Continuamos con los deportes de atizar a pelotitas pequeñas con el rey de ellos: el tenis. Es un deporte con una historia larga y curiosa. La cosa es como sigue: los franceses medievales nos copiaron el frontón, pero separando a los contrincantes con una cuerda, y lo llamaron jeu de paume. Como todavía les parecía duro, en lugar de darle con la paume de la mano, se propuso jugar con guantes, luego con palas de madera y finalmente con raquetas. Siendo un juego de nobles*, no podían contar de uno en uno, como la plebe, así que se inventaron la FORMA DE PUNTUAR MÁS ABSURDA DE TODOS LOS DEPORTES; eso de 15, 30, 40… Sólo a un gabacho finolis se le ocurre esa insensatez.

Pero sigamos con la historia. Tras la revolución, en Francia la gente no quería perder la cabeza por el tenis, que habría desaparecido de no ser porque los ingleses adoptaron el juego, añadiendo su toque personal: jugarlo sobre pistas de hierba** y vestidos como para ir a tomar el té con Lady Crawley a Downtown Abbey un sunday afternoon cualquiera. Los campeonatos se convirteron en eventos sociales donde la gente iba dejarse ver con la pamela, en las gradas; que tampoco son graderíos normales; parecen los palcos del Royal Opera House. Siempre echo en falta a los abueletes de los teleñecos.

En España lo jugaban cuatro gatos; pero con los triunfos de Santana, Gisbert y Orantes llegó una fiebre de construir pistas públicas y -sobre todo- clubs privados y urbanizaciones, se popularizó, y aquello fue un sindiós; en todas las casas había raquetas. Se jugaba sin tener ni idea y con pelotas despeluchás; eso sí, aplaudiendo al rival cuando te hacía -por puro azar- un passing-shot en la línea, porque el tenis mantiene ese plus de qué señoritos semos. Patético. Hoy la mayoría de esas pistas languidecen, llenas de baches y con la red floja. Ahora los practicantes prefieren ese otro tenis que ustedes ya saben, del que hablaremos (también mal) la semana que viene.

El tenis es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Como ejercicio deja bastante que desear, haces poco y malo. Exhibit A: existe una dolencia llamada «CODO DE TENISTA», de las más moñas que hay (como corresponde a su origen gabacho). Nadie dice «tienes espalda de repartidor de butano» o «tienes manos de envasadora de anchoas». Pero, ah, a Marichuli Mercadal le han diganosticado codo de tenista, la pobre; no podrá jugar ni al tenis ni lucir correctamente sus Heggmés, Lui Güiton ni Pgadas en unas semanas.

Alguien dirá que exagero, porque los tenistas profesionales parecen tíos cachas. A ver, están así porque hacen otros ejercicios de musculación, no por el tenis. De hecho, hasta los años 70 no era raro ver cómo los tenistas tenían descompensados los brazos; el de arrear a la pelota, el doble que el otro. Ahora lo corrigen a base de hacer pesas y cascársela con la otra mano. Sí, ellas también. Realmente, el tenis es más un desgaste de articulaciones (por los impactos y posturas) que un deporte.

También se pasa mal con el sol, como los partidos son largos, te retuestas; y cuando te da en los morros se ve fatal, estás con cara de mapache todo el rato (mirad a «Vamos Dafa» Nadal cuando termina Goland Gaggó). Y los partidos son largos porque -a nivel aficionado- te pasas la mayor parte del tiempo buscando pelotas. Por eso se tiende a pelotear despacito, para condurar el juego; si la das fuerte se termina el punto (sea por fallo, sea por acierto) y tienes que ir a buscar la pelota al quinto coño. Justo castigo a eso de usar un espacio donde pueden jugar diez u más (con canastas, porterías, etc) para jugar sólo dos.

Y, por el contrario, el tenis profesional es más duro pero antinatural. Los campeones de tenis los son porque sus padres, desde su más tierna infancia, contratan a un tío para que les enseñe. Aquí no existe eso de «un chaval que jugaba en la cancha de los suburbios y su talento fue descubierto por alguien». No, el tenis de verdad exige invertir mucho tiempo y dinero desde pequeñito. Machacar a un crío, que queda desprovisto de una educación normal -ya los veis, son todos unos niñatos consentidos- y se dedica sólo a eso, horas y horas cada día. Debería ser delito.

