Warning: Lo del fondo a la izquierda parece un cacho de la muralla, pero solo es un decorado.

La Fuente del Bancospaña es un monumento multichorril ubicado en la Plaza de Adolfo Suárez, frente al pretencioso edificio que una vez albergó la sede provincial del metabanco por antonomasia. Tiene la peculiaridad de que echa agua*; que me dirán ustedes que vaya gilipollez tratándose de una fuente, pero han de saber que la mayoría de las fuentes ornamentales de nuestra capital y provincia suelen carecer del líquido (o sólido**) elemento por culpa de la pertinaz sequía, el progresivo abandono y la herencia recibida. En la siguiente entrada de este bló daremos cuenta de ello.

Otra peculiaridad de la ubicación de la fontana es que está en un cul-de-sac; si bien por sus dimensiones no parece un callejón sin salida, realmente es una «plaza sin salida», ya que está rodeada al sur y al este por las murallas, y al oeste por el edificio que daba el nombre oficioso a plaza y fuente, aunque ahora da cobijo a otros menesteres más económicos y hacendosos (e incluso catastralosos). Y, por terminar, por el lado abierto, que le comunica con la puerta del Alcázar y las calles Don Gerónimo y Cruz Vieja, la plaza se podría decir que tampoco invita a la visita, pues queda algo tapada por diversos accidentes geográficos.

Vista de la fuente con la muralla (esta vez, la de verdad) al fondo

Por ello, tanto la ampulosa fachada del ex-banco como la fuente pasan bastante desapercibidas, ya que los usuarios más habituales de la plazoleta son las palomas que se arriman a la fuente a beber agua y hacer sus abluciones rituales, y algún turista que se cuela por la zona, despistado, pensando que va a encontrarse algo más, aparte de la fuente y las palomas. No es así. Hubo un acceso a la muralla justo en lo que sería el fondo de la segunda foto, pero se eliminó. Bueno, hay algo más, vale… Tenemos un verraco ya informado en este bló (pero comprendan que los -y sobre todo, las- abulenses estamos acostumbrados a los verracos) y algunos pedruscos artísticamente diseminados.

Helos aquí. Pensé dedicarles una entrada propia a estos abrevadero s arremolinaos, pero por la presente, me la ahorro.

Como dato inútil y adicional, la fuente (y el jardincillo aledaño) ocupa maomeno el lugar donde estuvió el Alcázar de Ávila, una fortificación que debió de ser más funcional que majestuosa (no piensen ustedes en el de Segovia o el de Toledo, ni mucho menos) y podríamos decir que pasó casi directamente del estado de «inaugurado» al de «ruina», ya en época postmedieval, dado que al poco de terminarlo resultó que Ávila se había quedado lejos de todos esos pueblecillos con el apellido «de la Frontera».

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(*) De hecho, esta fuente se ha pasado largas temporadas completamente seca, y ha sido reparada y restaurada para relucir y remojar tal y como la ven ahora.

(**) Ex-sólido elemento, porque esa fuente se pasaba helada enero y febrero cuando yo era pequeño (aún se notaba la glaciación Wurm), y nos gustaba cruzarla con cierto riesgo para nuestra integridad. Andando, que para lo de patinar soy más torpe que un guarro chico.

A new rotonda is born

Estimados y escasos seguidores de este bló, si los astrónomos andan engorilaos con la posibilidad de que Betelgeuse llegue al final de su ciclo estelar y reviente en plan supersupernova, emitiendo más luz que Vigo en Navidad y proclamando que el fin de los tiempos se acerca (una vez más; penitenciágite, hermanos); el Halón Disparado Ávila Road Museum Lagarto Spock tiene a bien mostrarles algo todavía más increíble y jermoso: el nacimiento de una rotonda*. Esta protorrotonda se ubica, por ahora, en la confluencia de la Avda Madrid (creo que es la única rotonda de la avenida que no tenía chirimbolo) con la C/Cardeñosa, lugar que en el futuro y para la posteridad se denominará «Rotonda de los enfermeros«.

Por el momento, el lugar ha sido delimitado con una cinta bicolor, de esas que la humanidad ha escogido como símbolo universal para representar la frontera entre el bien y el mal (en exteriores, en interiores se suele usar una fregona en diagonal, ya tú sabeh). En realidad, lo de la cinta parece un poco absurdo, ya que normalmente nadie va a caminar por el interior de la rotonda, y si lo hiciera un vehículo, sería formando parte de un accidente con componente etílico, que dudo que la cinta hubiera podido evitar. Supongamos, pues, que la cinta quiere mostrar la firme voluntad de llevar a cabo la erección del monumento a los enfermeros, de un modo bastante cutre, lo que por otra parte es acorde con el devenir de los tiempos.

A partir de aquí, puede que -como nos pasa con Betelgeuse- sucedan dos cosas: o que los acontecimientos se precipiten (estando en época electoral, no descartamos una inauguración in extremis), o que por el contrario, esto se quede así durante otro millón de años, como la famosa plaza del zócalo de Ciudad de México, que se llamó así porque se puso la base del monumento pero nunca la estatua. Cosas peores se han visto.

