El Ávila Street Museum, superado el medio centenar de entradas sin poder confirmar o no el posible intercambio de subsedes entre el Á.S.M. y el Museo del Prado, les trae una nueva maravilla monumental abulense. Se trata de «Morroñito», el logotipo-mascota de esta nuestra postmedieval ciudad. Morroñito se ubica al principio del Paseo del Rastro (o al final, si vienen ustedes desde el otro lado), al lado de uno de los torreones del antiguo alcázar de la ciudad. Está fabricado en -obvio- fierro morroñoso con incrustaciones de algo parecido a la baquelita.
Morroñito simboliza la perfecta simbiosis entre las Ciudades Patrimoño de la Humanidad y ese metaaaaal* denominado, en su nombre no comercial, «fierro morroñoso». Un material que, desde el mismo día de su fabricación, ya parece deteriorado e inservible. Que te dan ganas de llevarlo al punto limpio, porque el chatarrero no te va a dar ni las gracias. Y que expande su morroñez, si la lluvia y demás inclemencias colaboran, descargándola sobre las losas para pringarlas de orín, marcando el territorio.
El hábitat natural de los fierros morroñosos son las rotondas, pero la especie ha demostrado una gran adaptabilidad para invadir otros nichos ecológicos, como los paseos peatonales o las plazas porticadas. En el caso que nos ocupa, y para aumentar la propia inservibilidad del fierro morroñoso, Morroñito tiene una inscripción de autobombo. Nos explica que, con cargo a presupuestos de muy diversas fuentes, se sometió a la muralla a una terapia de rehabilitación, o algo así, para que todos los presentes lo vieren y entendieren (y nos votaren**, si llega el caso).
En un bello giro del destino, el escudo que preside la inscripción de Morroñito está algo perjudicao. En otro giro, este engendro propagandístico de lo bien que se hacen las cosas se ubica a escasos metros de donde se produjo uno de los últimos derrumbes de la muralla. No diremos es cosa del karma, pero se le aproxima.
(*) Se nos ha ido un poco el puntillo heavy.
(**) Dado que las partidas presupuestarias de realizador y colaboradores pertenecían a partidos distintos, de esos que escenifican su rivalidad en el Congreso y otros foros, no se debió de ver conveniente citar nombres que pudieran arrastrar votos al adversario. Si hubieran sido todos del mismo lao, la cosa hubiera sido distinta.