Finalmente, como otros muchos deportes, el tenis tiene un spin off playero***. Bueno, más que deporte es la puta manía de molestar al resto de playistas mientras atizas a una pelotita de goma con una raqueta o pala de madera/plástico, entre dos o más personas, al borde del agua, tratando de que no caiga a la arena. Se suele usar para entretener a los niños y que la gente te oiga contar en alto cómo va subiendo el récord de golpes. El desierto del Sahara sería el lugar ideal para jugar, pero, por lo que sea, nadie lo hace allí; con la de sitio que hay.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra recomendación.

(*) Irónicamente, en una cancha de Jeu de Paume se firmó el principio del fin de la nobleza borbónica. Sólo la de allí, desolé.

(**) Es un hecho que las pelotas botan mal sobre la hierba. Y que una pista de tenis de hierba sólo se puede mantener con el césped decente si tu clima es horrendo e -importante- si no se juega casi nunca en esa pista. Hasta en Wimbledon terminan viéndose las calvas. Las del césped, me refiero, no las de los Windsor y sus secuaces, que también.

(***) Los deportes playeros son al deporte lo que King Africa es a la música. Pronto hablaremos de ellos, así como del milenarismo.

Un puente muy cercano

Nuestro Puente BIC durante muchos años era el único que permitía cruzar sobre el río Adaja en bastantes leguas a la redonda; algo que nunca supuso mayor problema, porque el Adaja casi no lleva agua durante medio año, y durante el otro medio, sólo cuando llueve. Se ubica frente a la puerta occidental de la muralla (la Puerta del Puente), al lado de otro puente más moderno. El apelativo de Puente BIC no corresponde al boli de rebobinar las cintas del walkman, sino a que ha sido declarado BIC (Bien de Interés Cultural), tras un proceso relámpago, que comenzó siglos atrás. Esta resolución de la Junta de Castilla y León lo ha declarado monumento, y como artefacto callejero que es, pasa a engrosar las filas del Á.S.M con todos los honores.

Hay quien lo llama «el puente romano», y a lo mejor tiene algo de verdad*; es posible que ya se solicitase la declaración de Bicus Magníficus a Trajano. El caso es que la base del puente parece obra de la ingeniería romana premedieval; pero luego habría sido destruido durante la época de invasión musulmana (a lo mejor fue una riada o la falta de mantenimiento) y reconstruido tras la reconquista cristiana; por eso tiene piedras de distintos colorinchis y texturas.

El puente ya sólo se usa peatonalmente desde que se construyó, casi adosado al mismo, ese puente nuevo que citábamos (pero que también se ha quedado estrecho); al lado del cual nuestro Puente BIC queda así como con complejo de inferioridad. Por cierto, el puente nuevo tiene un defecto curioso: con las tormentas se inunda, pero no bajo sus arcos, por la crecida del río, sino POR EL LADO DE ARRIBA**; es único en su género. A los romanos no les pasaba, desde luego.

Al lado del puente hay otro engendro que ayuda poco a realzar la monumentalidad del puente, sobre el que ya hemos hablado alguna vez en esta bitácora; los restos de la antigua fábrica de algodón harinas de Ávila***, demolidos y convertidos en un extraño laberinto de rampas y escaleras sólo apto para hacer parkour y botellones (se ven las barandillas de la parte inferior del laberinto en la foto). Por último, diremos que el entorno del río en esa zona también da un poco de pena; se han realizado diversas intervenciones pero aquello no termina de parecer ni una ribera ni un ribero.

Enlace al mapa

(*) En España, a cualquier cosa vieja se le llama «puente romano», «calzada romana» o «merluza a la romana», sin mucho fundamento. Por eso lo explico, que aquí parece que es verdad la romanez inicial del puente.

(**) Pueden verlo aquí, a partir del seg 27, o en este otro vídeo tuiteresco.

(***) La fábrica se quemó el mismo día en el que se solicitó la inclusión del edificio -también- como BIC. ¿Casualidad, serendipia?

El squash es un deporte que básicamente consiste en tratar de jugar al frontón dentro de una especie de cabina de teléfonos*, con una raquetita jibarizada y una pelotilla de goma dura. Su principal característica es que sudas mucho. Si sobrevives. Durante un tiempo fue un deporte de yuppies**, el ideal para quemar energías con tus coworkers, sacudirte el estrés laboral inherente al cargo de Junior Brown-eater Consultant, presumir de camiseta sudada y tomarte unas cervezas. Hasta el nombre sonaba a pijo.