Lo siguiente, y lo que nos tiene en ascuas, es el tipo de monumento elegido. Creo que todos y todas en este bló estamos deseando que sea un engendro de fierro morroñoso. Me atrevería a hacer un boceto, incluso (en modo «sujétame el cubata», of course). Pero hay que ser realistas; los tiempos están cambiando, y el Colegio de Enfermería se suele gastar el dinero en otras cosas más mundanas (juergas, sobre todo). Mucho me temo que lo que se colocará en el centro del círculo sea un hito de piedra (en Ávila nos sobran) o algún otro chirimbolillo conmemorativo con placa alusiva a la motivación. Bueno, esa cinta rojiblanca creo que indica que la dedicatoria será algo menos invisible que la de la Glorieta del Doctor Carlos Marcelo Francos von Hünefeld**.

Por último, he de hacer una propuesta que seguro que no será tenida en cuenta. La rotonda debería llamarse «de las enfermeras». Porque si hay una profesión en la que no es necesario usar lo de «enfermeros, enfermeras, enfermeres y enfermer@s» es ésta, en la que se puede aludir al conjunto del personal en femenino y no creo que nadie se moleste. Tú dices «las enfermeras del hospital reclaman loquesea» y se sobreentiende que es el conjunto del personal sin excluir a los varones ni a las varonas***.

En cualquier caso, este bló se compromete a mantenerles informados de la evolución de los acontecimimientos. Una sonda tripulada será enviada periódicamente a la rotonda (bueno, no entraré en la rotonda, me colocaré en órbita de Lissajous) para inmortalizar todo lo que allí suceda.

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(*) A ver, en realidad la rotonda ya existe; pero se encuentra incompleta sin su chirimbolo. Es a esa condición de rotonda pluscuamperfecta a la que nos referimos.

(**) Que es verdad, este señor con nombre de emperador mexicano (o de alcalde de Überwald, si lees a Pratchett) fue un jran médico que ejerció en el hospital de Ávila y falleció haciendo parapente. Y su rotonda sólo tiene este cartelillo como muestra de homenaje, que ni sale en Gúguel Maps ni ná.

(***) La palabra varona existe. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; esta será llamada varona, porque del varón fue tomada (Gen,2:23).

Non Fungible Trisky

Cuando se está en racha, se está en racha. Si la semana pasada informábamos del hallazgo de los Hornos Medievales sin Post; en las obras de escarbación de las otras escaleras mecánicas, las de la Cuesta Antigua, ha aparecido el primer NFT Postmedieval del que se tenga constancia. Y la cosa no termina ahí; ¡¡desde Galería del Halón Disparado lo ponemos a disposición de todos los inversores interesados en hacerse con esta interesante pieza virtual de coleccionista real!!

Fue el pasado 1 de abril cuando los operarios encofradores hicieron el crucial descubrimiento, que se ha hecho púbico ahora. El nivel láser de rincones no paraba de mostrar lecturas extrañas. Al principio, se pensó que el problema venía derivado de la forma de la escalera; ya al tener que construirla sobre una cuesta de pendiente variable, se proyectó como una curva de Laffer, que sobre el papel lo aguanta todo, pero que una vez aplicada empezó a provocar incongruencias.

El arquitecto municipal, tras tomarse la preceptiva copa de coñac y zampuzarse en la cavidad de las escaleras, se colocó en decúbito dorsal a la altura del decimonoveno escalón. Tras unos instantes de desconcierto, pudo detectar el NFT, que hacía vibrar su móvil a pesar de estar en modo avión. La señal blutuz no dejaba lugar a dudas: se trataba de un NFT postmedieval, único en su género, cuyo token probablemente había sido desarrollado en python por el mismo autor del baldaquino sobre el cenotafio de los santos mártires de San Vicente. Los estilos coinciden.

El NFT pudo ser extraido por el concejal de festejos, con su Aifon 43. Para los nativos no digitales, un NFT es una especie de título de propiedad de algo etéreo, un contrato escrito en el equivalente digital de una servilleta de papel pringá de grasa. A todo esto, la ventaja de este hallazgo es que, al ser un mero campo electromagnético adimensional de bits y de bots, no es necesario paralizar las obras de las escaleras, que continúan a buen ritmo. De hecho, ya se ha alcanzado ya el nivel freático, por lo que pronto se comenzará con la instalación del reactor de biomasa y de los reclinatorios.

Y aquí viene lo mejor: como expertos que semos en bloskchein, criptomondongos y treidin, ¡el Ávila Street Museum ha sido el designado para comercializar este NFT en los mercados digitales y en forochoques! Los interesados podéis enviarnos un bizum a nuestros números personales, participando en una proporción alícuota quosque tandem en la propiedad del NFT, mediante un código hush que os remitiremos por correo certificado. ¡Sea usted propietario de un token al que ni siquiera el mismísmio Elon Musk tiene acceso!* ¡Participen en este crowfrungin! Los 100 primeros recibiréis, además, un mordisco del Camarada disfrazado de Rasputín (que es como acude habitualmente a su trabajo).

