Ayer mismo bromeaba en Twitter acerca de dar un único consejo relacionado con nuestra especialidad. Y, aunque el consejo de hacer caca en el trabajo me parece importante, voy a daros uno mucho más vital. Porque es sobre vuestra salud en el trabajo. Y esta mañana me he desayunado con esta salvajada que sucedió el martes en un call center.

Me toca ver muchas burradas sobre enfermedades y accidentes laborales. Me toca ver cómo hay personas que pierden la vida en el trabajo. Como este chico de 28 años que no se golpeó con un robot en la cabeza como da a entender la noticia: se le llevó por delante un robot cuyas medidas de seguridad estaban anuladas por la avaricia y el desprecio por la vida ajena de un empresario. Hace tres años de ello y la familia sigue la batalla judicial contra el terrorista patronal. Hace tres años de ello y el robot, me cuentan trabajadores de la planta, sigue teniendo las medidas de seguridad anuladas. O como la trabajadora de un centro especial de empleo aplastada por una máquina de planchado el año pasado.

Sin llegar a situaciones tan extremas, me encuentro con muchos casos en los que los empleadores —por la avaricia y falta de empatía propias de su condición— intentan por todos los medios «tapar» graves accidentes que, en caso de ser mínimamente investigados, pondrían en evidencia que se están pasando toda la normativa sobre prevención de riesgos por el arco del triunfo. Y que, encima, acaban siendo clasificados como enfermedad común con el consiguiente perjuicio para el trabajador afectado.

Todo ello con la complicidad de las putas Mutuas de Accidentes de Trabajo, otra cloaca infecta a la que estamos tardando en pegarle fuego quitarle competencias. Que ya me han venido varias trabajadoras de un mismo centro de trabajo —del que no daré el nombre, pero no os aconsejo buscar trabajo en un matadero de aves en Ávila, cof, cof…— con el mismo problema: quemaduras de segundo grado causadas por un agente químico de uso en el puesto de trabajo clasificadas como «enfermedad común».

Y así llegamos al consejo que os quería dar. Cuando sufráis cualquier accidente laboral —me da igual la gravedad, como si «sólo» os habéis torcido un tobillo— lo primero que tenéis que hacer —se ponga el jefecillo/encargado/cómitre de turno como se ponga— es llamar al 112. Espera que lo voy a poner más claro: LLAMAR AL PUTO 112. El jefecillo/encargado/cómitre de turno os dirá que qué exagerados sois, que eso es un arañazo y que vaya tontería. Ni caso. LLAMÁIS AL 112. Por qué la insistencia, Baku, os preguntaréis. Pues porque el 112 tiene obligación de informar de oficio a la Inspección de Trabajo de que se ha producido un accidente laboral. De esa forma os aseguráis de dos cosas. Por un lado, de que vuestra lesión no acabe considerándose «enfermedad común». Y por otro, de que la Inspección le echa un vistacito a las condiciones de seguridad en que se está realizando vuestro trabajo —por eso el jefecillo/encargado/cómitre se pone tan pesado con que no lo hagáis—.

Mando intermedio motivando a la plantilla.

Espero que haya quedado clarito. Buenos días.

Banda sonora recomendada
Que no falte el cartel explicativo (porque no entendemos el hebreo)

Continuando con eso de rescatar las cosas de los judíos y las judías del Barco (denominación de origen calificada), hoy llegamos a Sefarad el Jardín, una serie de pedruscos dispersos por donde estuvo un cementerio judío en nuestra capital. Se ubica, a ver cómo os lo explico, por debajo de la Calle de los Canteros, al lado de una especie de carril bici que hay ahí; por encima de La Encarnación. De hecho, es posible que los chalets de esa zona estén construidos sobre parte del cementerio, lo digo por si alguien ha visto Poltergeist.

El poste de la luz creo que no forma parte del conjunto. Creo.

Sefarad el Jardín puede que se llame así porque anteriormente fuese «Sefarad el Cementerio», o porque consta de bonitos hitos de granito separados entre sí; la verdad es que con esta dispersión no tiene pinta de ser un cementerio, lo cual es de agradecer. Si juntas mucho los hitos y los pones bien alineados, entonces te queda como el cementerio de Arlington, que es un sitio muy triste. Aquí no, se han desperdigado así como al tuntún, diez o doce, y parece más un sitio en el que soltar al perrito a que haga sus cosas. Que no quisiera yo ser irreverente, pero se presta a ello. Igual provocamos la aparición de un Gólem de Praga o algo de eso… aunque si después de la que liamos con el cementerio musulmán no ha pasado nada, va a ser que las únicas maldiciones sobre Ávila son las que ya conocemos: la herencia recibida y la distancia a Madrid. El cementerio musulmán también estaba sefarao del centro, tirando para el lado contrario, no se fueran a mezclar los muertos con los nuestros.

