Con Deportes Mal Practicados voy a cambiar un poco el tono de esta sección, a la espera de que el Camarada inaugure la nueva, dedicada a los problemas de la crianza de gatos preadolescentes. Si durante todos estos postes (plural castellanizado de post) les he desaconsejado deportes, hoy les vengo a explicar que, además, muchos de los deportes se practican mal. Quicir, puede que se practiquen según las reglas originales (con algún cambio ocasional para ganar audiencia), pero esas reglas estaban pensadas para gente como usted o como yo (sobre todo, como yo), no para la gentuza que los practica ahora.

El ejemplo más claro es el baloncesto. El cura* que lo inventó trataba de organizar una actividad pelotera para jugar dentro del gimnasio cuando hacía mal tiempo. Y se le ocurrieron las reglas del juego, similares a las actuales, pero con una salvedad: la altura de la cesta o canasta (que de primeras fijó en 10 pies, o sea, 305 cm) estaba pensada para que NADIE LLEGASE. De hecho, cuando se encestaba, había que sacar el balón con una escalera (originalmente era una cesta normal, de ahí el nombre). Un buen partido podía terminar en 12-10.

Como digo, si los jugadores fuesen gente como yo (que a finales del XIX habría sido un tío alto, por lo menos más que el promedio) no hubiera habido problema; pero la cosa es que ahora llegan al aro. Algunos, sin saltar. Eso debería ser considerado como una perversión de las normas del reverendo Naismith, que nos mirará enojado desde el Hall of Fame de la NBA. Por tanto, propongo que la canasta se coloque a 15 pies (457 cm) y el juego recupere su espíritu original. Seguirán teniendo ventaja los altos, pero eso de hacer mates in your face se les terminaría.

Otro ejemplo de deporte mal hecho es el balonmano, deporte cuyo campo reglamentario tiene un área dentro de la cual no puede entrar nadie. Esto servía para evitar masacrar a los porteros, ya que como muy cerca puedes lanzar desde seis metros, que no es mucho, pero es algo. Pero la concepción del espaciotiempo en el balonmano se diseñó mal, ya que el límite de las áreas no lo marca la vertical de las líneas (como en el fútbol o en cualquier ordenamiento civilizado de límites rústicos y urbanos), y por ello se considera que un jugador no invade el extranjero mientras está en el aire, partiendo desde su país.

Esta estupidez (también se da en el baloncesto) llevó a que un buen día, a algún tramposillo que leyó la letra pequeña se le ocurrió saltar hacia el portero y lanzar en el aire (o justito al apoyar, que yo creo que lo hacen muchos). Así, los delanteros se plantan justo en los morros del portero, que si tiene la desgracia de parar el balonazo se quedará más jodido que contento. SI HAY UNA RAYA NO SE PASA LA RAYA, JOSDEFRUTA. Por lo tanto, propongo considerar ortogonalmente el área privativa del portero, en el que nadie pueda entrar. Es más, yo pondría una barandilla o una barra de bar o algo así para que quedase bien claro.

Luego hay deportes que ya parten de un concepto erróneo, como el waterpolo**, esto es, EL POLO** EN EL AGUA. A ver, jugar en el agua sin hacer pie ya es peligroso, pero es que el polo SE JUEGA A CABALLO. Así que aquí todo está mal. Propongo una renovación total del juego. El nuevo waterpolo hará honor a su nombre y se jugará sobre flotadores con forma de caballito (el portero con uno de unicornio, si puede ser), que dificultará además las aguadillas; guarrada típica de este juego y que los árbitros no pueden ver bien desde fuera de la piscina.

Para terminar con cosas mal hechas, hablemos del tenis. Y atiendan, que esto que voy a decir se ha planteado en serio por la gente que corruptamente*** dirige este deporte, y tiene que ver con el saque. En este juego postmedieval, exclusivo de la nobleza, la pelota se ponía en juego -noblesse obligue- con un toque normalito, «a cucharilla». Pero con el devenir de los tiempos, el juego se empezó a practicar por burgueses sin escrúpulos que sólo pensaban en ganar, y en 1878 a un tal Myers se le ocurrió eso de sacar lanzando la bola por encima de su cabeza, dejando estupefactos a sus rivales (que ante la imprevisión del reglamento**** no podían protestar). Pronto fue imitado por el resto de jugadores.

Ya a principios del XX, Maurice McLoughlin se hizo famoso por su saque, al que llamaron «cannonball serve», y que le permitía obtener una ventaja decisiva. Poco a poco, el tenis fue jugándose por jugadores cada vez más citius, altius, bestius; las raquetas mejoraron; y en la actualidad el saque es tan decisivo, sobre todo en pistas rápidas, que los especialistas ganan la mayoría de sus puntos con este golpe. Así, un juego pensado para entretenerse un rato con Mme Pompadour peloteando paquí y pallí quedó reducido a un saque, o a lo sumo a eso de saque-volea. Más de una vez la cúpula tenística se ha planteado a) recortar el área de saque o b) eliminar la opción al segundo saque si fallas el primero… pero sería un cambio muy radical que -obvio- perjudicaría a los «cañoneros», en beneficio de otros jugadores.

Y así, además de desaconsejar deportes, este bló solicita que se vuelvan a jugar con el espíritu original de los padres fundadores.

(*) John Naismith nació en Almonte (pero Almonte, Ontario, Canadá, no la de El Rocío) y trabajó en Springfield (Massachusetts, USA, pero no la de los Simpson), sitios frescos; de ahí lo de inventar un juego indoor. Fue capellán, médico, militar y entrenador.