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(*) Nos prohíben exportar el NFT por haber aparecido en una ciudad patrimoño de la humanidad. Pa que veáis lo valioso que es.

Horneando el horno

Señoras y señores, indignado me hallo ante la afrenta cometida por las escarbadoras municipales. Siendo los hornos postmedievales uno de los signos de identidad no sólo de este bló, sino de toa, toa, toa la arqueología abulense, durante la ejecución de las obras para instalar unas escaleras mecánicas, ahora* parece ser que han aparecido unos Hornos Medievales sin Post. Medievales a secas. Cuatro días después de nuestra entrada a dedicados a los auténticos, los únicos, los inigualables (prrrrrrrr badabum-chis) Hornos Postmedievales.

No me cabe duda de que todo esto es un plan urdido para desacreditar tanto a nuestro Á.S.M. como a nuestros hornos favoritos, que ante la aparición de estos hornos rivales probablemente queden en situación de desventaja, y pronto sean un espacio abandonado, como el Centro de Interpretación del Misticismo o la sede local de Ciudadanos. ¿Tengo pruebas de lo que digo? Efectiviguonder**.

La prueba más clara es la propia escarbación en sí. Resulta que para poner unas simples escaleras, que han de salvar un desnivel de unos 5 metros maomeno, se horada toda una plaza que hasta hace bien poco, tenía una pinta aceptable (ver afoto 2), derribando árboles y removiendo más metros cúbicos de terreno que durante la construcción de la presa de Assuan. Eso ya olía mal. Para rematar, les recuerdo que la mayor parte de nuestra ciudad tiene cuestas, de hecho desde el final de estas escaleras hasta el centro todavía quda un desnivel aún mayor***. ¿Tenían sentido estas escaleras?

La ya ex-plaza, antes de empezar las obras, desde el ojo de pez del Gúguel.

El plan era evidente, tenía que aparecer algo para perjudicar a nuestro bló. Por eso han hozao paquí y pallí hasta que han encontrado tres piedras juntas y han decidido que eran unos hornos. Normal, en una ciudad con siglos y siglos de historia, era cuestión de tiempo, lo extraño es que no haya aparecido un cacho de Santa Teresa. Al menos se ha salvado -por los pelos- la Avda de Madrid, que llevamos una temporada que nos la llenan de zanjas y nos cortan el tráfico a la mínima.

La documentación de los hornos, de momento, brilla por su ausencia. No se sabe si eran hornos pirolíticos, si estaban en garantía, no se conserva la factura, ni siquiera sabemos si eran de fabricación nacional… Un desastre, como siempre. ¡Viva lo postmedieval! ¡Viva el capital!

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(*) Es un «ahora» irónico-alegórico, al estilo de Avilared.

(**) Antiguo chiste, sin traducción para los millenials.

(***) Ya, el plan es salvarlo con el ascensor o las escaleras que hay dentro del Centro de Recepción de Visitantes****. Me sigue rechinando un poco.

(****) Parada de bus para turistas que tenemos aquí. A pesar del nombre, no suele haber nadie recepcionando, ni cantando «Americanos, os recibimos con alegría».

Ayer fui por puro placer a una reunión de una comunidad de vecinos. De una comunidad de vecinos que no es la mía. Sí, amigos, soy así de gilipollas. Una vez, de niño, me grapé un dedo para ver qué se sentía. Ese es el nivel.

En realidad se trata de la comunidad donde vive la madre de mi novia. Y como ella tenía que ir —ella mi novia, no ella su madre, malditos pronombres—, pues para allá que nos fuimos. Me picaba la curiosidad muchísimo. Porque se trata de una de las dos últimas comunidades de vecinos de la ciudad que todavía tienen calefacción de carbón. Y el único punto del orden del día era informar sobre la posibilidad de conectarse a la red de calor que se está construyendo en la ciudad.

Como era de esperar aquello se desmandó rápidamente. Gente protestando porque con la calefacción actual pasan frío. Gente protestando porque no se habían enterado de que se había firmado un preacuerdo con la empresa suministradora de la red de calor. Gente protestando porque patatas… Lo normal cuando llenas una sala de jubilados. Cuando se pudo poner orden, los de la suministradora nos contaron las bondades —que las tiene— de su producto. En general, la cosa tiene buena pinta. O eso nos pareció a los «jóvenes» —mi novia y yo éramos, probablemente, los más jóvenes de la sala, y ya juntamos más de un siglo entre los dos—.

Llegado el turno de preguntas fue cuando aquello empezó a recordarme a una conferencia de la ONU sobre el cambio climático. Primero vino la fase de negación: a ver si podemos seguir con nuestra calefacción de carbón. Que el carbón sea actualmente mucho más caro, de mucha peor calidad —lo que ha impactado gravemente en el calor que llega a las viviendas— y que la persona que la atiende sea ya mayor, no esté para trotes* y ya les haya dicho que lo deja, parecían no ser obstáculos insalvables.