El squash es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Mucho. Cualquier médico, hasta el décimo dentista, ese insolidario que no recomienda lo mismo que los otros nueve, os dirá que es malísmio pa la salud. Es como meterte en una sauna finlandesa donde además te pones a bailar el kalinka en estilo techno trance house***. Se te ponen las pulsaciones a mil, y lo peor es que no te cansas tanto, quicir, una vez terminas el partidito y estabilizas la respiración y el ritmo cardíaco, estás como si tal cosa (aunque quizá te duelan cosas). Del squash, si sales vivo, sales con algo de sed, pero no con esa hambre canina postmedieval que consigues después de practicar ciclismo, natación o incluso fúmbol.

En mi caso (lo jugué, el siglo pasado) el squash, además, me proporcionaba (aparte de las ganas de beber cerveza) agujetas en el segmento central de cada uno de los glúteos (una zona muscular que yo no sabía que fuese utilizada para otra cosa aparte de sentarse), que no me ha pasado con ningún otro deporte, ni siquiera en otros deportes de raqueta o azadón.

También está la posibilidad de sufrir un raquetazo (el espacio es muy pequeño) o chocar con los compañeros o con -eso es lo más divertido- la pared de la cabina telefónica. El choque es muy estético para los que te vean desde fuera (normalmente, íbamos varios para ir rotando cada partido, porque si te tiras una hora seguida jugando, caes al suelo fulminado). Por suerte, yo creo que ha ido perdiendo adeptos hacia otros deportes raquetiles, que trataremos las próximas semanas.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra recomendación.

(*) Las cabinas de teléfonos, para los jóvenes, eran un invento que se ponía en las calles -cuando no había móviles- para poder llamar por teléfono desde fuera de casa. Consistía en una especie de armario acristalado que tenía dentro un teléfono construido con piezas del blindaje de los Panzer III y IV. Funcionaban con monedas, y los más modernos, también con tarjetitas de saldo recargable.

(**) Los yuppies eran los jóvenes recién graduados en la uni, que alardeaban de sus empleos con buen sueldo en oficinas de altostandin. Esto pasaba en los 80 y los 90.

(***) Estilo de baile que consistía en convulsionar mientras escuchabas ruido rítmico generado por ordenador, puesto hasta las cejas de drojas y colacao. Hoy estoy empleando muchos vocablos viejunos, sorry.

Estan clavadas dos cruuuuceeees*

El elemento monumental colectivo que traemos hoy al Á.S.M. lo hemos titulado con un vieja fórmula de juramento que ya no se lleva, y a los millenials ni os sonará. Con él, presentamos la ingente cantidad de cruces (también llamadas cruceros), fabricadas casi todas en nuestro Granito AbulenseTM, que se encuentran dispersas por toda la ciudad. No sabría decir cuántas tenemos, porque es difícil contarlas todas (algunas están en espacios privados). Pero hay un montón. Y tienen que ver con un examen.

Algunas pasan muy desapercibidas, otras destacan más

Los cruceros presentan caracerísticas comunes, aunque no siempre están presentes todas (o no se conservan). Una base escalonada, un pie o pedestal que a veces tiene una inscripción, y la cruz; a veces con más adornos, o sobre una columna, etc. La gran mayoría se construyeron en época postmedieval (sobre todo entre el mediados del XVI y el XVIII), aunque hay alguna más moderna. Los motivos pueden ser variados; pero generalmente tiene que ver con lo que sería la EBAU para entrar en el cielo, sobre todo a partir del concilio de Trento.

Cruz de Mosén Rubí, Cruz del Humilladero

¿Cómo es esto de la EBAU celestial? Pues bien, sabéis que para ganaros el acceso al paraíso, os ponderará la fe y los pecados (la ausencia de ellos, claro), al 60% / 40%, creo. A los que vengáis de colegios concertados o privados seguro que os han dado un empujoncillo con lo primero, pero claro, falta la otra parte, y eso es igual para todos… Para los de antes de la LOGSE, el examen nos lo realizaba Osiris con una balanza, pero viene a ser lo mismo.

Pero en Trento hubo un cambio de norma, y se decidió dar valor adicional a las optativas, para mejorar la nota, pudiendo llegar hasta el 14. Ojo a este número, que es importante. ¿Y cómo se consiguen esos puntos? Pues una de las posibilidades era ésta de «hacer buenas obras» (a modo de TFG), por lo que muchos alumnos decidieron sufragar la construcción de cruces, inscribiendo su nombre bien clarito para que se revisase en el momento oportuno. Veamos un ejemplo:

El Procurador García pagó esta cruz = +1.43 puntos

Gracias a este tipo de acciones, es más fácil estar entre los elegidos para entrar en el cielo. Os recuerdo que a pesar de lo que se diga en los medios NO HAY NOTA DE CORTE, ES UN NÚMERO DE PLAZAS LIMITADAS. Son 144.000, según viene publicado en el Apocalipsis. Teniendo en cuenta los que vamos siendo en el mundo, va a estar más jodido que entrar en Medicina en la pública. No es de extrañar que en España haya tantas, no hay pueblo que no tenga las suyas.