(**) El polo es un juego de las hordas esteparias centroasiáticas, cuyo nombre procede de la palabra PULU, que al parecer podría significar «pelota» o «bola», aunque originalmente se jugaba con las cabezas de los enemigos.

(***) Lo de dirigir corruptamente deportes es algo inherente al cargo cuando en ese deporte se mueve dinero. Incluso, a veces, cuando no se mueve.

(****) En el pádel se prohibe esa aberración, aunque he tenido rivales que interpretan eso de «sacar por debajo de la cintura» dando por hecho que vale llevar el cinturón como Obélix o Julián Muñoz, esto es, a la altura de las tetillas.

Las olimpiadas son como los Juegos Reunidos Geyper* del deporte. Se inventaron en la antigua Grecia como una manera de reducir las tensiones entre las ciudades-estado, a base de realizar enfrentamientos de guerra simulada entre varones en pelotas (recordamos que «gimnasta» viene a signficar, etimológicamente, «el que entrena desnudo»). También suponían una tregua entre naciones; ese espíritu permanece hoy en día, y la política se queda al margen y JAHJAJAJAJAJAJA UNA POLLA. Mejor me callo.

Las olimpiadas son una manera de hacer deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos; al menos como están planteadas ahora. No sólo porque este año hayan incluido el breakdance (que ya sólo ello debería bastar), es que suponen pervertir el concepto de deporte. A ver, el deporte es sano (en pequeñas dosis), pero las olimpiadas fomentan el patrioterismo más que el deporte en sí**. Sólo es importante ganar una medalla y explicar que lo has conseguido únicamente gracias al esfuerzo. Que es una condición necesaria, sí, pero casi nunca suficiente.

Las olimpiadas comienzan con la adjudicación de una sede, a varios años vista. Éste es un proceso que combina corrupción y megalomanía a partes iguales. Bueno, no, predomina la corrupción. Si bien la cosa del trinque ya empieza cuando se preparan las candidaturas, la concesión dispara un pelotazo de construcción y urbanismo cipótico que suele dejar exhaustas las arcas del país/ciudad organizador, pero que nutre los bolsillos de un reducido grupo de gente. La propia elección de la ciudad organizadora ya implica enormes desembolsos para promocionar (guiño, guiño) la candidatura.

Una vez adjudicado el tema, a las olimpiadas se les coloca un traje que se llama ALTRUISMO (justo lo opuesto de lo que son). Comienza una campaña de desinformación para a) justificar o -preferiblemente- ocultar inversiones gastos; y b) convencer a la gente de los beneficios que supondrá para Nuestra Imagen Como País convertirnos en el Escaparate del Mundo por unos días; por lo que se solicita la colaboración ciudadana de todas las maneras posibles, en especial, como Voluntarios.

Mientras eso sucede, las excavadoras toman la ciudad, en sentido real y metafórico; pues a la fase constructiva se une otra destructiva para erradicar todo aquello que no es conveniente que se vea, de una manera que haría salivar a Goebbels. No exagero, preguntad a alguien que viviese la deportación de los habitantes de lo que luego fue la Villa Olímpica, con destino a El Prat de Llobregat y otros campos de concentración.

Hay un pequeño detalle que se realiza aparte de todo esto y a veces se descuida; a las olimpiadas van deportistas, y tienen que entrenar con ahínco (por lo mismo de antes, la Imagen del País es importante). Eso supone tratar de convencer*** a gente de que, por la milésima parte de lo que gana un fumbolista, tienen que destrozarse el cuerpo y perder la juventud para que se les vea un ratito; porque no tendrán otra oportunidad hasta los siguientes cuatro años. En los países pobres es más fácil; allí el deporte supone un modo de promoción social.

Por fin llega el de la inauguración, que comienza con una demostración (más o menos teatralizada) de cantar al mundo «los de mi pueblo somos la ostia, viva la madre que nos parió». Y empiezan las competiciones, y los medios nos saturan de tantos deportes que no se suelen ver por la tele, salvo en caso de accidente. Hay un montón, cada vez se añaden más para que haya más sitio donde trincar. También se valora que sean entretenidos, como el voley-playa femenino.

En resumen, las olimpiadas juntan a presidentes de federaciones, políticos narcisistas y un montón de gente sin escrúpulos en una barra libre de decisiones cipóticas no auditadas. Y también hay deportistas.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra desaconsejación.

(*) Millenials, los juegos reunidos (había varias cajas, 15, 25, 50 o cosas así) era un set de juegos de mesa sencillos y sin copyright (no penséis en el risk o el cluedo) que hacían las delicias de los niños (de algunos) hasta que la Transición nos convirtió en drogadictos. Incluían varios tableros plegados (parchís, oca, tres en raya, damas…) y fichas para jugar.

(**) Si bien es cierto que en todos estos saraos surgen emocionantes ejemplos de compañerismo y deportividad, las contraindicaciones superan a los beneficios.

(***) Durante la guerra fría, especialmente en los países comunistas, lo de «convencer» llegó a extremos paranoicos; vidas como las de Nadia Comaneci dan fe de ello. Había que ganar a la corrupta Occidente de cualquier manera. Todavía queda algún récord vigente desde aquella época.