Pasamos rápidamente a la fase de ira. Que si el presidente es un cabrón, que si tengo frío, que si esto no vale para el agua caliente —sí vale, pero si ahora no tienes agua caliente central, no va a aparecer ella solita—, que si podemos poner contadores…

Llegada la fase de negociación, una señora preguntó que si no se podía poner una caldera de gas o de gasoil. Dejando de lado que el precio de dichas alternativas es simplemente disparatado frente al de la red de calor —decenas de miles de euros frente a cero**—, el horizonte temporal de dichas calderas es limitado, muy limitado. La misma señora preguntó acto seguido que si no se pueden poner paneles solares. Afortunadamente, nadie le hizo ni caso.

Un señor intervino para decir que ya éramos mayorinos y que seguir discutiendo de nada servía ya —fase de depresión—, así que lo mejor era fijar una fecha para votar si se enganchaban o no. Creo que finalmente estaban casi todos convencidos de que era cosa buena —fase de aceptación— y que acabarán votando a favor. Y nos largamos cuando empezó la «fase de corrillos»…

La experiencia fue muy instructiva para mí. La capacidad de un grupo humano de irse por las ramas cuando hay que tomar decisiones importantes es fascinante. Justo como la comunidad internacional enfrentándose al cambio climático.

Banda sonora recomendada

*El carbón de baja calidad genera más escoria y hace que esta sea más difícil de retirar. El buen hombre pasa cada vez más tiempo limpiando y menos alimentando. Así que claro que pasan más frío…

**A las cien primeras comunidades que se apuntaron no les cobran la conexión al sistema.

El bipétreo* monumento que traemos hoy ante sus ejpertos ojos es el dedicado al primer otaku español, que fue -ojo al dato- un abulense, San Pedro Bautista Blázquez para los amigos. Se ubica en los jardincillos de San Antonio, pero no en el parque principal, sino en el sector anexo a la iglesia del mismo nombre y apellido padovano. Es fácil de encontrar, porque el pedestal es de una vez, como pueden ver. A la estatua de Pedro, allá en las alturas, le falta una mano; no sé si debido a defectos del material o a algún acto vandálico durante las post-verbenas del Sanan**.

Vayamos primero con la persona aquí encumbrada, y luego hablaremos del encumbramiento propiamente dicho. Pedrito nació en San Esteban del Valle, jermosa localidad de la Andalucía de Ávila (también tenemos), a mediados del XVI. En su juventud opositó para misionero, y pronto pudo viajar a predicar el cristianismo al Japón. Aprendió el idioma, se hizo con una pandilla maja por allí, y le gustaba el país; pero entre las insidias de los frailes portugueses, que veían peligrar su parte del pastel***, y de los japoneses más tradicionalistas****, a los que no les gustaba la globalización mercantil, tecnológica y religiosa que venía de la mano de los occidentales, fue condenado a muerte, siendo ejecutado en Nagasaki con sus correligionarios, por lo que está considerado el primer mártir cristiano en Japón, y por ello fue pronto elevado a los altares.

La elevación al monumento, por otra parte, no data de aquella época (bien se ve que no es postmedieval), sino de mediados de 1945, lo que tiene su miga… Vale que la fecha (29/06/1945) coincide con el 4º centenario del nacimiento de Pedro B. (aunque en algunas güebs pone que nació en 1542); pero además coincide con un periodo muy curioso de la historia de España, marcada por los vaivenes en nuestra relación con el país del sol neonato, que procedemos a explicar.

Tras la entrada de Japón en la II Guerra Mundial, España continúa por un tiempo con su política de «simpatía ma non troppo» por las potencias del Eje, que parece que van a comerse el mundo, y de hecho se felicita a nuestro nuevo fachicolega por lo de Pearl Harbour. Sin embargo, cuando Japón invade Filipinas y se dedican a eliminar todo lo que suene a occidental e incluyen en el lote, por ejemplo, a los sacerdotes españoles, se nos van quedando los ojos a cuadros (y también al embajador japonés en Madrid, que había comenzado una politica de buen rollito y ahora no sabe ni dónde meterse).

El avance de la guerra, y la masacre del consulado español en Manila (abril de 1945) terminan de convencer al pragmático usuario de la lucecita de El Pardo de que es momento de ponerse a bien con los yankis, y –ole su huevo– se ofrece como aliado para declarar la guerra a la pérfida Japón, incluso -sujétame el solysombra- mandando otra División Azul a reconquistar Filipinas (y, si cuela, recuperar algo de la excolonia para el Imperio)*****. De más está decir que ni se dignaron a responder a nuestras gallardas peticiones.