¿Y para que servían las cruces, una vez pagadas? Pues bueno, aparte de hacer bonito, se utilizan para realizar la procesión del Vía Crucis, que requiere 14 cruces (igual que los puntos máximos de la EBAU, que es otro via crucis). Por cierto, eso no sé si nos dará puntos adicionales, pero el Via Crucis más bonito del mundo es el de Ávila**, que se celebra alrededor de la muralla (se añaden cruces desmontables para la ocasión), la madrugada del viernes santo.

[no pongo enlace al mapa porque están repartidas por toda la ciudad, habría que hacer un mapa específico de cruceros]

(*) Si no conocéis esta canción, al menos lo bueno es que os queda mucho pa jubilaros.

(**) Esto no admite discusión, queda adoptado como dogma en el Á.S.M.

Como aficionado a la prensa del motor, llevo un par de días leyendo de pasada un titular de esos que te hacen saltar el detector de gilipolleces: Los cursos de recuperación de puntos se suspenden por un error del Gobierno de España. Joder con el Perro Sanxe, ni esto hace bien… Pero veamos qué hay de cierto —spoiler: nada—. En el primer sitio que lo vi fue en Autopista:

Casi siempre que leas «Gobierno de España» o «la DGT» en un titular es: mentira

Lo primero es que lo que dice el titular y lo que se atisba en el cuerpo de las noticias —porque está por todas partes con pocas variaciones— no tiene nada que ver. En esta de El País ya se contradice entre el titular y la entradilla:

¡No habrá más! De momento…

Hmmm… a ver si es algún sitio explican lo del cambio en la normativa. Me topo con otra pieza, esta en Infobae, según la cual la culpable es la DGT que «impide a las autoescuelas impartir cursos de recuperación de puntos a partir del 19 de julio» y «Ante esta decisión de la Dirección General de Tráfico, comunicada este viernes».

A la DGT le da un día por impedir cosas y nadie hace nada. Qué vergüenza…

Entonces, ¿qué ha pasado? Pues que, en efecto, ha habido un cambio en la normativa. Y que como no le ha gustado a una empresa PRIVADA, esta ha decidido tocar los cojones dejar de dar los cursos y «achacar el problema a un error del Gobierno», como explican un poquito es esta pieza de Car & Driver.

Según la empresa afectada, la culpa es de Perro Sanxe

Así que resulta que la empresa hasta ahora concesionaria se ha enfadado mucho con la liberalización que se aprobó en el mes de junio. Porque ellos tenían un monopolio —que es una cosa contraria a la normativa europea y lo único que ha hecho España es adaptarse a ella— y ya no. Y como se han enfadado han dejado de respirar. Pero la culpa, según todos los medios del sector, era del Gobierno de España. Qué casualidad…

Banda sonora recomendada

El frontón, pelota mano o pelota vasca, es un deporte que consiste en darle bofetadas a una bola contra un paredón (originalmente, la fachada de la iglesia del pueblo contraria a la puerta), y así sucesivamente, para tratar de evitar que el rival (o pareja rival) pueda hacer lo mismo antes de que la pelota dé dos botes. En su modalidad oficial, existe una pared en el lado izquierdo (es un deporte zurdófilo*), otra en el fondo, y hay pintadas líneas que delimitan cosas del campo. Comenzamos con él una lista de deportes consistentes en atizar a pelotitas de pequeñas dimensiones con manifiesta mala fe. Y, como hay muchos, incluiremos aquí en este mismo post otras variedades de frontón.

El frontón es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. A ver, es que es un deporte que supone un retroceso en la evolución humana. Si nuestra especie se caracterizó por el uso de las manos para hacer cositas, y utilizar instrumentos que era necesario inventar, el frontón te devuelve las manos al estado de «zarpa». El frontón es de los pocos deportes (junto con el boxeo, etc) en el que la violencia propia del juego ya es suficientemente dañina, no es que hablemos de un riesgo X de sufrir accidentes o lesiones; es que tener las manos destrozadas es lo habitual.

A ver, yo he jugado al frontón con una pelota DE TENIS, y todavía te enrojece y antestesia las manos. Pero la pelota de frontón es mucho más dura y pesada. Como ejemplo, os diré que mi padre tuvo que dejar de jugar al que era su deporte favorito cuando empezó a trabajar en una oficina, porque no era capaz de pulsar las teclas de la máquina de escribir de una en una, con el muestrario pollas los dedos hinchados de jugar. De chavales, se hacían las pelotas con un cacho de madera redondeada, forrada de piel de gato (el resto del gato también lo aprovechaban, para el cocido). Con eso creo que digo todo.