Completa este jardín una especie de losa/rampa de lanzamiento, colocada partiendo de una acera de la C/Canteros, que no parece una lápida porque por el lao de allá vuela como un metro sobre el nivel del suelo (y está claro que por ahí se podrían escapar los zombies). No acabo de encontrar yo mucho sentido a esta especie de plataforma, ni el acabao, ni la concepción. Estéticamente, parece como que esto fuese a formar parte de algo más elaborado, y al final se terminó el presupuesto, apañando la cosa por debajo de donde habían descargao la losa de granito, tal y como quedó.

Vista desde arriba
Vista desde abajo

Enlace al Mapa

La secuela de la entrada anterior no podía ser otra que ésta su secuela: lo de la bici de montaña, también conocida como mountanbai, MTB, y cosas peores. Básicamente, es lo mismo que el ciclismo de carretera -ir en bicicleta- pero con una máquina adaptada para ir por terrenos más escabrosos. La bici de montaña tiene ruedas más gordas (y con «tacos»), manillar más sencillo en forma de T, y vas sentao en una postura algo más elevada, amén de otras adaptaciones para la vida en el monte.

El bicimontañismo es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Dado que se circula por terrenos más irregulares, los riesgos de caída son aún mayores que en el ciclismo de carretera, si bien decrece sensiblemente la posibilidad de ser atropellado por otro vehículo. Paralelamente, baches y pedruscos incrementan las vibraciones a las que se ve sometido el deportista, que repercuten en nuestra osamenta. Para mitigarlo un poco, al poco de nacer, se dotó a las bicis de amortiguadores; pero ya os digo yo que milagros tampoco hacen y su mantenimiento es complejo.

Los riesgos son evidentes. Además de esnafrarse, el ciclista de montaña corre el peligro -frecuentemente infravalorado- de que le suceda algún incidente o avería en mitad del campo, a veces en sitios sin cobertura, lo que convierte el más mínimo problema en algo más serio, sobre todo si entrena en solitario. A esto añadiremos la hostilidad de los mastines que cuidan las fincas, de los propietarios de los terrenos que atravesamos*, de la meteorología, de la naturaleza en general y del ganado suelto en particular.

Por supuesto, en esto del MTB hay grados. Desde el que prefiere circular -a cher pochible- por caminos rurales transitables, incluso asfaltados, al que trata de ir siempre por fuera de pista (a lo sumo, veredas estrechas y pedregosas) buscando entornos de máxima dificultad técnica. Hay gente pa tó. Lo que nos une es la rivalidad con los de carretera, que nos miran con aristocrático desdén «a los de los tractores» cuando nos cruzamos; se creen Induráin. Panda pringaos…

A pesar de estas diferencias, el mundo del mountainbai tampoco escapa a la tontería de gastarse dinero para tener una bici mejor. A diferencia de los de carretera, aquí la aerodinámica importa poco, y más que rebajar gramos lo que se pone de moda son, sobre todo, marcas y soluciones técnicas (a veces un tanto chorras, todo hay que decirlo). Que si ruedas hipergordas o de más diámetro. Que si tres platos; no, ahora un solo plato. Que si el amortiguador nosequé o la horquilla nosecuá. Bueno, algunos, como los frenos de disco, los han terminado heredando los de carretera (tan listillos como eran) no sin polémica**.

Para terminar con los riesgos, los ciclomontañistas tendemos a sobreestimar nuestras capacidades. Para cruzar un vado o un arroyo («yo creo que no cubre»), para transitar por una zona empinada y pedregosa sin bajarse de la bici («yo creo que se pasa bien»), para atravesar por medio de vacas ¡y terneras! pastando («yo creo que son muy mansas»)… o para afrontar un cambio en la ruta («yo creo que por este camino seguro que vamos a dar a tal sitio, que desde allí ya conocemos la vuelta»)… Es algo que se cura con la edad, aunque no en todos los casos.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra recomendación.

(*) El tema de los caminos públicos que cruzan fincas privadas, y de las porteras de las fincas (que si se cierran mal, se escapa el ganado) es frecuente fuente de conflicto.

(**) Al principio no gustaban, han estado prohibidos -en las pruebas de ciclismo en carretera- pero ahora se están imponiendo (frenan mucho más que los de zapata), si bien han provocado lesiones por su perfil cortante. Ah, y un recordatorio para gente más pardilla que yo: después de bajar una cuesta frenando, los discos SE CALIENTAN MUCHO. No tocar, y cuidado al parar, con tu bici o la del de al lado, que no te rocen la pierna.