Es durante este furor anti-nipón (29 de junio de 1945, remember) cuando se inaugura el monumento a «nuestro» santo de Nagasaki; ciudad a la que -irónicamente- en ese preciso momento le quedan dos telediarios, pues será arrasada apenas 40 días después por obra y gracia del plutonio 239 superapretujao.

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(*) Es Pedro y es de piedra, claro.

(**) Las verbenas/botellones de Ávila tienen nombres apocopados para la juventud: Sanan(tonio), Sanfran(cisco), Sanjo(sé-obrero), etc. Esto lo sé por mi hija adolescente, que frecuenta estos festejos etílico-religiosos.

(***) Sí, frailes que predicaban la misma religión y -en aquel momento- hasta eran del mismo país (o, al menos, tenían el mismo rey), se pusieron a malmeter contra Pedro para eliminarlo. Luego que si «qué inyustisia», que si les quitamos Olivenza…

(****) Japón ya era (y es) de por sí un país muy tradicionalista (y de las JONS), partiendo de ahí os podéis imaginar qué tipo de tipejos serían aquellos.

(*****) Vale que a veces me invento cosas, pero ésta no.

Adivinanza…

«Adivina» es una performance technopop ubicada al lado de la muralla, en el patio del Archivo Histórico Provincial de la Provincia de Ávila. Todo esto viene estando en la Plaza de Concepción Arenal, al lado de la Puerta del Carmen (o de la Cárcel) de la susodicha estructura defensiva. Este happening gromenauer está realizado con cosas colorás dispersas entre gravilla y piedras viejas.

El visitante foráneo que abona la entrada a la muralla y recorre sus postmedievales* peldaños y adarves, bien como justificación calórica para chuletón que tiene ya en mente, bien por entretener a su prole con esta atractiva y belicosa actividad (no exenta de peligros, ya avisamos), suele caminar unos metros desde las entradas principales, y cuando (hechos tres o cuatro selfies en familia) ve que todo se reduce a pasear por lo alto de una tapia más larga que un día sin pan, en el que las inclemencias meteorológicas se magnifican (pasas más frío los días de frío y más calor los días de calor), no suele llegar hasta este punto que les mostramos. Pero los que sí lo hacen, se encuentran con dos cosillas que les dejan circunspectos o cariacontecidos…

La primera de ellas se ubica en la parte trasera del palacio postmedieval denominado hoy en día «Parador Raimundo de Borgoña»**. Allí se ubican los depósitos de combustible y otra serie de trastos almacenados que, cuando esa parte de la muralla no era visitable, quedaban ocultos a los ojos de propios y extraños. Sin embargo, en la actualidad, y a pesar del pobre intento de disimularlo a la vista, son ferpectamente visibles. Queda feo y cutre, hemos de decir, obligados por nuestro juramento de decir la verdad, toda la verdad y nada más que la mitad.

La segunda es ésta que les mostramos, una expresión de arte conceptual, libre de convencionalismos y de sulfitos. Consta, como ya hemos indicado, de piedras colorás dispersas en el suelo, entre gravilla y bloques graníticos tallados que antaño formaron parte de edificios. El rollo es que te quedas sin saber qué quieren decir los pedruscos. Y es importante, que cada piedra roja representa una víctima mortal de violencia de género (segun la cartela que hay dentro, corresponden a 2019 y parte de 2020). Quizá estaría bien que se colocase algún indicador explicativo, tanto en el exterior de la reja que separa el ¿jardín? de la plaza, pero sobre todo en el paseo de lo alto de la muralla, desde donde se puede observar con mejor perspectiva.

Al menos una cosa hay que reconocer: por un pelo, se nota que está puesto con alguna intencionalidad. Un par de bandazos artísticos más y aquello habría parecido los escombros de un tejao hundido. Bueno, si sigue creciendo maleza entre la gravilla, este efecto se puede llegar a conseguir. Gratis.

El happening, visto en perspectiva como proceso de deconstrucción bioevolutiva

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(*) Peldaños postmedievales, sí; si hubieran dejado los medievales, las huellas (ande pisas) eran sólo de unos 20 cm, y las contrahuellas (la altura del escalón) de 30 ó 40. Y los adarves no tenían barandilla pal lao de dentro. Que alguna vez de chavales nos hemos colao, cuando no estaba habilitada para el público.

(**) Raimundo fue un gabacho que (aparte de cepillarse a una Urraca) se dedicó a repoblar este territorio ganado al enemigo con gente a la que trajo (engañada u obligada, sin duda) desde tierras lejanas. Por eso en nuestra provincia tenemos varios pueblos llamados «Gallegos de…», «Narros de…» (navarros) o incluso una roja «Mingorría» (capital de Euskal Herría, según su himno oficioso).