Por su dureza, este deporte, antes muy practicado en los pueblos de Castilla, fue dejándose de jugar, salvo por cuatro forofos tradicionalistas (euskaldunes o no). También por eso se inventaron sucedáneos que permiten mantener el uso de los dedos para poder acariciar cosas, golpeando la pelota con diversos artefactos (palas, cesta punta, remonta, etc). En estas variantes, el riesgo principal pasa a ser el de SER IMPACTADO por la bola; de hecho se juega con casco, pero si te dan en la chepa te dejan baldao. Enzerio.

La modalidad más light es el frontenis, que dicho así parece que fuera un deporte moñas, pero no; es duro de narices, lo que pasa es que comparado con las otras formas de tortura descritas es casi una bendición para cuerpo y alma. Ojo: jugar al frontenis sigue siendo peligroso, dado que la táctica habitual consiste en ‘atizar a la pelota como si quisieras ponerla en órbita geoestacionaria’, son típicas las lesiones en la zona de la clavícula (o por esnafrarte con alguna de las paredes o contra un rival, cuando corres para devolver el golpe).

Me dejo, apóstata, una variante mucho más moderna del frontón que trataremos la próxima semana.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra recomendación.

(*) La táctica más usada en el frontón es tratar de que pelota vaya lo más cerca posible de la pared de la izquierda, para que al otros le cueste darla, y tenga que arriesgar rozarla con la mano (o la pala, raqueta o chisme que sea). En esto los zurdos llevan ventaja.

Nuestro santo cunero

La escultura de San 2º que hoy les traemos al Ávila Street Museum, se encuentra en la Calle de San Segundo (claro), que discurre paralela al lienzo oriental de la muralla, el más imponente; junto al cabecero o cimorro de la catedral (de la cual forma parte la capilla a la que sirve de fachada). El santo está flanqueado por otras dos figuras que parecen animar al protagonista principal (y a la vez, secundario). Por su condición de figura callejera está bastante deteriorada; las estatuas ya han perdido algún cacho, y ya os digo que yo no me quedaría parado justo debajo. Donde hay una puerta que, ahora veremos <risa de Vincent Price> puede ser Algo Más Que Una Puerta.

Cualquier abulense decente sabe que nuestra ciudad se llamaba Abula en tiempos de los romanos, y que Secundus, uno de los siete samuráis varones apostólicos*, vino a predicar el cristianismo a nuestra ciudad, de la que fue su primer obispo. Años Siglos más tarde, ya en época postmedieval, otro obispo encontró su tumba** bajo la ermita de -hasta entonces- San Sebastián, por lo que nuestra ciudad era depositaria de los restos, si no de un apóstol, sí de un señor que había aprendido directamente de los apóstoles; un segundo nivel apostólico. Desde entonces, en el sepulcro, hay un agujero en el que, si introduces un pañuelo, se te concede un deseo de cada tres (siempre que sean castos y puros, y hay letra pequeña). Bueno, pues TODO ESTO ES INVENTADO. Qué le vamos a hacer. Hasta nuestro gentilicio (abulenses) es incorrecto.

Ojo, que los inventos continúan: En la ermita de Sanse(bastián), ahora renombrada como ermita de Sanse(gundo), se esculpe una preciosa estatua de alabastro, de nuestro pobre catastro, para conmemorar a nuestro protobispo. Y acto seguido, se decide trasladar los restos del santo (pero no la estatua) desde la ermita a la catedral. Lo curioso del caso es que la gente sigue yendo a pedir los tres deseos al sepulcro -ahora cenotafio, técnicamente hablando- en la ermita donde YA NO ESTÁN los huesos… que de todas formas tampoco podrían ser del citado varón, que nunca estuvo ni aquí ni allí. Todo muy lógico.

Al dejar la estatua chula en la ermita, en su nueva ubicación se decidió fabricar una nueva imagen de Sanse, como la que hoy traemos a nuestro post (dentro hay más parafernalia, un retablo churrigueresco y todo, pero ya no es Street Museum y hay que pagar por verlo). La figura preside la entrada exterior a la capilla, y en él se representa a Sanse como si estuviera el 1º en un podium. Los dos señores de al lado no sé si son arcángeles o vicecamarlengos, hasta ahí no llego.