Por petición popular del 50% de los admiradores de este bló, Willy**, traigo ante vds un nuevo DDID (Deporte Desaconsejado de Innecesaria Desaconsejación); pero como lo cortés no quita lo atahualpa, se lo voy a desaconsejar, que nunca está de más y es posible que estas letrujas lleguen al comité olímpico. Vamo a ello…

Nadar en el Sena es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Noten vds que en el párrafo 3º, sección 2ª del posh dedicado a la natación ya hacía referencia a que (cito textualmente) la humedad facilita la aparición de otitis, hongos, pie de atleta, moluscos u otras infecciones en los sitios que peor te vienen. Nótese que yo me refería a nadar en un sitio aparentemente limpio, pero lo del Sena ya es otro nivel.

Los admiradores de Terry Pratchett sabemos que el río Ankh, que divide en dos a la capital oficiosa del Mundodisco, Ankh-Morpork, sólo se considera río porque lo de dentro se mueve algo más deprisa que sus orillas; y en él es posible dibujar con tiza el contorno de un cadáver. Vale que el Sena no llega a tanto, pero cualquier río que atraviese una capital de ese tamaño*** es obvio que va a recibir las mierdas de minoyes de habitantes, entre personas y parisinos****.

Pues bien, alguien -orgulloso y cabezón- decidió que ese era un buen lugar para celebrar competiciones deportivas. Para que la gente conozca y se anime a visitar París, ya saben, esa ciudad tan desconocida. Sólo si Venecia hubiera propuesto celebrar la natación por sus canales y el waterpolo en la Plaza de San Marcos durante una «acqua alta» se habría podido superar esta idea feliz.

Imagino que el Comité habrá echado cloro y otras sustancias a cascoporro, hasta liarla parda; pero no han conseguido evitar que los triatletas vayan por ahí convertidos en una placa petri con patas, criando en su interior y en sus mucosas cepas de bacterias y de otros seres mutantes que probablemente aún no estén catalogados por los científicos.

Hay algo que debería dar otra pista. Los barquichuelos para turistas que pululan por el Sena se llaman bateaux-mouches. Que literalmente significa «barcos-mosca». El nombre es raro y tiene varias explicaciones, pero es claro que las moscas acuden a la mierda.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra innecesaria desaconsejación.

(*) Iba a titular el pos «Competición Senil», pero igual se pensaban vds que me refería a Biden y Trump.

/**) Ah, que el otro también se llama Willy. Me refiero a https://x.com/__Willy_

(***) Habrá depuradoras, sí, pero si habéis visitado París habréis visto que para limpiar las calles abren las bocas de riego y el agua va arrastrando todo cuesta abajo.

(****) El parisino, para el resto de franceses, es como si mezclas el dominguero madrileño, el pixapins barcelonés, el señorito sevillano, etc, lo agitas y le introduces una baguette por el orto. En este caso, además, tenemos una intersección entre el conjunto de «parisinos» y el de «directivos de cosas deportivas». El subconjunto A ∩ B resultante se lo pueden imaginar, es como si aquí la Botella y el Rubiales hubieran organizado las olimpiadas en Madrid (vaya bala esquivamos, tú).

Hace tiempo que no les doy la turra con alguna de mis aficiones deportivas, y hoy voy a estirar un poco la definición para (a) considerar algo como deporte y (b) desconsiderarlo. Buscar setas es un deporte (para algunos, un negocio) que consiste en ir al campo a recolectar ejemplares macroscópicos del reino Fungi, obteniendo un miniorgasmo cada vez que se localiza un ejemplar, independientemente del fin que se le vaya a dar al mismo (consumir, vender, envenenar al César…).

Buscar setas es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Es frustrante y puedes morir en el intento; de varias maneras; a cual más horrible. El buscador puede sufrir lesiones in situ: esguinces, caídas, ataques de jabalíes, disparos de cazadores que te confunden con un jabalí, picaduras diversas (zarzas, ortigas, serpientes, etc); y también a posteriori, tras consumir el producto. Es famoso el dicho de los micólogos: «todas las setas son comestibles, al menos una vez«; pero no sólo es eso; las setas son ejpertas en acumular moléculas de metales pesados y otras toxinas que, aunque no nos asesinen de golpe, nos van fastidiando poco a poco.

Lo de la toxicidad en sí es tema de debate. Si vds toman un libro de hace 30 ó 40 años verán que hay setas que aparecen como «comestible, riquísima» y hoy vienen como «mortal». El ejemplo de la seta de los caballeros* es el más típico: una seta fácil de identificar y consumida habitualmente, hasta que un buen día va alguien y se muere. La gracia es una toxina que funciona como un muñeco sorpresa: si no te pasas, la vas eliminando, pero si te das un atracón y alcanzas un umbral, ¡bing! te da un azipurri. Por eso desde 2006 tiene una «prohibición cautelar» de su comercialización**.

En general, pocas setas causan la muerte inmediata; suelen pasar varias horas o incluso días hasta que se manifiestan los síntomas, y en algún caso, puede pasar un mes, lo que históricamente dificultaba la identificación de las setas chungas. Algunas son tóxicas si se cocinan poco o en crudo; otras lo son si se mezclan con alcohol. Por último, hay quien las consume a modo de alucinógeno, lo que también desaconsejamos porque suelen tener efectos secundarios (entripaos, sobre todo) y es muy variable cómo afecta cada seta a cada persona. De hecho, incluso si vas a consumir una seta «buena» por primera vez, es recomendable probar sólo un poquito por si nuestro organismo no la tolera bien.

