
El «Adolfo» es el Campo de Fúmbol Municipal de Ávila; y en el momento de redactar estas líneas sigue en pie. Al menos esa grada. Obviamente, su nombre hace referencia a Suárez, el de Madrid-Barajas-T4. El nombre que leen en las gradas (Antonio Álvarez) corresponde a la publicidad de uno de los presidentes y mecenas del club, dueño de una funeraria. Imagino que los presidentes del equipo rival, tras derrotar al Real Ávila, se despedirían de él con el consabido apretón de manos y el «te acompaño en el sentimiento».
Este Edificio Singular tiene varias peculiaridades. Está hecho una piltrafa. Y una cosa que siempre me llamó la atención es que las vigas que sujetan las gradas no sólo son más anchas arriba, sino que tienen un estrechamiento cerca de la base que reduce muchísimo su sección; ahora esas estrangulaciones están tapada con unas chapas (se distinguen en la foto), pero me temo que siguen ahí. Imagino que los diseñadores de la estructura lo tendrían calculado, y a lo mejor esa forma le permite resistir vaivenes y maremotos; pero a mí siempre me dio mala espina.
Otra característica del estadio es que las gradas están muy lejos del borde del terreno de juego. Además del espacio en el que están los banquillos y calientan los jugadores, lo siguiente que había alrededor del campo era un velódromo (ya no existe*, pero yo allí vi a un caimán ganando una etapa de la Vuelta Ciclista a España). Y después del velódromo… tampoco están las gradas, por alguna extraña razón había una especie de corral, que antes hacía las veces de bar y patio de chiqueros. Cuando se podía beber alcohol en los campos de fúmbol, buena parte de los aficionaos se pedían su solisombra y se iban a ver el partido asomando por encima del borde del peralte del velódromo, apoyados sobre esta tapia (ellos y sus copas).
Después de ese patio ya están las gradas. Esto implica que el tío que se sienta en primera fila está viendo el partido a más de 20 metros de los jugadores más cercanos. Como he dicho, los «ultras» que se quedaban en el patio lo veían un poco más cerca, pero los vapores etílicos complicaban la percepción. Quizá por eso (y también por nuestro frío carácter castellano), la afición abulense nunca ha destacado por eso que llaman ser «el jugador número 12». Recuerdo del último partido que vi allí, que, ante la impotencia y la lejanía (hay que gritar mucho para que te oiga el árbitro) se criticaban equitativamente todos los errores arbitrales, aunque fueran a favor de nuestro equipo; y buena parte del público estaba más pendiente del aparatillo de radio, para escuchar si el carrusel deportivo anunciaba gol de Quini o Butragueño.
Como se ve en la foto, el campo no tiene gradas por los fondos, sólo en los laterales. Por eso era normal que después de un tiro a puerta, si el balón iba muy fuerte o hacía ricochet sobre el velódromo, saltara los límites y se perdiera hacia el espacio exterior (el río Chico** o el parking y la carretera). Creo que luego pusieron unos postes con redes para evitar o al menos mitigar estos fenómenos. Como tampoco es un campo cubierto, el estadio no tiene goteras, como los pabellones donde se juega a fútbol sala o baloncesto, cuyos charcos sobre el parquet han provocado que jugadores y jugadoras se esnafren convenientemente.
Por todo lo dicho, nuestro estadio nunca ha sido eso que llaman «una caldera» (mucho menos un Calderón). Parece más un cine de verano, al aire libre. Quizá por eso, nuestro equipo nunca ha pasado de Segunda B, y con las categorías de ahora no sé si está en la 4ª Federación Galáctica o en Resonancia Preferente.
(*) Como se puede ver en las fotos de esta noticia, desaparecido este cacho del velódromo, el campo dispone de una amplia zona de barbecho entre las gradas y el terreno de juego, que podría utilizarse para criar gallinas de esas que viven libres en el suelo y escuchan a Bach, ahora que los huevos valen un huevo. Y durante el partido las gallinas podrían animar algo.
(**) El río Chico, a pesar de este nombre, a veces se enfada por tanto balonazo, y cuando se desborda anega el campo, como durante la crecida del pasado mes, que obligó a suspender el partido.