Uno de los monumentos más recientes del Á.S.M., y quizá uno de los pocos que no me atrevo a llamar postmedieval, es el Edificio de Ma-Moneo. Técnicamente, al ser una edificación, no debería formar parte del museo; pero el adifisio trasciende la propia función de «rebaño de viviendas u oficinas y locales comerciales» para formar parte del paisaje urbano, contaminándolo de tal manera que algunos visitantes que ya conocían Ávila, cuando volvían y lo veían por primera vez nos manifestaban a los lugareños su incredulidad y estupor. Y eso también es harte.
Bueno, a lo que vamos… El engendro se ubica en la Plaza de Santa Teresa*, cerrándola por el lado sur. Está formado por dos bloques de pisos diferentes en su tamaño, tonalidad y estilo, separados entre sí por una rejendija que permite bajar -esquivando los meados y basuras de botellón, si es fin de semana- a la Calle del Pilón de las Bestias**
El edificio tiene su historia, y es larga. Un buen día, los próceres abulenses pensaron en dar un niu luk al lado menos vistoso de la plaza, y se pusieron manos a la obra. Lo primero que hicieron fue pedir a léase con la voz del cura de La Princesa Prometida Patrimonio el permiso para derribar unas casas de principios del XX, que estaban en el catálogo de edificios protegidos. El permiso fue denegado. Imposible. Eran edificios muy y mucho representativos del estilo neomudéjar, importantísimos. Imfreszidibles.
Una legislatura más tarde, se repitió la consulta***, añadiendo en la petición que el nuevo proyecto sería obra de un insigne arquitecto (y no como antes, que era -true fact- mi cuñao). Resultó que los edificios se podían derribar, faltaría más, a la mierda el ladrillo visto, los mudéjares y sufrutamadre. Y poco más que decir. Se derribaron las casas y construyeron un parking y dos bloques de pisos de estilo ni fú ni fa, que imagino se encargó al becario recién llegado al estudio, que a su vez hizo un copy-paste de un proyecto tipo «Bloques de viviendas y locales comerciales en el ensanche sur de San Genaro, promotor: Antonio Alcántara».
Parece ser que en las presentaciones previas (planos, maquetas y demás) a nadie de la corporación le gustaba el proyecto; pero como el emperador del traje aquel, ninguno se atrevió a piar, no siendo que quedase como un estúpido e incapaz para su cargo. Que era de Moneo, coño. Autor del Museo de Mérida, la ampliación del Prado, de la estación de Atocha y un sinfín de hovras mahestras.
A ver, que no es que sea horrible****, y los abulenses ya nos vamos acostumbrando; pero nos ha quedado una cosa insulsa de narices en una plaza que –dense una vuelta– pedía a gritos o una réplica ma o menos actualizada de los soportales de enfrente, o algo absolutamente rompedor; nunca algo como lo hecho.
Aparte, tanto el edificio, como el parking, como el enlosado de la plaza han dado bastantes quebraderos de cabeza por los materiales y técnicas empleados. Para empezar, el primer invierno se resquebrajaron las losas de la plaza, no aptas para soportar las heladas abulenses; para continuar con problemas de humedades (pero humedades de las que preocupaban a Noé) en el parking; y este mismo año ha habido que volver a recolocar las losas de la plaza porque parecía que un Godzilla había pasado dando pisotones.
Y esta es la historia del edificio de Ma-Moneo. Muy resumida.
(*) La dispersión abulense se manifiesta en sus plazas. Tenemos dos «plazas mayores», una más pequeña, pero en la que está el Ayuntamiento, llamada «Mercado Chico» (anteriormente, Plaza de la Victoria -esa-, plaza de la Constitución, Plaza de la Religión y del Rey (sic), plaza de San Juan… y mucho antes, probablemente, fue el lugar donde se cruzaban el Cardo Maximus con el Decumanus Maximus). La otra es ésta, la Plaza de Santa Teresa, frente al Torreón del Homenaje de la muralla, que es más grande (y por ello es conocida familiarmente como Mercado Grande). Las dos tienen soportales, las dos se quedaron a medio construir*****.
(**) Se llama así, pero no he visto nunca el citado pilón. Igual se refiería, avant la lettre, a la citada chavalería que ahora hace botellón en esa zona.
(***) La segunda petición a Patrimonio estaba mejor fundamentada: «Que costara su dinero, pues de mármol alabastro, de nuestro rico catastro la montará un escultor arquitecto en plena Plaza Mayor.»
(****) Vale, igual sí es horrible. De hecho, si conocéis a alguien que le guste, pofavó que nos llame y le derivamos al especialista.
(*****) El Mercado Chico es como si pides a AliExprés la Plaza Mayor de Salamanca y te llega una «Mayor Cuadrado con Arcades y Ayuntamiento, Alcalde no Incluido. Tu pones bien nivelada en Espacio Rectangular en ciudad post-mediebar.»