«Sujétame el cubata» es una escultura alegórico-deconstructivista ubicada en el centro de una fuentecilla que a su vez se encuentra en el centro geotérmico del jardín de San Antonio. Estuve tentado de ponerlo en el Ávila Road Museum (pues la fuente sería la rotonda central del parque), pero la ausencia de vehículos (excepto carritos de bebé y sillas de ruedas) y la posibilidad de bordearla en el sentido de las agujas del reloj me hicieron decantarme por el Á.S.M.
La escultura representa a un par de ninios angelicales haciendo cosas propias de la edad, con la chorra al aire. A diferencia del más famoso de sus congéneres, el manneken pis, el chorrillo de agua -cuando funcionaba- lo echaban por el cubata; y también por otros chorriproyectores alrededor de la base. Debido a su antigüedad -y a estar destinada a un lugar mayormente húmedo-, no está construida en fierro morroñoso. Tanto la escultura como la base y los mecanismos hidráulicos han sido restaurados varias veces, sin mejorías destacables.
Para los que seáis de otras partes menos áridas, sabed que el estado natural de una fuente en la meseta abulense es ésta: seca y sin chorro alguno. Sobre todo, si está puesta en la plaza de un pueblo de la Moraña (que es la parte norte y menos montañosa de la provincia). Algunas de esas yo creo que no han echao chorro en la vida; pero hay que ver la fiebre que les dio a los alcaldes por poner fuentes ornamentales en lugares en los que, en verano, hasta las lagartijas llevan cantimplora. Aquello fue un culo veo, culo quiero, y alguien se forró vendiendo ranas, venus afroditas o patos que teóricamente echaban agua por algún orificio.
La fuente, como dije, está rodeada de un pequeño estanque en el que de pequeño tuve un incidente: haciendo el canelo sobre la superficie helada del mismo, ésta se rajó bajo mi peso y el principio de Arquímedes hizo el resto. Me salvó la vida el hecho de que en el estanque sólo cubra unos 15 ó 20 cm. Me calé los pieses hasta por encima de los tobillos; si llega a ser la otra fuente, que está en el lado del parque cercano a la antigua estación de autobuses, termino como Leonardo di Caprio en Titanic.
En nuestra voluntad de servicio público, les traemos una recomendación cinematográfica para sibaritas. Una película española de hace sólo cincuenta años —rodada con Franco todavía vivo y coleando— que combina, de forma un tanto irregular, el suspense, la ciencia-ficción y un toque de gore-softporn-nosécómodefinirlo. Qué cojones, tiene todos los elementos para clasificarla como giallo. Pero vayamos por partes…
Con este poético título firmaba Eloy de la Iglesia en 1973 su película más peculiar —en una ya peculiar cinematografía—. Además de dirigirla, de la Iglesia figura en un equipo de guión en el que también nos encontramos a un José Luis Garci que aún no se había iniciado en la dirección. Eloy hizo un buen trabajo y el conjunto es muy disfrutable.
He leído varias reseñas y críticas en las que se acusa a «Una gota de sangre para morir amando» de plagio o copia chapucera de «La naranja mecánica». Yo lo calificaría más bien de homenaje. En una de las primeras escenas un grupo de cuatro jóvenes con estética uniforme irrumpe de forma violenta en un domicilio —mientras la familia ve en la tele que se va a emitir la mencionada cinta de Kubrick— y practican un poco del viejo unodós y dan unos tolchocks bien joroschó. Yo creo que, si vas a plagiar, no citas al plagiado nada más empezar, llámame loco. