Con Deportes Mal Practicados voy a cambiar un poco el tono de esta sección, a la espera de que el Camarada inaugure la nueva, dedicada a los problemas de la crianza de gatos preadolescentes. Si durante todos estos postes (plural castellanizado de post) les he desaconsejado deportes, hoy les vengo a explicar que, además, muchos de los deportes se practican mal. Quicir, puede que se practiquen según las reglas originales (con algún cambio ocasional para ganar audiencia), pero esas reglas estaban pensadas para gente como usted o como yo (sobre todo, como yo), no para la gentuza que los practica ahora.

El ejemplo más claro es el baloncesto. El cura* que lo inventó trataba de organizar una actividad pelotera para jugar dentro del gimnasio cuando hacía mal tiempo. Y se le ocurrieron las reglas del juego, similares a las actuales, pero con una salvedad: la altura de la cesta o canasta (que de primeras fijó en 10 pies, o sea, 305 cm) estaba pensada para que NADIE LLEGASE. De hecho, cuando se encestaba, había que sacar el balón con una escalera (originalmente era una cesta normal, de ahí el nombre). Un buen partido podía terminar en 12-10.

Como digo, si los jugadores fuesen gente como yo (que a finales del XIX habría sido un tío alto, por lo menos más que el promedio) no hubiera habido problema; pero la cosa es que ahora llegan al aro. Algunos, sin saltar. Eso debería ser considerado como una perversión de las normas del reverendo Naismith, que nos mirará enojado desde el Hall of Fame de la NBA. Por tanto, propongo que la canasta se coloque a 15 pies (457 cm) y el juego recupere su espíritu original. Seguirán teniendo ventaja los altos, pero eso de hacer mates in your face se les terminaría.

Otro ejemplo de deporte mal hecho es el balonmano, deporte cuyo campo reglamentario tiene un área dentro de la cual no puede entrar nadie. Esto servía para evitar masacrar a los porteros, ya que como muy cerca puedes lanzar desde seis metros, que no es mucho, pero es algo. Pero la concepción del espaciotiempo en el balonmano se diseñó mal, ya que el límite de las áreas no lo marca la vertical de las líneas (como en el fútbol o en cualquier ordenamiento civilizado de límites rústicos y urbanos), y por ello se considera que un jugador no invade el extranjero mientras está en el aire, partiendo desde su país.

Esta estupidez (también se da en el baloncesto) llevó a que un buen día, a algún tramposillo que leyó la letra pequeña se le ocurrió saltar hacia el portero y lanzar en el aire (o justito al apoyar, que yo creo que lo hacen muchos). Así, los delanteros se plantan justo en los morros del portero, que si tiene la desgracia de parar el balonazo se quedará más jodido que contento. SI HAY UNA RAYA NO SE PASA LA RAYA, JOSDEFRUTA. Por lo tanto, propongo considerar ortogonalmente el área privativa del portero, en el que nadie pueda entrar. Es más, yo pondría una barandilla o una barra de bar o algo así para que quedase bien claro.

Luego hay deportes que ya parten de un concepto erróneo, como el waterpolo**, esto es, EL POLO** EN EL AGUA. A ver, jugar en el agua sin hacer pie ya es peligroso, pero es que el polo SE JUEGA A CABALLO. Así que aquí todo está mal. Propongo una renovación total del juego. El nuevo waterpolo hará honor a su nombre y se jugará sobre flotadores con forma de caballito (el portero con uno de unicornio, si puede ser), que dificultará además las aguadillas; guarrada típica de este juego y que los árbitros no pueden ver bien desde fuera de la piscina.

Para terminar con cosas mal hechas, hablemos del tenis. Y atiendan, que esto que voy a decir se ha planteado en serio por la gente que corruptamente*** dirige este deporte, y tiene que ver con el saque. En este juego postmedieval, exclusivo de la nobleza, la pelota se ponía en juego -noblesse obligue- con un toque normalito, «a cucharilla». Pero con el devenir de los tiempos, el juego se empezó a practicar por burgueses sin escrúpulos que sólo pensaban en ganar, y en 1878 a un tal Myers se le ocurrió eso de sacar lanzando la bola por encima de su cabeza, dejando estupefactos a sus rivales (que ante la imprevisión del reglamento**** no podían protestar). Pronto fue imitado por el resto de jugadores.

Ya a principios del XX, Maurice McLoughlin se hizo famoso por su saque, al que llamaron «cannonball serve», y que le permitía obtener una ventaja decisiva. Poco a poco, el tenis fue jugándose por jugadores cada vez más citius, altius, bestius; las raquetas mejoraron; y en la actualidad el saque es tan decisivo, sobre todo en pistas rápidas, que los especialistas ganan la mayoría de sus puntos con este golpe. Así, un juego pensado para entretenerse un rato con Mme Pompadour peloteando paquí y pallí quedó reducido a un saque, o a lo sumo a eso de saque-volea. Más de una vez la cúpula tenística se ha planteado a) recortar el área de saque o b) eliminar la opción al segundo saque si fallas el primero… pero sería un cambio muy radical que -obvio- perjudicaría a los «cañoneros», en beneficio de otros jugadores.

Y así, además de desaconsejar deportes, este bló solicita que se vuelvan a jugar con el espíritu original de los padres fundadores.

(*) John Naismith nació en Almonte (pero Almonte, Ontario, Canadá, no la de El Rocío) y trabajó en Springfield (Massachusetts, USA, pero no la de los Simpson), sitios frescos; de ahí lo de inventar un juego indoor. Fue capellán, médico, militar y entrenador.

(**) El polo es un juego de las hordas esteparias centroasiáticas, cuyo nombre procede de la palabra PULU, que al parecer podría significar «pelota» o «bola», aunque originalmente se jugaba con las cabezas de los enemigos.

(***) Lo de dirigir corruptamente deportes es algo inherente al cargo cuando en ese deporte se mueve dinero. Incluso, a veces, cuando no se mueve.

(****) En el pádel se prohibe esa aberración, aunque he tenido rivales que interpretan eso de «sacar por debajo de la cintura» dando por hecho que vale llevar el cinturón como Obélix o Julián Muñoz, esto es, a la altura de las tetillas.

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