Por cierto, aquí llega lo interesante (entramos en modo Fríker Jimenez, titotatí tatí). La puerta que está debajo de ella permite entrar al interior del recinto amurallado (atravesando la catedral); peeero sin pasar por las Nueve Puertas de la ciudad. Quizá por eso, esta entrada secreta bajo la figura de San 2º es la que Arturo Perreteverte describe en El Club Dumas, también conocida como Las Nueve Puertas del Reino de las Sombras. El Reino de las Sombras (Ávila, obviously) es el lugar al que puedes acceder si invocas a Chusmifer. La película basada en el libro, dirigida por Héctor Palensky, la protagonizaron Josete Depp y Buddiño Spencer (que podrían ser las dos figuras al lado de San 2º).

Enlace al mapa

(*) En una historia bien narrada, sus compañeros (los siete magníficos varones) deberían haber sido Primo, Segundo, Tercio, Cuarto***, Quintín, Sixto y Septimio. Pero no, eran Torcuato, Tesifonte, Indalecio, Segundo, Eufrasio, Cecilio y Hesiquio. Parece la alineación del Atletico de Aviación en el 41.

(**) Algo parecido a lo del apóstol Santiago, muerto en Jerusalén pero enterrado en una aldea en medio de Ghalicia, a la que llegó por BlaBlaCar.

(***) San Cuarto existe, y su onomástica se celebra el 3 de noviembre. Voy a abrir un onlyflans pa pedir que lo cambien al 4, como corresponde***.

(****) San Segundo se celebra el segundo día de mayo. Ahí sí que se cumple la lógica.

Si la semana pasada tratamos de la desaconsejación del submarinismo, nulla dies sine bingo, hoy nos toca hablar de la natación, el antecesor del submarinismo. Aunque, siendo justos, yo aprendí primero a bucear, lo de conseguir flotar (y respirar) tardó un poco más. En fin, la natación no es solamente nadar; el deporte consiste en meterse en una piscina (a veces, otros sitios) para ver si ganas a otra gente, avanzando de la misma manera que ellos (rana, mariposa, calamar*, etc). Los nadadores tienen sus sectas, claro (a veces dejan entrar a los triatletas, por ver gente nueva, pero normalmente no aceptan intromisiones).

La natación es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Es un fracaso total, tiene lo malo del senderismo (moverse fatigosamente) y lo malo del submarinismo (en un medio hostil), pero ninguna de sus ventajas (ver paisajes y bichos curiosos). Es un deporte que, partiendo de algo bueno (saber nadar, que siempre viene bien) lo transforma en un hábito aburrido y repetitivo: ir pallí y pacá en una piscina, vuelta y vuelta, como un chuletón flotante. Los entrenamientos de todos los deportes son exigentes y a veces repetitivos, pero es que los de la natación son el summum del hastío. Hacer largos de piscina. Otro. Y otro. Como el conejito de Duracell, pero sin salir de la calle 4. Como ir a la tamborrada de Calanda con una pandereta en cada mano y sin pasar por los bares.

Las piscinas son sitios muy peligrosos. A ver, que por algo es obligatorio tener un socorrista en las piscinas grandes. Ojo, que lo que menos sucede es que alguien se ahogue (que pasa, pero más en piscinas privadas). Las piscionas atraen los accidentes: resbalones fuera del agua, calambres, lipotimias, quemaduras del sol, uno que salta a bomba donde no cubre… Y, accidentes aparte, sales oliendo a cloro, y la humedad facilita la aparición de otitis, hongos, pie de atleta, moluscos u otras infecciones en los sitios que peor te vienen. Incluso, en tiempos, había quien decía que se había quedado embarazada en una piscina (quicir, sin conocer varón, no por folleteo subacuático). A tanto no se llega, pero es seguro que flotar con otros fluidos orgánicos desagradables lo has vivido. Y luego, se ponen tiquismiquis con lo del gorrito.

Para compensar, dicen que la natación es un deporte muy sano y completo. Sí, por los cojones. Como todo, si tienes buen estilo tiene un pase; si no, de hecho puede ser contraproducente y dejarte peor de lo que estabas. Y los nadadores que nadan mejor y más deprisa (casi todos, en mi caso) te miran mal, y me voy a la calle de las abuelas en rehabilitación de lo de la cadera. Que si se juntan más de dos, también te miran mal.

Vale, existen modalidades de natación «fuera de piscina»: en mares, embalses, lagunas y sitios así. Pero la cosa sólo empeora: las posibilidades de sufrir problemas aumentan, y tampoco es que ganes mucho en cuanto a cambio de paisaje. En el agua avanzas despacio, y vas a ras de suelo. Y ojo, que las distancias engañan, las corrientes son traicioneras, y las medusas y otros seres indeseables te pueden atacar (merecidamente, en mi opinion).