Intoxicaciones aparte, tratar de entender de setas en sí es un deporte de riesgo. Tu ves una seta y te preguntas cómo se llama (libros, internet, amigos ejpertos…), y te sale: nízcalo, mícalo, guíscano, túscany… y si la guía es multilingüe, otras tantas palabrejas en catalán, euskera***, gallego, etc. A veces un nombre vulgar designa setas distintas en distintas partes. Ah, pero hay un nombre científico, uno para gobernarlos a todos, para encontrarlos y hacer risotto con ellos… ¿no?

Pues no. Lo que para uno es un Lactarius Sabrosus, para otro es, indudablemente, el Mizcalus naränjitus, y un tercero dirá que realmente era un Lactarius riquisimus var. ketchup. Las propias setas han puesto de su parte camuflando sus intenciones, por ejemplo, los «pedos de lobo«, que antiguamente se consideraban parte de los gasterales, un grupo «poco evolucionado» (por no tener «forma de seta»); resulta que lo han mirao bien y básicamente son un «champiñón vago», que vuelve a una forma más simple, quedándose en fase de huevo y soltando las esporas cuando alguien lo pisa. Y han tenido que recolocar todas las ramas de clases, órdenes y familias, para desesperación de los estudiantes del ramo. Después de llevar un tiempo en ello, he llegado a la conclusión de que la setología consiste en algo así como tratar de representar «juego de tronos» con los nombres de las especies. Cada hongólogo organiza el tema como le sale de la punta del Phallus impudicus.

Y con esto llegamos a lo que me ha dado la idea para este post, relativo a la identificación. Se han puesto de moda las aplicaciones para identificar setas con el móvil, con IA y todo; haciendo una foto y pasándosela al poglama. Puede estar bien como juego, pero NUNCA se coman una seta identificada sólo por este sistema. Las setas son más cambiantes que la mayoría de los organismos. La más mortal de las que tenemos por aquí, la Amanita phalloides, normalmente es de un color verde botella claro, pero puede ser completamente blanca, grisácea, o tener otras pigmentaciones. «Debe» tener anillo y volva, pero puede haberlo perdido al crecer, y parecer un champiñón o -cuando es joven- un gurumelo. Y, sobre todo, está muy rica (a diferencia de otras setas cuya «parecida chunga» huele mal o sabe a rayos). Buscar setas no es un juego.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra desaconsejación.

(*) Yo la he comido varias veces, y está rica. Y aquí sigo, para vuestra desgracia.

(**) Hay otras setas que tienen la misma toxina, y se pueden comercializar. Eso es porque todavía no se ha muerto nadie por darse un atracón de boletus. No sea vd el primero… En cualquier caso, no se dé un atracón de ningún tipo de seta. Un piquito, y ya.

(***) Lo de los vascos**** con las setas es pa echarlos de comer aparte. Un micólogo encuentra una especie aparentemente nueva, se la lleva a un vasco, y le dice «ah, sí; ziza gorrigorri txuriurdin, llamamos… Crece mucho en Atacama en años lluviosos, y nosotros cogemos a veces en arenal de Aitzuri…

(****) Robasetas, para los navarros. Que el tema de mantener secreto el lugar donde llenas tu cesta es el mantra del setero.

Retomamos puntualmente la serie de deportes desaconsejados con uno nuevo que nos ha aparecido al quitar la alfombra y mirar debajo: el topurio. Porque no sé cómo se llama lo que hace el señor ese, sé que es uno de los de pegarse (que ya hemos desaconsejado en este bló), pero con nombre raro. Lo organiza una empresa autoproclamada como organizadora, y no sería de extrañar que lo hicieran olímpico en un proceso de beatificación exprés. Y conste que si no saliere será por algún contencioso económico.

El topurio es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. No sólo tiene que ver con que, dentro de los de pegarse, este engendro es de los que prescinde de la filosofía de las artes marciales orientales (disciplina, respeto, defensa…); es que se centra en la parte macarra de fostiarse: en las presentaciones de los combates no es raro que ya hagan ese paripé de amenazarse como dos borrachos en un bar, en plan «eso no me lo dices en la calle».

Lo del topurio ya me comenzó a hacer sospechar cuando un sobrino nos mandó una foto en la que salía él con alguien que yo no conocía, me imaginé que sería algún nuevo fichaje fumbolero, pero no. Era uno que vino en un barco de nombre extranjero y que al parecer ya era algo famosete, al menos entre la mocedad consumidora de ciertas redes sociales, cuyo nombre no pronunciaré aquí. Por ello no es de extrañar que nuestros mandamases, desde IDA a Perrochánche hayan corrido a fotografiarse* con él a las primeras de cambio, que eso da clicks.

La gracia de esto es que podría pasar por una manera de renovar el boxeo, que lleva decayendo desde aquellos tiempos jloriosos que siempre cita José Luis Garci cuando presenta una película… Cambiamos las reglas (para que sea aun más bestia), ponemos un poco de la estética de los nuevos gladiadores** que entrenan para triunfar en los circos que nos montamos ahora; y que además llevan aparejada una buena dosis de «ideología de los ganadores», esa de los self made men-criptobros-vendehumos que encandilan con su coaching y sus demostraciones de riqueza neolibeggal.

Cuando tenemos a famosos deportistas diciendo que «las chicas» no deben cobrar lo mismo que ellos porque el deporte femenino lo ve menos gente, deberíamos preguntarnos qué es lo que hace que un deporte completamente desconocido hasta hace cuarto de hora, de repente ocupe portadas y salga por la tele a todas horas, a diferencia de otros campeones del mundo de cosas de pegarse que tenemos hasta en Salamanca y no conoce ni el tato.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra desaconsejación.