Chirimbolo no morroñoso

El Jardín de Mosé de León es otro de los pequeños* espacios inexistentes con dedicatoria existente** que pululan por nuestra ciudad. Se ubica entre la calle Telares y el lienzo sur de la muralla, justo por donde sale la Puerta de la Mala Ventura (que se ve en la foto, y es la salida más chiquitina de la muralla). Al parecer, por aquí se ubicaba una de las juderías de Ávila (antes de que los expulsáramos y/o pasáramos por la barbacoa). Para realizar el monumento que lo inmortaliza, extrañamente, no se ha empleado ni fierro morroñoso ni un bonito hito de granito: nos han colocao algo parecido a un urinario de acero inoxidable. Cosas veredes, amigo Sancho.

Mosé de León (como la cecina) era un sabio judío que pasó en Ávila buena parte de su vida, y que escribió un libro famoso del que casi nadie se acuerda, el Libro del Esplendor; en lengua hebrea, el Zohar. En el urinario, digo en el monumento conmemorativo, se ha grabado una cita de este libro, que les paso a mostrar por si alguno tiene interés. Es bonito lo que decía, el hombre este… Lo malo es que cuando te paras a leerlo, de pie al lado del chisme, parece que estás dedicándote al acto de miccionar.

Saneamientos Roca

El hito resplandece al sol, y entonces es cuando uno se da cuenta de que está ahí, porque el metaaal no está en una calle de mucho paso. Eso sí, cuando brilla, es que para pasar al lado te tienes que poner protector solar y gafas de esas de ver los eclipses. Al otro lado del arco que se ve al fondo no hay mucha cosa; una explanada donde antiguamente estuvo la iglesia de San Isidro, y donde menos antiguamente se ubicaba y celebraba, todos los viernes, el mercadillo (al menos la parte dedicada a indumentaria textil y otros zaleos). Ahora, a esa explanada salen los dueños de perretes que viven por el barrio a que hagan sus necesidades.

Para demostrar que es un lugar poco habitable, un cartel informativo expulsa a cualquier visitante que se haya perdido en este inhóspito lugar, redirigiéndole hacia otros sitios más atractivos. En el cartel se indica el tiempo estimado de llegada, suponiendo que se atine a dar con el camino correcto. No sé por qué, pero echo en falta la cabeza del gato de Cheshire apareciendo y desapareciendo, y diciéndonos eso de «no importa mucho el camino que tomes».

Enlace al mapa

(*) Su superficie no creo que pase de los 0’04 Bernabéus.

(**) Otro espacio de estos que están pero que no están es Plaza de la AECC. Se ubica en la intersección de las calles Virreina María Dávila, Jacinto Benavente y Fernando el Santo. La plaza tiene hasta la chapa identificativa sobre la fachada, encima de la sede de la benemérita asociación; pero hasta la propia asociación mantiene como su domicilio la dirección de C/Virreina María Dávila, 2. Ni en Google ni en la web de la AECC todavía no sale, polomeno a la hora de perpetrar este post.

La plaza AECC es maomeno lo amarillo. La vida sigue iguaaaal

Continuamos esta nueva (y totalmente prescindible) sección con un nuevo deporte, el que más jloria internacional ha dado a los y las abulenses: el ciclismo. Básicamente, consiste en subirse en una bicicleta del tipo antiguamente denominado como de carreras* y liarse a dar pedales por la carretera. Sobre todo cuesta arriba, porque si vas cuesta abajo, pedalear no es tan necesario**.

El ciclismo es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. No sólo porque te puedes pegar un piñazo o ser atropellado por otro vehículo, es que además la postura no es buena, ahí con la chepa torcida y la próstata apretá***, pasando frío y calor (no hay término medio), y si llueve te mojas por arriba y por abajo (con las salpicaduras de la rueda o de otros vehículos). Para rematar, casi sólo ejercitas un par de músculos, pero es tan exigente en el consumo calórico que te puede provocar la pájara. A ver, en todos los deportes te cansas, o te pueden subir las pulsaciones a mil; pero en la bici, de repente, te llega un vacío existencial, una ausencia de energía absoluta que se complementa con la aparición de hambre canina y te convierte en una piltrafa humana. Por suerte, se pasa descansando y comiendo. Mucho.

