un engranaje de un reloj postmedieval, una rueda dentada cuyo giro marca el paso del tiempo; y hace referencia a una actividad muy tradicional en nuestra provincia.

Como está frente al lienzo norte de la muralla (ese que, cuando nieva, sale por la tele con los chavales deslizando el culo por la laera), es visto frecuentemente por los turistas que, desde la distancia, lo interpretan de diversas maneras: «¡Es el pokemon Klinklang!», «¡Es el giratiempos de Harry Potter!»; los franceses son los que más se acercan: «C’est Monsieur Chrono!».

Como ubicación más precisa, está en la Avda. Madrid (nuestra vía más rotondil, ya lo verán si nos siguen), en el punto en el que parte la Ronda Vieja (cuesta de adoquines que rodea la muralla y suele salir por la tele con ocasión de diversos eventos deportivos); en sentido contrario está la Calle del Molino del Carril (conocida en Ávila como «los Guindillas»). Para rematar con el tema de costumbres abulenses, en las fiestas del barrio más fiestero (y pro-vacuna) de Ávila, en esta zona se procesiona y baila al ritmo del pasodoble «El Gato Montés». Que pensaréis que me invento toas estas insensateces, pero no; semos asín. Denle like y suscríbanse.

Cremallera

Comienza la sección Ávila Road Museum con esta simpática obra. La Bragueta de Villatoro es un rotundo homenaje al accidente geográfico que ocasionalmente mitiga nuestra pertinaz sequía; pues han de saber vuesas mercedes que, igual que en otras latitudes se asignan metáforas y metonimias a los vientos (cuando «soplan» vientos ábregos, tramontana o el Moncayo), en Ávila se asigna esta procedencia «de la bragueta» a los vientos húmedos que, favorecidos por el desnivel del Puerto de Villatoro (al oeste de la capital) y libres del perverso efecto Foehn que castiga a las borrascas del sur, son capaces de regar ubérrimamente nuestro suelo cual Manneken Pis meteorológico. La propia obra en sí es otra metáfora.

Este exvoto pagano está realizado en fierro morroñoso, el material preferido de los artit-tas modernos. Se encuentra en la Avda de Madrid, en su confluencia con la Avda. de Portugal. Anteriormente en este mismo sitio hubo una fuentecilla; pero la ubicación de la rotonda, en una umbría, favorecía la formación de icebergs.

El cruce, como tantos otros de nuestra ciudad, estuvo regulado por semáforos hasta que el movimiento rotondista se impuso. La revolución semaforoclasta fue tan agresiva en Ávila que prácticamente hay más semáforos en el Parque Infantil de Tráfico que en el resto de la ciudad; se conservan a modo de reliquia para que los niños pueden identificarlos y sepan cómo comportarse cuando viajen a ciudades normales.

Vivaspaña

Comienza aquí a petición del público, un spin-off de la serie Ávila Street Museum, denominada, como se indica ut supra, Ávila Road Museum.

Porque desde que Raimundo de Borgoña fue convocado a repoblar nuestro escabroso y yermo territorio, en época pre-postmedieval, y trajo desde sus tierras sus gabachas costumbres, mandó a sus subalternos cumplir lo siguiente: «E fáganse rotondas en todos los crusces do sitio oviera, para evitar que se esnafren caballeros, garçones e mercaderes«. Y aquí viene lo importante: «e se ponga en cada rotonda una ymagen de piedra labrada o quanto menos un árbol, porque los ruanos de la cibdad, que se conduzen como un pizzaiolo con vespino, van cantando: si la rotonda no tiene una fuente, la paso de frente; si la rotonda no tiene un arbusto, la salto con gusto«.

Por eso, las hovras de las rotondas tienen una cuádruple misión: la primera (que comparten con las figuras del Ávila Street Museum) es dar gusto a las musas, a la belleza y al harte en jeneral. La segunda, como ya pedía Don Raimundo, es servir de obstáculo para evitar que los conductores «hagan un recto». En paralelo, la tercera función es aportar visibilidad: algunas rotondas de la Avda Madrid, los primeros sábados por la noche después de haber sido montadas (sólo con un bordillo y césped o gravilla), sufrieron embistes de conductores que -confundidos por la noche- ignoraban la nueva disposición vial. Y, last but not least, servir de alimento al ego de nuestros próceres y munícipes, ansiosos por dejar su impronta para la posteridad, como Ramsés II en Abu Simbel. Ay, si los egipcios hubieran conocido la rotonda…

Las rotondas, además, llaman a la innovación artística: son como un petit-Pompidou, un little-MOMA, un txiki-Guggenheim. En ellas nos podemos encontrar las obras más vanguardistas, horteras y perrofláuticas. También sirven para ubicar cacharros viejos y excedentes de obra que, rodeados por parterres de petunias o pensamientos (flores rotonderas por excelencia), adquieren un nuevo significado. No sé cuál. Alguno.

Por tanto, queda inaugurada esta sección con la rotonda más emblemática de nuestra ciudad, donde confluyen las carreteras Madrid-Salamanca, Soria-Plasencia y Toledo-Valladolid, amén de otras callejuelas y vías de servicio. Esta rotonda tiene una enorme fuente, que a veces hasta echa chorrazo, y en ella fue instalada nuestra insignia nacional, que los días de viento ondea orgullosa recordando que Ávila es una ciudad como Dios manda. Y además es un jran anemómetro.