(*) Y a proclamarlo muy español y mucho español, creo que el mismísmio Sánchez le ha dibujao el DNI a mano en la Moncloa. Por cierto, los jóvenes no os acordaréis de un tal Juanito Mühlegg…

(**) Ahora se llaman máquina, monstruo, titán, fiera, crack, etc.

Concluye esta serie de deportes desaconsejados con el único que realmente aconsejamos, el deporte emérito por antonomasia, el que combina precisión con diversión, el que no requiere que seas citius ni altius ni fortius, el auténticamente olímpico (esto es, al que juegan Héctor, Aquiles, Agamenón y Menelao en la residencia «Monte Olimpo»): LA PETANCA.

La petanca es un deporte que, desde esta bitácora, ACONSEJAMOS. Aunque hay diversas modalidades*, consiste en que cada jugador o equipo lanza cierto número de bolas tratando de ser el que más se aproxime a una pequeñita (boliche) que se lanza antes. Es legal golpear a las bolas precedentes para tratar de recolocar a nuestro favor la estructura bolística. Un complemento ideal para la chepa es una especie de yoyó con un imán que sirve para recoger las bolas del suelo sin tener que agacharse.

Las reglas no pueden ser más sencillas. Se puede jugar casi en cualquier lugar, incluso en interiores. Se pueden usar bolas de cualquier tipo, incluso gurruñitos de papel arrugao. Con equipos mixtos o de cualquier edad. En silla de ruedas. Emitamos pues, un nihil obstat, declarando que la petanca es el deporte perfecto.

A continuación les contaré lo que para mí representa el éxtasis deportivo absoluto. Esta epifanía me sucedió en la isla de La Gomera, mientras esperaba la vuelta del ferry que me devolvería a la de Tenerife. Cerca del puerto de San Sebastián había unos jubilados jugando a una variedad hasta entonces desconocida para mí; una petanca por equipos; se enfrentaban dos equipos de varios jugadores, cada equipo tenía diez o doce bolas. Comienza uno con la primera bola (que lógicamente, en ese momento es la que está más cerca del boliche), y el siguiente equipo tiene que lanzar bolas hasta tener alguna más próxima que las del contrario; momento en el que cambia el turno; así hasta que un equipo agota sus bolas. Cuantas más bolas sin usar tenga el equipo ganador, más puntos se lleva. Creo.

Me llamó la atención que en uno de los equipos había un jugador que siempre permanecía sentado, parecía ser el mayor de ellos. Y aquí he de hacer un inciso. Como vds conocerán, los habitantes de las Islas Canarias tienen fama de tomarse la vida con más calma que el godo peninsular medio; eso lo pude comprobar cuando comenzamos a turistear por Tenerife. Sin embargo, cuando fuimos a La Gomera pude darme cuenta de que los tinerfeños son unos estresaos paranoicos al lado de los gomeros. Aquello es otro planeta.

Pues bien, estamos presenciando un partido de Jubilados Gomeros. Eso ya de por sí transmite paz y tranquilidad. Pero el jugador al que me refiero era otro nivel. Estaba sentado IRRADIANDO calma a su equipo. Si los del CERN inventasen un interferómetro capaz de detectar las ondas de placidez, este tío lo reventaría desde su isla. Asistía al juego sin participar en las chanzas y chacotas que -sin perder la compostura y la bonanza- se iban lanzando los jugadores según el lanzamiento era mejor o peor. Hasta que, cuando el equipo contrario aproximaba mucho una de sus bolas al boliche, sus compañeros se volvían y lo miraban.

Eso me impidió conocer su nombre, porque no le decían «te toca, Paco» o «sal y reviéntala, Manolo». Lo miraban. Con calma, claro. Entonces Él se levantaba del poyo, sin perder la serenidad, se dirigía a la raya de lanzamiento, y lanzaba Su Bola. Sin aspavientos, sin gesticular, sin histrionismos innecesarios. La bola siempre impactaba a la de los rivales, alejándola del boliche, y devolviendo la primacía a su equipo. Volvía parsimonioso al asiento y a la contemplación. Ni siquiera era felicitado por los compañeros, tal era la confianza que tenían en Su Sagrada Puntería. Jamás admiraré más a ningún deportista, Señor de la Petanca, Apartador de Enemigos, Rey de la Precisión, del Pulso y de las Esferas.

Por todo esto, la petanca es el deporte que les aconsejamos. Sencillo y barato a más no poder. Vayan practicando, les llegará su hora.

(*) No todas son aconsejables. En los países bárbaros han inventado modalidades relacionadas, en las que se deslizan artefactos discoidales tratando de colocarlos cerca de un objetivo-diana dibujado al final de la pista. La más famosa de ellas**, el curling, proporciona la ridícula estampa de los barredores compulsivos que recorren la pista delante del deslizador. Supongo que completan el cuadro los guiris borrachuzos y ludópatas (valga el pleonasmo) que lo están viendo, tras hacer sus apuestas, a través de la espesa niebla etílica del pub, cantando Got on a lucky one, came in eighteen to oooone.

(**) Es famoso porque cuando navegas por los canales disponibles de allende la TDT (satélite, tv de pago, tv de un hotel, etc), en la parte de deportes SIEMPRE te aparece una competición de curling, es como el Radio María del streaming deportivo; las primeras veces te hipnotiza y te quedas mirando aquello tratando de entender qué sentido tiene ese despropósito escobado.