Los riesgos son evidentes. Y no termina ahí; existe un peligro desconocido para los no iniciados; cuando el aficionao corriente cae en esa especie de secta que forman los globeros, comienza un proceso adictivo similar a la ludopatía: se empieza a gastar MUCHO dinero en una bici mejor. Amigo, que no te estás jugando el Tour por unos segundos, que tú sólo sales a dar una vuelta con los colegas de vez en cuando, pa qué necesitas una bici [mode Manquiña ON] profesional. Ojo, que no te da más seguridad ni resiste mejor las averías, no; a partir de un punto, los euros sólo se van en reducir unos gramos de peso y ofrecer una pizca menos de resistencia aerodinámica.

Esto de llevar bicis de calidad obliga a entender de marcas y modelos; tanto, que los ciclistas se reconocen entre sí como los perros; no se miran a la cara; se inclinan y olisquean la bicicleta del otro:

  • Ayer me di una vuelta con Eufrasio
  • ¿Eufrasio?
  • Sí, hombre, uno que sale con Hematocrito, Gaseoso y Huelepeos [inciso: son apodos reales]
  • No caigo…
  • Uno que lleva una Samsonait de germanio con cambios Maquiavello y portabotija Thermoflix…
  • Ah, sí, Eufrasio el Gafas****, sí, la Samsonait se la recomendó Chiappucci…

Como se ve, además de la bici, claro, está el apodo o «nombre de guerra», imprescindible si quieres ser alguien, y hay que ganárselo a través de años de entrenamiento. Si no tienes, se te asignará uno de oficio.

Para terminar con los riesgos, hay una palabra que va asociada a «ciclista» como las moscas a la mierda: doping. Dejando aparte los casos de los profesionales (de los que, recordad, los detectados sólo son la punta del iceberg), lo más triste es que entre aficionados tampoco es raro hacer tonterías como tomarse varias latas de bebida energética en una parada, para poder llegar un poco más acelerao al siguiente puerto o sprint*****. Manda huevos, sí.

Además, confieso, los ciclistas no somos buena gente. Ello procede de una peculiaridad: como es sabido, el que va delante se cansa más que el que va a rueda. Por eso, es un deporte en el que a veces no gana el mejor ni el más fuerte, gana el más astuto traicionero. El que iba disimulando «no puedo, no puedo», y al llegar a la meta, demarra y gana con insultante facilidad. A veces, entre profesionales, se dan situaciones inexplicables de ese tipo: ¿Cómo no se ha dado cuenta Fulanito de que Menganito, que iba todo el rato a rueda, le iba a ganar al sprint? Pues porque, como dice mi hermano, cuando vas a mil, no te llega suficiente oxígeno al cerebro.

Esta rivalidad se manifiesta ahora, además, en una práctica reciente, que consiste en colgar en la red nuestros entrenamientos, con lo que se establece una especie de competición para conseguir primeros puestos en los «segmentos» (cachos de carretera). Claro, aquí se puede hacer trampa: ir con una bici eléctrica, o ir en tu coche despacio, a una velocidad «creíble», sólo para aparecer en esas aplicaciones. También sirve para conversaciones del tipo «Mira a Claudio, el capullo, dice que no entrena y se ha metido 140 kms esta mañana, y por los puertos». Ah, casi se me olvida, menos mal a Claudio… Si quieres ser ciclista SIEMPRE tienes que quejarte de que este año has entrenado poco; «llevo pocos kilómetros…», «los días que puedo salir, hace malo…», etc.

Y hablando de las bicis eléctricas, aquí tenemos otra nueva fuente de conflictos, que ha dividido a los ciclistas en tres grupos: los que odian a los de las eléctricas, los que les envidian, y los que tienen una eléctrica. Reíros del cisma de occidente, esto está provocando enemistades enconadas. Y no está dicha la última palabra.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra desaconsejación.

(*) Antes sólo existían las «bicis» (a secas, sólo denominadas «de paseo» por los vendedores) y las «bicis de carreras«. En su momento se inauguró la subcategoría «bicis de carreras con cambios» pero pronto todas las bicis de carreras venían con cambios de marcha (3 ó 5 «piñones», que se decía), por lo que se omitía esa salvedad. Las bicis profesionales de verdaz eran las que tenían transportín para llevar mercancías, y dinamo para llevar luz; mucho antes de los del Jlovo.

(**) Sí, majos, hay masoquistas que siguen pedaleando cuando van cuesta abajo. Esa gente nunca es de fiar, esa es la primera señal de que os dejarán tirados en cuanto os vean flaquear.

(***) En caso de que tengas próstata, claro.

(****) El Gafas de verdad no se llama Eufrasio, sino Agustín «Tino» Jiménez, un abulense que no llegó a profesional, pero compitió en los años 70 en una especie de segunda división (llamada entonces «aficionados»), y su mejor resultado fue en la Subida a Arrate, de su categoría, en la que fue adelantando a todos los rivales menos a uno, al que no pudo pillar, a pesar de darlo todo… Pero al entrar en meta, todos le felicitaban. El otro era el motorista que abría carrera. Con la lluvia empapándole las gafas, pensaba que era un ciclista. Como para pillarlo… Pero gracias a eso, pulverizó el récord de aquella subida, de hecho lo hizo en menos tiempo que los profesionales; y su marca estuvo vigente décadas.

