Ávila fue una ciudad muy revolucionaria y levantisca en tiempos pasados, recordemos sucesos como el Rey Niño, la farsa de Ávila o la Santa Junta de los Comuneros. Luego ya, siendo postmedievales, se nos pasó la tontería. Y nuestro servilismo ha llegado a tal extremo que le hemos hecho un monumento al Rodillo del Gobierno. Se ubica en una de las primeras rotondas que el viajero se encuentra, si viene a Ávila desde Salamanca.
El Rodillo del Gobierno es ese procedimiento por el cual, presentada una propuesta de ley o cualquier otra iniciativa, el partido en el poder bloquea -una tras otra- cualquier enmienda o tentativa de mejora que se plantee desde la oposición. Y como en Ávila somos mucho de ir con el que manda, vamos y le plantamos un monumento rotondero bien gordo.
La servil iniciativa también permitió dar salida a un trasto inservible que seguramente criaba polvo y óxido en el parque móvil municipal; aunque ahora me asalta una duda, algún camión de los bomberos es más antiguo que este trasto y sigue operativo.