P.D. : A partir de ahora, si alguien tiene alguna petición, si tiene dudas sobre comenzar a practicar algún deporte, o si cree que nos hemos dejado algo importante, que nos lo comunique por los cauces habituales y será oportunamente atendido y desaconsejado. Aquí no practicamos el silencio administrativo. Bueno, el Camarada últimamente sí, pero tiene cosas más importantes que hacer.

Patinar es una actividad peligrosa que consiste en desplazarse sobre algo que ruede o resbale (sobre superficies sólidas), bien para echar carreras, bien para demostrar al resto de los mortales que no sólo no te esnafras, sino que además eres capaz de dar golteretas y piruetas (sólo o en compañía de otros). Puede ser deslizándose sobre hielo (los patines son cuchillas peligrosas) o montao en algo que ruede, sean botas con ruedines, sea alguna tabla ruedizada con o sin manillar.

El patinaje es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Aprender a patinar consiste, básicamente, en caerse. Muchas veces. Y cuando ya maomeno parece que sabes, puesto que tienes que ir al límite (ya sea en cuanto a la velocidad, ya sea en cuanto al riesgo de las figuras artísticas) vuelves a tener amplias posibilidades de estampar los morros o el culo contra el suelo. Constantemente.

Algunas modalidades de patinar parecen diseñadas expresamente pensando en el pa’bernos matao. Me hace especial gracia eso del monopatín acrobático; cuando ya la gente era capaz de deslizarse por la acera, usándolo como medio de transporte, se les empezaron a ocurrir colocar trampas y rampas, no tanto para demostrar habilidad, sino para que el esnaframiento -de producirse- fuese más estético y divertido (para el contemplador). En el caso del half-pipe, por ejemplo, la idea es realizar un movimiento pendular sobre una bóveda de cañón invertida, asomando a un lado y a otro de la pista, hasta que dejas de asomar y entonces te recogen del fondo.

Como no tuve monopatín en mi infancia, mi bautismo patinador fue una de hora en la pista de hielo de Jaca. Afortunadamente, era preadolescente y no pesaría más de tres arrobas, por ello no sufrí secuelas graves; pero como negocio fue una estafa; pues de la hora alquilada me pasaría 70 u 80 minutos por los suelos. El tiempo pasa más despacio cuando te vas cayendo en dirección al suelo, a la valla que bordea la pista o hacia un soldado del regimiento de cazadores de montaña que tampoco tiene ni idea.

Ahora los patines tienen motor, y el deporte de moda es repartir comida a domicilio, lo más rápido que puedas, subcontratado por un falso autónomo que trabaja para una franquicia con sede en algún paraíso hediondo agujero fiscal. Y lo llaman emprendimiento.

Diréis que estoy mu tonto, y a lo mejor tenéis razón, pero no será por esto: sus informo que el breakdance es deporte olímpico, cette année olympique. Para los no iniciados, el break o break dance es -supuestamente- un estilo de baile que consiste en simular que juegas al twister contra un calamar gigante mientras recibes descargas de alta tensión. Es importante añadir que (aunque sea un baile) la música es prescindible, y cuando aparece suele manifestarse en formato ruido emitido por un radiocasé del tamaño de un saco de cemento de los de antes.

El break NO es un deporte que, desde esta bitácora, SÍ desaconsejamos. No sé qué me produce más espanto y desazón; si el brikidans en sí o que lo hayan incluido como deporte olímpico. Vayamos por partes. En cuanto a lo de «dance», es cierto que es una actividad que requiere cierta habilidad expresiva; pero ni es un baile, ni tiene ritmo ni hay por donde cogerlo. Los movimientos más espectaculares consisten en dar golteretas, pero no en plan pirouette, sino revolcao por el suelo de la manera más antinatural posible: sobre la cabeza, sobre la chepa o girando como una peonza mal lanzada o como cuando se te cae una pastilla de jabón gorda en el lavabo. Se puede afirmar que tiene dificultad, pero estética, no.

Lo de que sea ¿deporte? ¿OLÍMPICO? no es más que un intento gabacho de recuperar la grandeur acaparando medallas en las próximas olimpiadas, ya que les basta hacer una redada por las banlieues de París, el día de antes, para presentar un equipo competente. Ya veremos lo que sale en el antidoping, eso sí. Su gran rival serán los EEUU, que probablemente hagan otra redada pero en el Bronx. Y luego, me imagino a los jueces de esto… Que claro, tendran que ser del gremio, por lo que las puntuaciones las sacarán pintarrajeándolas con un fliz de colorines por las paredes del pabellón.

Ni siquiera entendería que se hubiese programado para Moscú 80 o Los Ángeles del 84, época en la que la cosa estaba en plena efervescencia, y en «La juventud baila» (un mini talen chou del pleistoceno que se emitía los sábados por la tarde) hubo hasta una sección dedicada a este despropósito. Nótese que todo el mundo defiende la música de su adolescencia, pero eso no sucede con la del break dance (que aquí se escribía a veces «breik», por cierto). Fue una moda afortunadamente pasajera (como el parkour, unos años más tarde) con un seguimiento más escaso que los aperitivos de Valladolid.

Lo único que demuestra esto, una vez más, es que los comités olímpicos son, mayoritariamente, un grupo de jetas viviendo del cuento de la promoción del deporte. Cuando sean en Italia pondrán la prueba de voltear masa de pizza, y cuando sean en Gales, la de foll… digo de esquilar ovejas. El caso es montar un chiringuito para vivir del cuento cuatro años más.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra desaconsejación.