(*****) Los ciclistas nos pegamos un calentón para ver quién llega primero a cualquier cuesta o lugar emblemático. El caso más conocido es el de Eddy Merckx, que en una carrera esprintó en una pancarta del –entonces ilegal, pero existente, al revés que ahora– Partido Comunista.

El estilo es una forma de decir quién eres sin tener que hablar

Este hermoso relieve «Outfit medieval», que traigo ante vuesas mercedes benz, muestra a un hombre que posa mostrando orgulloso su vestimenta y otros complementos, en lo que podría ser uno de los primeros anuncios de moda masculina prêt-à-porter, y está esculpido en esa piedra de la que en Ávila vamos sobraos: el granito. Se ubica sobre la puerta principal de lo que antaño fue un palacio señorial y hoy es un hotel, justo en la Plaza de la Catedral. Según los cronistas, el modelo fue un tal Gonzalo Dávila, cuyo yerno, Paco Valderrábanos, dio nombre al palacio. Al parecer, Gonzalo regresó de la toma de Gibraltar bastante contento y cargado de regalos*. El resto del edificio ha sido completamente remodelado, aunque -aparte de la puerta- conserva otros vestigios prepostmedievales.

El caballero o doncel lleva puesto algo que podría ser un jubón, o no; mi conocimiento de la moda actual es tirando a escaso, como para entender de ropajes antiguos. El caso es que es una prenda corta que le permite marcar paquete, como a los chulos de piscina (nihil novum sub sole). En la diestra lleva una lanza de caballero, que según la wiki de The Legend of Zelda, otorga 13 puntos de daño y 40 de durabilidad. En la siniestra, con una pose del brazo un tanto extraña y chulesca, podría ser un pendón o un bolso de Chanel; me inclino por lo último, porque lo bambolea de manera un poco así como Taylor Swift cuando baila en fiestuquis.

Complementan el outfit diversos elementos que se muestran dispersos alrededor (el precio puede variar en función de si se compran conjuntamente o por separado): un yelmo, un escudo (dejo a los expertos en escudística su interpretación), una bandera musulmana y una especie de banner o filacteria con la inscripción “Non nobis Domine, non nobis. Sed nomini tuo da gloriam”, que traducido del latín quiere decir «No me gusta que me domines, aunque eso tuyo da gloria». Sin duda, en los eslóganes de la moda siempre se hace referencia a lo mismo.

Sobre el caballero, un arco de tres lóbulos, a medio camino entre el logo de Adidas y el de Gucci, enmarca la escena, que bien podríamos imaginar que se vería como la fachada de un cortinglés de la época. Es posible que se cambiase la leyenda de las filacterias según la temporada o con los cambios de modas y dinastías.

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(*) En aquel momento no se conocía el tabaco, pero seguro que algo pa fumar se trajo de allí el amigo Gonzalo, para posar con semejantes pintas.

Inauguramos hoy una nueva sección de Halón Disparado denominada «Deportes Desaconsejados». Para ello, y sin que sirva de precedente, pasemos a definir lo que entendemos por «deporte». Según el diccionario Güebstar, son deporte todas esas actividades asimilables a realizar un trabajo, de manera no remunerada*, sólo por el puro placer de humillar a un contrario y/o a nuestro propio cuerpo**. El deporte, por tanto, es una actividad del tipo «pintar la valla» de Tom Sawyer. Un autoengaño que nos infligimos con la excusa de cultivar cuerpo y espíritu, como si fueran un campo de patatas.

Dicho esto, cualquier lector (muy españó y mucho españó) de esta bitácora daría por hecho que, hablando de Deportes Desaconsejados, comenzFÚUUUMBOLaríamos por el fútbol, pero no, no vamos a comenzar por el dep¿FÚMBOL?orte rey. De hecho, como el ejperto en deportes que no soy, voy a empezar por el único en el que he estado federado y que, además, todo el mundo juega según las reglas que se fijaron ¡EN ESPPPAÑA! (sí, amijos***): el ajedrez. Y aquí os debo una explicación: si alguno de ustedes piensa que el ajedrez no es un deporte «porque no te cansas», os diré, desde la serenidad, que SÍ POR LOS COHONEH. Preguntad a alguien que juegue enzerio.