Finalmente, existe una variante aún más horrible de este deporte, llamada «Natación Sincronizada«, que es un cruce degenerado entre la natación y el «line dance», con pinzas en la nariz y sonrisa de Joker. Demencial. Ni entramos a valorarla.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra recomendación. El agua, pa las ranas.

(*) Vaaale, te chirría lo del estilo calamar, pero… ¿tú has visto alguna vez nadar a una mariposa?

Como ángel vuestro que soy, os debo una explicación…

Mosén Rubí de Bracamonte* fue un señor con un nombre un tanto raro, pero con mucha pasta, que vivió en Ávila en tiempos postmedievales. En Ávila hay una serie de edificios religiosos (el pack capilla+convento+hospicio+colegio) que llevan su nombre, aunque su fundación corresponde realmente a sus antepasadas Aldonza de Guzmán y María de Herrera, o algo así pone en los papeles. Bueno, el hospicio (u hospital de pobres) realmente lleva el nombre de La Anunciación, y por ello en su fachada luce, sobre la puerta, este ejemplo de arte artístico, que es el que nos importa**. Se ubica en la calle o plaza de Mosén Rubi (claro), cerca de otros edificios nobiliarios vinculados a la familia, como el Palacio de Bracamonte o la Hostería Bracamonte (que ahora no se llama así, pero es como la conocemos les abulenses), y mezcla varios materiales pétreos.

Vamos con la descripción de este relieve. Dado que aquello era el Hospital de la Anunciación, parecía oportuno reflejar este motivo en su fachada; que para los no iniciados corresponde al momento en el que un ángel informa a María de que va a ser madre, y le explica quién va a ser su hijo. Otros artistas han representado este mismo momento en múltiples ocasiones. Pero el escultor de esta escultura quizá no cogió bien el concepto. Veamos por qué…

Elegimos al azahar otra anunciación, una cualquiera, la de Sandro Boticelli***. Observemos el cuadro y -sobre todo- cómo el ángel -Gabriel- efectúa el anuncio. Lo primero: está de rodillas ante María, con actitud sumisa y casi pesarosa, como corresponde a la noticia que está comunicando, en plan «no te lo vas ni a creer, pero me dice el jefe que va a pasar esto«. Y María parece que va a rechazar tamaña responsabilidad (ved sus manos en modo vade retro), pero finalmente lo aceptará con humilde resignación (hágase en mí según tu palabra, etc, etc).

Bueno, pues ahora contemplen «nuestra» anunciación. Desde lejos, parece bonito, un relieve con la escena enmarcada entre columnas, con el Creador en el tímpano. Pero en cuanto te acercas, la cosa cambia. En la escultura de María, la responsabilidad y la resignación no aparecen; está reflejada como una actriz en la gala de los Oscar, en el momento en el que se anuncia que ella es la ganadora: «¡Oh! ¿Yo? ¡No me lo esperaba!» (y entonces saca el discurso de 10 folios que llevaba para la ocasión).

Pero lo malo es lo del ángel. Gabriel ESTÁ REGAÑANDO, NO ANUNCIANDO, con el dedo de aseverar**** extendido. Nada que ver con lo reflejado en la Biblia o en el maravilloso cuadro de Boticelli. Hasta el lirio, el símbolo o atributo de Gabriel (también lo lleva en el Boticelli), parece más un garrote que una flor. Incluso la figura del tímpano parece tener una expresión apesadumbrada por lo que está contemplando. Sí que es cierto que Gabriel tiene el aspecto aniñado o afeminado con el que se suele representar, pero en este caso su expresión es más bien así…

Detalle del relieve ampliado

Compárese con el de Sandro. Ante semejante desaguisado, tras guglear sobre el tema, leo que el relieve se atribuye a un tal Pedro de Salamanca. Normal, de Salamanca tenía que ser; los señoritos (y los rectores) charros siempre nos han mirao mal… Vino a Ávila, cobró la escultura, y se volvió para allá a ver si le encargaban alguna fachada con ranas o con bivalvos.

Enlace al mapa

(*) Este Rubí de Bracamonte no es el más importante de tal nombre, ese honor corresponde a su antecesor y almirante gabacho Robin de Bracquemont, que introdujo el apellido por esta zona hacia el 1400, cuando Castilla y Francia eran amigas (recordemos: en esa época, Inglaterra era enemiga de Francia que era enemiga de Aragón que era enemiga de Castilla que era enemiga de Portugal).

