En estos días de zozobra tuitera, con la red social del pajarito en manos de un señor con graves problemas de autoestima, me he creado una cuenta en Mastodon y, a medida que la he ido usando, me ha traído recuerdos de cosas viejunas que molaban muchísimo. Sí, estoy hablando de blogs. Y de Google Reader.
Voy a ponerme bastante abuelo cebolleta. Salga de aquí mientras aún está a tiempo, joven. Ah, ¿que se queda? Bueno, pues vamos a repasar un poco de Historia. Corría el año 2004 y este Camarada hacía ya algún tiempo que seguía y leía varias páginas web —¿se puede decir todavía «páginas web»?— con un formato de diario. Se les empezó a llamar blogs o «bitácoras». Algunas ya no están entre nosotros —como la de Escolar.net— y otras siguen ahí contra viento y marea —como La Página Definitiva o Microsiervos—. Cada día echaba un ojo a todas ellas y devoraba los nuevos artículos. Aquello era mandanga de la buena. Cómo molaría escribir una bitácora de esas…
Y, entonces, en abril de 2004 nos anunciaron en Microsiervos la aparición de los blogs de Ya.com. Qué guay, un blog sin tener ni idea de montar un blog. Y así nació el primer Halón Disparado. Que tenía esta pinta tan sobria y elegante —no como esas páginas chillonas de GeoCities— y que los maledicentes confundirán, con mala fe, con «cutre».
La experiencia era estupenda. Podías escribir esas cosas que siempre te andaban rondando la cabeza y publicarlas para que otros usuarios las leyeran y te contaran a su vez sus movidas. Pero, claro, los planes gratuitos de la época eran limitados y veías que, al ritmo que escribías y te leía la gente*, te lo ibas a fundir en cuatro días. Lo que me llevó a probar otros sistemas gratuitos como el de blogia.com, donde estuvo alojada la hermana cultureta de Halón Disparado: Calíope Furibunda. Se veía así:
Total, que en poco más de un año aquello se quedó pequeño y me lancé a registrar un dominio propio y a aprender de qué iba aquello del WordPress. Nacía el segundo —y hasta el momento más exitoso— Halón Disparado, como fusión del anterior Halón Disparado y de Calíope Furibunda.
Aquello fue estar en el lugar apropiado en el momento preciso. Llegó la explosión de los blogs y nos encontramos en medio de toda la salsa. El blog recibió la inyección de un montón de colaboradores —Supermon, Bismillah, Los lunes al sol, Vardebedian, Vladimiro Carmañola, La madre de Whistler, Johnny Ibdil y, por supuesto, Ender— y se convirtió en un uno de los más leídos por aquellos años. Conocimos a gente interesante y acabamos forjando amistades duraderas con los autores de otros blogs. Apareció, entonces, una herramienta de Google que se convertiría en una simiente de red social: Google Reader.
Reader era un potente agregador de contenidos que permitía al usuario estar al tanto de las nuevas publicaciones en los sitios a los que estaba subscrito. De esta forma, podías estar al día de todas las novedades de tus páginas favoritas. Pero, además, te permitía compartir aquellas que quisieras con tus amigos y comentar las que ellos compartieran contigo. Tenías así en tu mano una combinación de medios y blogs hecha a tu medida y la interacción con personas con intereses similares, sin publicidad y sin que nadie eligiera los contenidos por ti.
Demasiado goloso para no intentar convertirlo en otra cosa, ¿verdad? Como esto va a acabar siendo un poco extenso, continuaremos con ello en una próxima entrada.
*Sí, queridos niños, en aquella época heroica los propietarios de blogs estábamos todo el día pendientes de no quedarnos sin espacio de almacenamiento y sin ancho de banda para servir páginas a nuestros lectores. Si tenías un poco de éxito, y tuvimos bastante, era bastante angustioso.
Lagrimilla nostálgica…
A mí por lo menos lo de Google Reader me enseñó a no tener nada de valor en los servidores de los demás.
¡Viva el RSS!
Gran lección…
Bienvenido al nuevo viejo mundo, Camarada. Llevo ya un tiempito largo en Mastodon tras un periodo fuera de la red (el mal rollo tuitero no lo aguantaba más) y está ahora mucha gente añorando los blogs, buscando una especie de vuelta a los orígenes. Vistas las tres últimas oleadas tuiteras en el Fediverso me parece que echo de menos google reader como a esa banda cuya estrella tuvo el buen tino de morirse a tiempo. El reader nunca llegó a ser tan masivo como los blogs, pero basta ver otro tipo de comunidades orientadas a compartir y comentar contenido para hacerse una idea del espectáculo que nos ahorramos con su cierre.
PD: Una plantilla un poco más amigable para el móvil, um Gottes willen
¡Qué gusto reencontrarte!
Lo bueno de Reader era que compartías con tu pequeña comunidad y no había ansias de nada más, no como las mierdacas tipo menéame y similares. Yo qué sé, yo tenía el pelo oscuro entonces, no me juzguéis…
PD: No me parecía mala esta, pero cuando tenga un rato veo cómo mejorarla.
RSS sigue siendo un inventaco. Yo dejé el blog, pero los RSS me los pasé al TTRSS gracias a los consejos de Rinze.
Qué tiempos y qué de gente maja :_)
Yo de esas cosas ya no me acuerdo bien… Y eso que tuve una página en Geocities (que hasta mencionaron en la tele una vez) y mi cuenta de gmail es de formato nombre.apellido (sin números ni cosas detrás, como me dijo, asombrado, un conocido).
Ainnnss… Que tiempos aquellos. Los echo mucho, mucho de menos.