El ajedrez es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Es un juego frustrante. Cuando empiezas está bien, porque aprendes las reglas, juegas más o menos al tuntún, y si vas teniendo práctica, ganas algunas partidas a tus amigo. Ojo, si pasa mucho, dejan de jugar contigo. Pero luego, cuando te crees que sabes algo, llega un niño de 8 años o un abuelete medio ciego de 90 y te dan una paliza. Qué inyustisia.

Los riesgos son evidentes, y no sé por qué el ajedrez tiene tan buena prensa. El ajedrez es el juego de mesa pedante por antonomasia. Flota evanescente sobre los juegos de naipes, dados rúnicos o tableros coloridos; como si el resto de juegos de mesa fuesen cosa de frikis aburridos o abueletes tabernarios; y el ajedrez Es Para Gente Que Piensa, debería ser asignatura en el cole, te ayuda a ordenar la mente y el karma y la metempsicosis. Last but not least, no olvidéis a qué jugaremos nuestra última partida.

Si pasamos al nivel avanzado, qué vamos a decir, si los jrandes maestros están como una p##a regadera. Salvo alguna excepción, como el juerguista de Capablanca, viven para el ajedrez como monjes de clausura, y los que se salen de la secta terminan como Bobby Fischer. Estamos hablando de gente capaz de jugar contra varios rivales a la vez y a ciegas, gente que recuerda minoyes de posiciones (y de partidas enteras); menudo agobio de sinapsis y neutrotransmisores tiene que haber ahí dentro, como para que anide el alzheimer****.

Progresar en ajedrez implica estudiar mucho. Por ejemplo, es fundamental conocer las aperturas, esto es, los posibles primeros movimientos que se pueden hacer, en plan «si él empieza así, yo puedo responder así o asao». Cuantas más aperturas y en más profundidad conozcas, más ventaja tienes sobre el otro, porque jugando los primeros movimientos «de memoria», ganas tiempo y evitas «trampas»; jugadas aparentemente normales pero que si el otro sabe una respuesta concreta estás perdido, ya que en estos niveles, el más mínimo desliz suele ser decisivo.

De hecho es tan cruel, esto del ajedrez, que las partidas de nivel superior a principiante casi nunca terminan con el jaque mate; lo normal es que un jugador abandone cuando ve que va perdiendo; así de pringaos somos los practicantes de este deporte. Imaginad un partido de fútbol en el que un jugador sale corriendo con la pelota controlada y el equipo contrario, según lo ve, dice «bua, nos rendimos, que ya según vas, nos vas a meter muchos goles».

Además, el ajedrez moderno tiene otro problema. Ha pasado tiempo desde que Alfonso X decía que el ajedrez era juego más noble, porque no influye el azar (ni los penaltis no señalados). Pero desde que los ordenadores juegan mejor que nosotros, y -sobre todo- desde que hay maneras de enviar información vía pinganillo o satisfyer*****, las cosas han cambiado, y la sombra de la trampa planea sobre jugadores y torneos.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra recomendación.

(*) El deporte profesional remunerado no es deporte. Es un trabajo, y de los de pasarse la Prevención de Riesgos Laborales por el forro.

(**) Cada vez hay más deportes de éstos de automachacarse el body, casi todos con nombres en la lengua de Mordor, que no pronunciaremos aquí.

(***) El ajedrez es un juego indio que nos llega vía invasión árabe. Al principio era un poco como el Risk (cada sitio tenía sus piezas y sus reglas) pero es la manera de jugar en la España del siglo XV la que se va a imponer para la posteridad. Que la pieza más poderosa sea la reina, y en el XV viviese Isabel la Católica, igual tiene algo que ver. Y el que está considerado como el primer gran maestro del mundo mundial, ya en el XVI, es el extremeño Ruy López.

(****) Al parecer, entre grandes maestros del ajedrez no hay casos de alzheimer.

(****) No es coña.

Espadaña de Los Jerónimos

Las espadañas, aparte de una especie de junco, son esos campanarios construidos solo con una pared, con vanos para poner las campanas. En Ávila nos quedan muchas; aunque algunas se mantienen en pie por los pelos. Como solución arquitectónica son bonitas, pero presentan el inconveniente de que no hay por dónde subir para subir a realizar la ITV de las campanas, salvo poniendo elementos externos, como andamios o escaleras de mano sobre (o alrededor de) el edificio -normalmente, una iglesia o un convento- al que campanean. Esto demuestra que los arquitectos ya eran dados al postureo en tiempos postmedievales. Y que a ellos no les tocaba subir a colocar las campanas.