La esgrima es un deporte que consiste en jugar a espadachines, pero vestido como si los drugos de La naranja mecánica se fueran a trabajar a las colmenas de la Granja Sanfran. Antes de continuar, he de hacer la salvedad de que nunca lo he practicado (aparte, obviously, de las luchas infantiles armados con un palo y que siempre terminaban con algún dedo machao); pero una vez Hija se apuntó a una actividad demostrativa donde explicaron, en una breve clase teórica, los rudimentos de este simulacro guerrero.

La esgrima es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Jugar con cosas con filo o pinchos está mal, te lo dicen desde chico. Que sí, que en la esgrima hay protecciones, pero todavía recuerdo el caso del mejor luchador de mi tierna infancia, con nombre de vodka (Vladimir Smirnov), que murió en un campeonato. Si fuese tan popular como el fútbol, en España cada día habría cientos de muertes de hijos jugando a eso en los recreos, con materiales caseros, para ser la próxima figura y sacar de pobres a sus exigentes padres. Menos mal que lo practican cuatro mosqueperros.

Aparte de la violencia, de todos los deportes de lucha, la esgrima es el más ridículo. Antes de que te lo expliquen, te imaginas siendo como Íñigo Montoya* o Darth Vader. La realidad es bien distinta: la cosa se parece más al ballet clásico… Un pasito palante, María, un pasito patrás; haciendo entrechocar (pero con poco ardor guerrero**, casi en plan brindis) las espadas, lo más lejos posible del cuerpo. Es como una lucha con baguettes, tratando de no romperlas. Ah, y todo ello (por si fuera poca humillación) en francés … ¡En garde! ¡Touché! ¡Toureiffel!

No tengo pruebas, pero tampoco dudas, de que las sucesivas derrotas de algunos ejércitos a partir del XIX (especialmente, los austrohúngaros) están motivadas por dar demasiada importancia a la esgrima en sus academias militares, en tiempos en los que las espadas llevaban varios siglos obsoletas como armas de combate***. Y todavía hoy, las palabras «ruido de sables» hacen referencia a cómo entienden la democracia los militares de alta graduación, para eso es para lo que valen. Y para partir jamón.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra desaconsejación.

(*) Ojo, dentro de que no dejan de ser escenas peliculeras, la lucha de La princesa prometida está bien hecha, quicir, fue la última escena rodada de la peli porque los dos actores fueron recibiendo clases durante todo el rodaje para que fuera más chula y realista. Uno de los profesores que tuvieron, campeón de esgrima, claro, fue el que estaba «dentro» de Darth Vader en las escenas de lucha de espadas láser en las primeras peliculas de La guerra de las Galaxias, Bob Anderson. El que le cortó la mano a Luke****. Ese.

(**) De hecho, si tratas de luchar como se ve en las películas de época de los años 50, soltando mandobles decapitadores, estarás perdido; la gracia de la esgrima es que los movimientos sean lo más imperceptibles e impredecibles posible.

(***) Durante el XIX (e incluso principios del XX) la espada se siguió usando, sí; pero cuando el guerrero va a caballo y lucha contra una muchedumbre de campesinos escasamente armados.

(****) Si yo hubiese dirigido esa película, Darth le habría rebanado la oreja a Luke, como Pedro al esbirro de Caifás. Y luego la habría enseñado como trofeo taurino por todos los bares de la galaxia.

Retomando el hilo de un post anterior, he reconsiderado mi postura y voy a incluir esos engendros denominados «deportes multiaventura» en la categoría de deportes. Cosas peores esiten; y esto, además, lo lleva en el nombre, asínque vamo a ello. Por acotar un poco, los deportes multiaventura son juegos y actividades colectivas en las que lo principal es conseguir que un grupo de adultos pague* por competir entre sí a lo que sea; cuanto más cipóticamente, mejor. Se valora también que se arriesgue la integridad física, pero sin pasarse, como en El precio justo. ¡Colabora y compite! ¡Adrenalina y coaching! ¡Qué overdose, qué síndrome!

Los deportes multiaventura son una actividad que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Para empezar, haremos referencia a los dos colectivos principalmente implicados en reservar estos eventos: las direcciones de RRHH (exhibit 1) y las despedidas de soltero (exhibit 2); con esto bastaría. Luego está la propia actividad en sí, que es muy variada, y pueden aparecer algunos de los deportes que hemos desaconsejado anteriormente en este bló, aunque modificados genéticamente para darles un toque lúdico-festivo; también hay actividades expresamente diseñadas para multiaventurarse.

Como hemos dicho, muchas empresas tienen a bien organizar jornadas de convivencia para sus empleados, a modo de salario emocional** y para fomentar que los empleados follen se relacionen entre ellos, y así (a) tengan más lazos de afinidad con la empresa y se sientan inclinados a permanecer en ella y (b) curren como esclavos felices. Una cosa está clara, si tu empresa te lleva a un tinglao de estos es que (a) no quiere que te vayas y, por ende, (b) lo que debería hacer es pagarte más y dejarse de gastar dinero en chorradas.

Seamos claros; todo esto surge cuando los de RRHH se ponen a medir desempeños*** e investigar dónde se pueden conseguir sinergias; y va el jefe y les recuerda, con sonrisa de Gato de Cheshire, que Ellos También Entran, esto es, que o justifican su trabajo o podrían ser sinergiados a la p__a calle. Como sólo entienden de nóminas y finiquitos, pegan muchos bandazos y se lían a inventar paripés estilo mr wonderfil con nombres en inglés: Team building, Career path, Helter skelter, etc. Por eso, las empresas suelen pedir actividades de colaborar y organizarse (escape room, paintball, gymkanas de orientación, etc).