He visto brillar rayos-C…

Las Puertas de Tannhäuser son uno de los monumentos más originales de Ávila, y mirad que tenemos cosas raras. Construidas con nuestra roca plutónica favorita, el gran-hito, pero con hojas de material casitransparente (que permiten vislumbrar un fondo lovecraftiano) y base de ladrillo enfoscao. Se encuentran en la Calle de la Dama, que está dentro del recinto amurallado; sí, hombre, es la calle del portón trasero de la Exacademia de Exintendencia, actualmente Archivo Histórico Militar Con Cosas; lugar en el que hubo una plazuela que tuvo que ser muy bonita en tiempos postmedievales, pues a ella daban dos edificios magníficos de esa nuestra más jloriosa época: el Hospital de Santa Escolástica y la Iglesia de Santo Domingo; y todo esto se perdió en el tiempo, como lágrimas en la lluvia*.

Ávila ha tenido desde siempre una larga relación con el cine; es algo típico de las ciudades frías y aburridas; ande si no vas a estar mejor un miércoles de invierno que viendo una película; a ser posible de éstas que echan ahora, que duran varias horas, te duermes tan calentito, y ya no te acuerdas si eso de la mantícora que quería poner generadores eólicos en el Raj británico multidimensional pasaba en Tar o en Avatar. Y no sólo eso, después de la película vas y pones un coloquio u mesa redonda sobre la influencia de Kierkegaard en la trama de El Séptimo Sello, con José Luis Garci, Eduardo Torres-Dulce y Carlos Boyero, moderada por nuestro héroe local de la crítica, Juan Carlos del Pozo «el Películas», y nos parecería lo más interesante que ha pasado en nuestra ciudad en el último siglo.

Sabido esto, la corporación municipal decidió erigir un monumento cinéfilo, emblemático y barato, para lo que se pensó en alguna obra representativa de la ciencia ficción, nuestro género favorito. Se barajaron varias posibilidades, como «Con AVE y sin peajes», «Una Noche en el Museo III: La subsede mutante», «Días de radioterapia» o incluso «Chusmatrix»; pero al final se eligió Blade Runner (no sin críticas de la oposición, porque el ambiente crepuscular y la trama recuerdan demasiado a la agrupación local del CHOE cuando hay primarias y aparecen replicantes por todas partes).

Los artistas municipales se pusieron manos a la obra, y poco a poco, cerveza tras cerveza, la idea fue tomando forma. A partir de la frase más famosa de la película, se decidió construir una representación que imagina a las Puertas de Tannhäuser como unos arcos boludos** con crestería gótica; colocándose en los vanos una superficie acristalada que, como hemos dicho, permite intuir borrosamente, más allá de las puertas, un paisaje desolador y postapocalíptico. Hay turistas que afirman haber visto a Cthulhu moviéndose entre la maleza. Los dos rayos-C surgen del suelo, dos emisores circulares*** bajo un cartel de fierro morroñoso y metacrilato.

Como ya somos Ávila Clever und Smart City, en el cartel morroñoso se informa al turista de todo esto que os digo, con un QR que nos dirige a la web de Ávila Estupenda, donde podemos escuchar una locución con la voz de Rutgerus Hauer o Constantino Romero (dependiendo de la selección de idioma) promocionando los productos gastronómicos locales.

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(*) De ellos nos queda casi nada, apenas fachada y media.

(**) Por su decoración, no argentinian pun intended. Las pelotillas adornando cosas son típicas de muchos palacios de Ávila.

(***) Parecen simples focos, pero piensen ustedes qué leches iban a iluminar en esa posición. Realmente son emisores de Rayos-C, los trajeron expresamente desde el Área 51.

La plazuela de Donfran

La Dedicatoria Morroñosa (ferrare humanum est) es otro de esos homenajes escondidos que tanto nos gustan a los abulenses. Se ubica en la Plazuela del Párroco D. Francisco López. No traten de buscarla en el Gúguel Maps porque es otro de esos espacios adimensionales/inexistentes; las viviendas que dan a esta plaza en realidad deben su numeración a las calles Francisco Gallego, Nuestra Sra de Sonsoles o Jesús del Gran Poder, que en ella convergen. La morroñosez proviene de que para realzar el homenaje se han elegido un par de largas macetas de nuestro metaaaaal favorito*, sobre las que se ha colocado una placa de metacrilato.

Vista genital, digo cenital, de la plaza, antes de la reforma.

Hasta hace pocos años, la plazuela no existía, estaba ocupada por una manzana triangular con sus casas viejas. Posteriormente fueron derribadas, y -como pueden ver en la foto ut supra– el lugar se convirtió en improvisado aparquing (sin «gorrilla», dadas sus reducidas dimensiones) para vehículos. Y, recientemente, se terraformó el espacio para enlosarlo y dedicárserlo a D. Francisco López, quien me consta que no tiene culpa de este desaguisado. Donfran, al que conocí bien (llegó a ser mi jefe en determinado momento de mi vida laboral), fue un cura con especiales dotes como impulsor de proyectos de todo tipo (de viviendas sociales, educativos, etc), hijo adoptivo de nuestra ciudad y sin duda, merecedor de una plaza. Pero de una bien hecha, que el hombre, además, entendía de construir cosas. Hasta barrios enteros, cuando se puso a ello.