Quizá por este error de diseño, creo que ninguna de las espadañas «grandes» de la ciudad mantiene sus campanas; queda alguna pequeñita, como la miniespadaña de la Ermita del Cristo de la Luz, a la que un tío un poco bigardo casi puede llegar y tocar la campana desde la acera; o las del Convento de San José, más escondidas pero visibles desde la calle. Sin embargo, la ausencia del ruidoso elemento ha tenido como consecuencia un efecto pajarero hermoso donde los haya: las espadañas se han reconvertido en soluciones habitacionales (que diría el meapilas de Le Corbusier) para el ave zancuda más urbanita: las cigüeñas.

Encabezando este pos pueden admirar la espadaña de (lo que queda del) Convento de los Jerónimos, una ruina que, aparte de servir como botellonódromo y pista de parkour, alberga una pequeña comunidad de cigüeña blanca, a partir de San Blas*. Bajo estas líneas, otra espadaña con sus nidos; las cigüeñas tuvieron a bien construirlos justo al lado de la Servicio Territorial de Mal Amb… digo de Medio Ambiente** de la Junta de Castilla y León en nuestra ciudad.

Espadaña del Convento de Santa Ana (actualmente, Delegación Territorial de la JCyL)

Las cigüeñas urbanas tienen el mismo problema que los humanos: la escasez de oferta de vivienda. Normalmente, las cigüeñas tratan de volver a los mismos nidos donde criaron los años anteriores; las que sobreviven a la migración, claro; las otras, no. Como quiera que gracias a aprovecharse de la actividad humana (de los vertederos, especialmente) ésta es una especie en recuperación, cada vez vuelven más cigüeñas, produciéndose afiladas disputas*** por la propiedad de los nidos.

Además, a veces es necesario, por la supervivencia de la estructura, aligerar o desalojar los nidos, ya que las cigüeñas todos los años hacen alguna reforma y van añadiendo materiales, según la moda de cada temporada, con lo que el peso de cada nido a veces llega a ser de cientos de kilos. La que quizá sea la espadaña más fotografiada de Ávila, la del Carmen, sobrevuela la muralla pero sin los nidos que anteriormente la cubrían, por lo que imagino que ha sido objeto de una de estas actuaciones.

Espadaña del Carmen

Los abulenses solemos pasear indiferentes, acostumbrados a la presencia de estas aves -salvo cuando te cagan encima-, pero muchos turistas se quedan sorprendidos al contemplar la vitalidad de la colonia cigüeñil de nuestra ciudad; sobre todo cuando pasan al lado de la Catedral, que tiene bastantes nidos, y las cigüeñas se dedican a montar un concurso de crotoreo**** mucho más disputado que el de Eurovisión.

Enlace al mapa

(*) Bueno, eso era antes. Ahora hay muchas cigüeñas que se quedan en España todo el año, si bien el nido sólo se usa durante el periodo de paternidad responsable

(**) Chiste de los funcionarios del resto de servicios de esa Delegación.

(***) Un picotazo de una cigüeña es una cosa mu seria. Piensen vuesas mercedes que anidan a la vista de águilas y otras rapaces, que -salvo raros ataques por sorpresa- no se atreven a incordiarles, ni a ellas ni a sus pollos.

(****) Nombre que se le da al canto de la cigüeña; bueno, más que canto es una especie de ritmo (con baile asociado) que ejecutan haciendo sonar sus picos como unas castañuelas.

Fuente de Sofraga (R.I.P.)

Si en el anterior post trajimos al Ávila Street Museum la Fuente del Bancospaña, y prometimos continuar con más fuentes, he aquí que (y lamentamos decepcionarles) vamos a cumplir nuestra promesa. A continuación les presentamos dos famosas ex-fuentes de nuestra localidad: la de Sofraga y la de la Alpargata. Lo de ex-fuentes tiene que ver con el lamentable estado de su función chorrigueresca (algo ya reseñado en la Fuetne del Pardillo).

La primera (véase la foto superior) es la fuente de Sofraga, llamada así porque se ubica en la plaza del mismo nombre, que lo debe a su vez al Palacio de Sofraga, uno de los múltiples edificios nobiliarios edificios del S. XVI (maomeno), cuando nuestra ciudad tenía cierta relevancia en el Reino de Castilla; ahora tanto la fuente como la ciudad se encuentran en el lamentable estado que vds. conocen. La fuente está junto a la muralla, por el lado de dentro, al ladito mismo de la Puerta de San Vicente, protegida por una verja (también viejuna).

Yo, de pequeño, no entendía por qué se llamaba «plaza» a un espacio tan pequeño; pero mi padre (mucho más jurásico que yo) me dijo que el dueño del palacio de Sofraga había conseguido el permiso de las autoridades municipales (guiño, guiño) para vallar la mayor parte de la plaza, que pasó a formar parte de lo que ahora son los jardines del palacio (actualmente reconvertido en hotel-restaurante). La fuente, que habría quedado en la zona vallada, se trasladó al exterior para poder seguir prestando servicio público. Circulen, circulen.