(**) A ver, no es que lo demás no nos importe; la capilla de Mosén Rubí es pequeña pero interesantísmia y les recomiendo febrilmente la visita, sobre todo si puedeen ir con alguien que sepa explicar todo lo que tiene y esconde (¡hasta otra anunciación!), pero los interiores ya no entran en el ámbito del Ávila Street Museum. Aquí nos centramos en el arte callejestre.

(***) Se llamaba Alessandro di Mariano, lo de «boticelli» era un apodo familiar, aquí les diríamos «los botellines». Piensen lo que quieran, pero básicamente hay dos posibilidades (y podrían cumplirse ambas)

(****) Esto lo aprendí en un chiste de Forges, un diputado al que se le cae esta parte del cuerpo en plena filípica, de tanto agitarlo en alto.

Después del montañismo de las montañas, del senderismo de los senderos, llegamos hoy al submarinismo (buceo, inmersión, etc). Es un deporte que todos hemos practicado, en su modalidad más básica, cuando jugamos a buscar la piedrecilla de color que alguien ha echado al fondo de la piscina. Eso, como es sabido, se puede complicar tó lo que se quiera, aumentando la profundidad y los medios para resistirla.

El submarinismo es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. No deberíamos ni tener que explicar el porqué. Pero por si alguno no se ha dado cuenta, los humanos no tenemos branquias. Estar debajo del agua no es sano. TE AHOGAS. A ver, la natación (como veremos más adelante en esta mimma bitácora) ya es desaconsejable de por sí, pero meterse debajo del agua llega a un nivel de insensatez superior al del coyote cuando sujeta algún artilugio marca ACME. Es una pena que aquello del buzo que apareció en un bosque incendiado, arrojado por el hidroavión de apagar incendios, sea una leyenda urbana, porque esta gente es lo que merece.

Aparte de ahogarse, los submarinistas pueden sufrir otros problemas; la presión, la hipotermia, la angustia, los ataques de diversos bichos subacuáticos o sobreacuáticos… Todo horrible. Y no sólo por bajar a las profundidades, es que hasta cuando vas subiendo, si lo haces más deprisa de lo que debes, puedes sufrir el mismo efecto de burbujeo que se produce cuando abres un refresco carbonatado; eso que te hace cosquilleos en la nariz al beber, pero por dentro de tus vasos sanguíneos. Duele. Mucho. Puede matarte.

Los buzos forman, como suceden con otros deportes, una especie de secta. El primer paso para que te reconozcan como acólito es que no digas que se bucea con una BOMBONA DE OXÍGENO. Pues a ver qué leches es lo que lleváis a la chepa… No es una bombona porque mimimimi botella y no es de oxígeno porque lleva más cosas, mimimimi, nitrógeno…cosas… Como dijera Fernán Gómez, ¡a la mierda, hombre!

Como prueba de la brutalidad y peligrosidad de este mal llamado deporte, los practicantes deben realizar prácticas y exámenes que les facultan para descender cada vez a más profundidad; quicir, uno no puede vestirse de buzo y meterse en el agua y tratar de bajar a 50 m el primer día. Bueno, poder, puedes, pero si vas con alguien que te enseña, no te deja. Salvo que sea muy cabrón. Hay que ir aprendiendo poquito a poquito, y demostrar que eres capaz de sobrevivir a todos los peligros descritos; y entonces te dejan bajar un poco más. Estas pruebas te permiten ascender en el escalafón de la logia de los buceadores: grumete de agua dulce, scooba doo, bob esponja*, patrulla delfina, máster chof, y cosas así.

De los achiperres propios del deporte, qué decir; son peligrosos hasta fuera del agua. Probad a ir vestido de buzo por la calle… No sé si he dicho que el submarinismo es el deporte favorito de mi penúltima jefa de dpto, una chica preparada, inteligente y trabajadora, amable y benévola con nosotros sus indignos esbirros… Claro, algún fallo tenía que tener.

Existe una variante de esta aberración, y es practicarlo dentro de una cueva submarina. Eso ya no pienso ni comentarlo. Al igual que sucede con el GREIM para la montaña, hay gente de la meretérica específicamente preparada para salvar a estos insensatos. Delincuentes, diría yo.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra recomendación.

(*) Fondo de Bikini (en el original, Bikini Bottom) es (lo que hay abajo de) un atolón del Pacífico, patrimoño de la humanidad, y lugar curioso para el buceo: arrecifes de coral, destructores hundidos, y un índice de radioactividad superior al de Fukushima, por haberse realizado pruebas nucleeares.