Explicados estos datos, vamos a describir lo que tenemos aquí. Siguiendo el modelo de hurvanizmo imperante en la actualidad, en el primer momento se procedió a crear un triángulo enlosado y vacío, alrededor del cual se permite aparcar vehículos en batería, que el barrio anda escaso de plazas. La cosa quedaba un poco deslucida, así que se le añadieron, en la parte alta, un par de estructuras morroñosas en las que plantar arbustos que proporcionasen algo de vida a la plazoleta. Es en este engendro metálico-vegetal (como el Pokemon Ferroseed) en el que se ha colocado la sencilla placa que homenajea al susodicho párroco, y en el que no se hace referencia alguna a las importantes actividades extraparrocales que desarrolló Donfran (aparte de las de decir misa, quiero decir).

Y he aquí que hace unos días, y ante la nula atención prestada por los viandantes a este desangelado espacio, se le añadieron unos bancos de piedra y unos arbolitos que, si sobreviven a sequías, vandalismos y otras plagas, puedan aportar sombra y algo de vida al lugar. Y en este momento, hemos de hacer un inciso para mostrarles una foto de la plazoleta que, como pueden ver, presenta una acusada pendiente, pues se ubica en la ladera sur de la ciudad.

Cuesta abajo y sin frenos

Pues bien. ¿Han visto alguna vez esos documentales en los que los ejpertos se preguntan cómo los egipcios pudieron construir las pirámides sin ayuda alienígena? Pues aquí nos pasa lo mismo, pero al revés. ¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI se puedan colocar esos bancos manteniendo la inclinación de la pendiente?

QUE IMHOTEP OS HABRÍA CORRIDO A LATIGAZOS Y ARROJADO A LOS COCODRILOS SAGRADOS COMO OFRENDA.

QUE COMO SE SIENTE UNA ABUELA DESPISTADA, O BIEN SE ESCURRE Y SE ESNAFRA, O SI APOYA LA BOLSA DE LA COMPRA, SALEN LAS PATATAS RODANDO HASTA EL RÍO ADAJA.

Es que me puedo imaginar a los ñapas en plan «a mí que me ice, yo soy un mandao», pero cohone, ¿naide del ayuntamiento con dos dedos de frente ha visto esto? Don Francisco, perdónelos porque no saben lo que hacen. Pero es que ni p**a idea.

Con esta actuación, dos de los lados del triángulo ya tienen su engendro. Nos queda el lado este, que de momento sólo tiene un rebaje de esos para hacer accesible la acera (en primer plano en la foto de la pendiente), de varios metros de ancho, preparado para que hordas de personas de movilidad reducida puedan entrar y salir del triángulo con comodidad. Que no es que me parezca mal… Es que el barrio en el que se encuentra es ya de por sí tan hostil para este tipo de personas (escaleras, cuestas, adoquines, aceras estrechas y mal pavimentadas, por empezar a hablar) que este «detalle accesible» sólo para entrar a donde nadie entra, parece un chiste malo.

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(*) Colocar este material en algo que hay que regar y que está en la parte alta de la plazuela añade gracia al asunto; pronto pequeños riachuelos de orín salpicarán el enlosado, extendiéndose como tentáculos de Cthulhu. Claro, que recientemente @gbuenadicha me ha enseñado que también existen alcorques tapados con acero corten. O tempora, o mores.

Penitenciágite, hermanos, el fin se acerca*

La Cruz de Ambiente Postmedieval preside una de las calles más emblemáticas de Ávila, denominada alternativamente como «Calle de la Muerte y la Vida» o «Calle de la Cruz Vieja». La cruz está fabricada en madera, tiene un tejadillo protector, y cuelga de una de las paredes del conjunto de edificios que conforman la catedral de Ávila. Completamos la ubicación; esta calle zigzaguea entre la Plaza de la Catedral y la de Adolfo Suárez, y tiene un trazado peculiar, pues presenta dos curvas de 90º. En una de ellas se encuentra el elemento monumentoso que traemos hoy al Á.S.M y que, de alguna manera, transmite el «ambiente postmedieval» a una calle singular, tanto que quizá sea propia calle la que realmente merezca estar en el Street Museum.

Como vds. saben, en muchas ciudades existen callejones típicamente típicos, de esos por los que, al pasar, sientes una mezcla de miedo y emoción por recorrer un lugar especial, legendario, misterioso, titotatín tatín. En Ávila, ese lugar es la Calle de la Cruz Vieja o de la Muerte y la Vida. De ella se cuentan varias leyendas de capa y espada, que por ser denominadas leyendas supondremos que son mentira o, al menos, herencia recibida.