La segunda ex-fuente es conocida como Fuente de la Alpargata. Se ubica en lo que ahora es la Calle de los Hornos Caleros, también Carretera de El Escorial o de Las Navas (aunque realmente era la Ávila-Las Rozas) y antiguamente Avenida del 18 de Julio, y seguramente más cosas si seguimos retrocediendo. Desconozco el motivo del curioso nombre que tiene, sólo sé que tenía fama de dar buen agua. Digo «tenía», porque tras varias restauraciones y reconstrucciones y terraformaciones (y creo que también la conexión a la red pública de abastecimiento de agua), el estado que presenta es también lamentable. Probablemente, tanto en ésta como en la anterior tengamos buena parte de culpa los abulenses, dados a volcar nuestra frustración contra el mobiliario y enseres municipales*.

Fuente de la Alpargata (Q.E.P.D.)

Enlace al mapa.

(*) Por cierto, y aunque no venga a cuento, en esto del vandalismo, últimamente se llevan la palma los espejillos esos que se ponen en los cruces para poder ver si viene algún vehículo por la otra calle, el más cercano a mi casa (cruce de la C/Valladolid con Fray Luis de San José) tarda pocos días en ser reventado a pedradas, cada vez que se repara; y el de San Pedro Bautista con David Herrero, tres cuartos de lo mismo. Ójala que, la próxima vez, al autor le salte una esquirla de cristal al ojo y le atraviese desde la córnea hasta el tobillo.

¡Hoy saldremos de dudas! (Es el Día Enfermeril)

Estimados lectores (sonido de fanfarrias) ¡baby rotonda está viva! El ÁSM les trae en rigurosa primicia la evolución de los acontecimientos. La sonda tripulada «Mon 92», tras completar un par de órbitas, nos ha enviado nuevas fotos donde se puede comprobar ferpectamente que el prometido monumento a los enfermeros no se ha quedado en agua de borrajas, y que está a punto, ya que hoy, 12 de mayo, es el día internacional de la enfermería, y puede pasar cualquier cosa. Incluso que vayan políticos no invitados al acto y se miren mal entre ellos.

Vamos al lío. Una hermosa figura pétrea prismática luce en el centro (aproximado) de la nueva rotonda, elevándose sobre la cubierta vegetal. Por el momento no hay inscripción alguna, por lo que se abren dos posibilidades:

  1. El monolito es una peana, por lo que pronto aparecerá un monumento encima de la misma. Dada la reducida superficie, el chirimbolo no creemos que pudiera ser muy grande: se descartaría que lleve la figura de una enfermera morroñosa* a tamaño natural, como apuntaron algunos ejpertos. Probablemente se trataría de algún objeto alusivo a la profesión: un tensiómetro, un desfibrilador o una botella de vodka.
  2. El monolito es el monumento. En este caso (bastante habitual en los últimos engendros rotondiles, como los la dedicatoria con lío o la de las vacas) la finalización sería inminente y cutre: una sencilla placa a modo de matrícula, con una inscripción laudatoria. Sin embargo, en este caso lo lógico sería que el pedrusco hubiera venido de fábrica con la inscripción ya adosada, algo que nos desconcierta.
  3. Sí, posibilidad 3. ¿Qué pasa? Nunca os fiéis de mí. A lo que iba: si el monumento quiere representar fidedignamente a una enfermera en el ejercicio de sus funciones, no descarto que lo que se coloque sea una escultura de una enfermera fumándose un cigarrito (guiño, guiño), en el exterior de la rotonda, tó estresá, porque lleva ya 22 horas de una guardia interesante. Y quedaría de cohoneh, no me lo negarán.

¿Qué pasará? ¿Qué misterios habrá? Puede ser mi gran noche… Estarán conmigo en que it’s very difficult todo esto de colocar un monumento a plazos, aunque por otra parte, nos permite asistir en primera fila a algo que los humanos raramente somos capaces de poder contemplar, como la reproducción de los castores de Alaska o a Cuca Gamarra en actitud dialogante. Continúen atentos a nuestras pantallas, donde esperamos desvelarles próximamente qué excelsa y monumental erección es la que finalmente se produce.

Enlace al mapa

(*) Lo de morroñosa no es adjetivo de la enfermera, me refiero al material por excelencia en que se construyen los sueños**

(**) Cuando tus sueños húmedos incluyen eso de pingar un cacho de metal oxidao y decir que eso es arte.