El segundo caso (las despedidas) es todavía más arriesgado, porque se suelen elegir las actividades más bestias y es casi obligatorio (a) ir puesto hasta las trancas y (b) tratar de poner al novio en una situación en la que peligre su vida o su capacidad reproductiva. Les escribe alguien que ha sido partícipe de una de estas insensateces. Aquí priman las actividades guerrilleras (paintball, barranquismo, tirolinas, rafting…). De las de las despedidas de solteras no puedo hablar porque no he ido a ninguna.

Habrán notado vds la repetición del paintball, es la actividad multiaventurera por excelencia. Como he dicho, tuve la desgracia de realizarla una vez, en una despedida. El monitor nos explicó las reglas (¿?), nos dio el equipo (un casco de soldador y un mono), y añadió como quien no quiere la cosa «si hubieran venido chicas, tenemos estos petos nuevos porque, en fin, tetas esiten, y los pelotazos duelen, pero a vosotros no os hace falta…», a lo que yo respondí inmediatamente que me diera uno, siendo imitado -poco a poco y tímidamente- por el resto de participantes (que a pesar del alcohol ingerido, debieron razonar éste sabe algo****). Acto seguido, salimos al campo (un bosque de encinas y chaparros), y pasando absolutamente de las reglas y de las banderas, nos vaciamos los cargadores en menos de 5 minutos.

Ahora bien, organizar una batalla de paintball en una empresa puede ser fatal. Por un lado están los que deciden participar y divertirse y se meten animosamente en el papel de rambo; aquí veremos cómo el ardor guerrero lleva al conflicto (sobre todo con los del propio equipo que se muestren torpes o cobardes). Luego están los piensan que eso es una estupidez y no se muestran participativos; al alejarse de su batallón se convertirán en blanco fácil de los rambos del equipo contrario, que les crujen a pelotazos; y ya está liada. Como vemos, en todos los casos habrá conflicto. Como punto positivo, es una oportunidad inmejorable para que los jefes sean víctimas de balas perdidas o incluso de fuego amigo.

En cuanto al resto de actividades, hay muchos tipos. Si tu empresa tiene pasta, hasta igual os llevan a actividades en la nieve, que son caras, pero también aburridas -las raquetas de nieve son un coñazo- y sólo se alegran con las preceptivas batallas de bolazos o cuando alguien se esnafra en una placa de hielo. Otras actividades implican hacer el canelo por la naturaleza (orientación, trekking, caballos, etc) siendo especialmente adrenalínicas las que incluyen montañas o ríos.

También hay ejercicios con equipamientos raros y específicos, que suelen implicar meterte dentro de algo (una bola, un disfraz, un futbolín gigante) a hacer el idiota; tiene la gracia de que puedes ver a Puri, la guapa de Marketing, y al estirao del Sr. Céspedes, de Contabilidad, revolcados por el suelo, peleando por un premio. Y luego hay otros pasatiempos en la línea de los juegos de rol, dinámicas de grupo, improvisación, etc; que también son tirar el dinero: no van a mejorar el buen rollo entre los empleados si no existía previamente; pero sí que pueden confirmar que el lameculos del jefe es un lameculos integral.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra desaconsejación.

(*) De hecho, pasar por caja es la principal característica de estos deportes. Si vais al campo y hacéis el canelo por vuestra cuenta no se considera Actividad Multiaventura. Sólo cuando el grupo abona la correspondiente tarifa, perderse en un pinar con un mapa del tesoro o hacer el pingüino sobre la nieve se consideran Deportes Multiaventura.

(**) El salario emocional es cuando te pagan en abrazos, lacasitos, kudos y feedback. Sobre esto, recordad siempre el consejo de una de las más grandes, Doña Concha Piquer.

(***) Again: por más métricas de objetivos, encuestas de satisfacción y talent shows que monten para valorar el desempeño, al final sólo buscan excusas para prescindir de ti si llega el caso. Y por eso, recordad que cuando os hagan la típica encuesta de «puntúe al empleado que le acaba de atender», salvo si ha sido un verdadero gilip__as, tenéis que dar la máxima nota, porque un 8 sobre 10 no es un notable alto, es un Hay que esforzarse más, Gómez, y un 5 sobre 10 no es un aprobado, es un Gómez, alap__acalle.

(****) No era así, no había jugado nunca, pero soy de natural escuchimizao y prudente, y preveía lo que podía suceder y sucedió. Con todo y eso, un disparo por la espalda a bocajarro***** cuando todavía se suponía que no habíamos empezado me hizo una herida en el cuello (y eso que llevaba puesta la braga de la bici), aunque tuvo la virtud de despertar mi instinto asesino. Como aquello se convirtió en un «todos contra todos» (en especial, contra el novio), y es difícil reconocerse con las caretas y los monos de combate, mi táctica fue aliarme con otro que no estaba muy borracho, y buscar ataques dos contra uno (ojo, esos gestos peliculeros en silencio de tú por allí, yo por aquí son útiles), lanzando zancadillas y golpeando con la culata del arma para ahorrar munición. Al día siguiente, algunos se extrañaban de la cantidad de moratones que tenían por el cuerpo. Y yo recordaba a Homer Simpson: Alcohol, causa y solución de todos los problemas.

(*****) Sí, está prohibido. Pero la guerra es la guerra. Y yo iba por «la parte de la novia», a diferencia del resto del grupo.