Empecemos por la segunda denominación, la de Calle de la Muerte y la Vida, que tiene varias explicaciones, a cual más inverosímil. Por un lado, podría aludir a las figuras que aparecen talladas en relieve en los remates del edificio catedralicio que se encuentran precisamente sobre la cruz. Aunque muy deteriorados por el tiempo, se puede distinguir un esqueleto que llega desde más allá del Muro de Hielo portando el cadáver de Jamie Lannister, bajo la efigie de la dama Khaleesi, entre sus dos dragones horripilantes. OÑO, QUE ES VERDAZ, MIRAD LA FOTO. Si en Ávila estás, a Juego de Tronos vas.

[ Foto de la web de alojamientos rurales Casas de Gredos , grasias de antebraso]

Por otro lado, lo de «de la muerte y la vida» podría aludir a que la parte central de la calle (la que se muestra en la primera foto), por estar oculta a las miradas gracias a su doble giro, era la preferida por los nobles abulenses para realizar esa histriónica costumbre de batirse en duelo; con el previsible fatal resultado para -al menos- uno de los dos contendientes, al que se alude con esa alteración de la forma normal de la frase. Porque si dices «calle de la vida y la muerte» aludes a un proceso natural, pero de esa manera queda más en plan «el muerto al hoyo y el vivo al bollo».

Finalmente, se baraja la posibilidad de que el nombre haga referencia al gato del campanero de la catedral, tras caer desde la torre en la que éste tenía su vivienda (justo en el lugar en el que comienza nuestra calle), mientras bajaba hacia el suelo, en un estado cuántico similar al del felino de Schrödinger, esto es, indeterminado para su dueño hasta que llegase al suelo y se manifestase uno de los dos.

Vamos ya con la denominación «Cruz Vieja». Esto plantearía la posibilidad de que alguna vez la calle se denominase «Calle de la Cruz Recién Puesta», pero no… Junto a una de las ventanas aparece la inscripción «LA CALLE Ð LA +» (a secas), véase la foto bajo estas líneas. Parece ser que ese «vieja» aplica a la calle, no a la cruz; y eso es porque en Ávila se bautizó otra calle con el nombre de Calle de la Cruz, lo que provocó una duplicidad intolerable; y por ello se decidió añadir lo de «vieja» a la primera calle, para destacar que fue la primera de las dos con ese nombre. Es como lo de los Brueghel o los Plinio, cuestión de primacía.

He aquí la inscripción

Aunque esa + del pétreo grabado hay quien la interpreta, por la fecha, como «Calle de la Suma», haciendo referencia a una iniciativa política del Duque de Lerma (#SUMAR), caracterizada por sumar una propiedad inmobiliaria tras otra hasta totalizar medio Valladolid, y luego, medio Madrid. El partido debía de ser muy rojo (de izquierdas, para los millennials), tanto que hasta el mismo duque terminó vistiendo siempre de ese color.

Lo cierto es, leyendas aparte, que cuando te atreves a pasar en solitario por este lugar a veces sólo oyes el eco de tus pisadas en el silencio. La escasa iluminación y las sombras de los contrafuertes de la catedral (en los que podría estar oculto cualquier maleante, espectro, o candidato a la alcaldía, prestos a abordarte con aviesas intenciones…), induce en el estado de ánimo cierto desasosiego. La cruz que en ella se ubica no hace sino añadir un plus de peligrosidad (y otro de nocturnidad, si es de noche) a ese desasosiego; no me negarán que cuando uno ve una cruz en una curva, no presagia nada bueno.

Y para añadir una teoría a este mundo de leyendas becquerianas, una propuesta mía, que tiene que ver con una extraña puerta sita en la mesma esquina de la cruz (cuarta y última foto) y que podría explicar ambas denominaciones de una vez. Según mis himbestigaciones, la cruz conmemoraría la infausta noche en la que un obispo, recién aupado al cargo que en su día fue de Prisciliano, y preocupado por la responsabilidad que recaía sobre su persona como pastor de esta nuestra impía grey, paseaba desvelado por los desiertos pasillos de su nueva seo. Llegado a un lugar del claustro, quiso saber a dónde comunicaba esa puerta, contra la que el deán y los presbíteros le habían prevenido: «Monseñor, por esta puerta no salga». Arrimó la oreja a la misma, y pudo escuchar extraños gemidos e invocaciones. Imaginando que algo demoníaco se urdía tras el portón, lo abrió y salió al exterior gritando «Vade retro, Satana», sin percibir que la puerta que a esta calle comunica se halla como a metro y medio sobre el nivel del suelo, perdiendo pie y dando con su episcopal solideo contra el empedrado, a la vez que -en ese su último acto como prelado en activo- sorprendía a una pareja que, oculta en las sombras de la calle, se refocilaba. Sic transit gloria mundi, dijo ella.

La Prevención de Riesgos Laborales brilla por su ausencia**

Enlace al Mapa

(*) Se ve así, aparte de porque mi móvil es de gama media-baja, porque aproveché un día de niebla para hacer la foto y que quedase como en esa escena de «La noche de los muertos vivientes».

(**) Puertas elevadas parecidas he visto en lugares donde se carga o descarga material o ganado en camiones, dada la antigüedad, no creo que sea el caso. Más bien, que ahí falta algo.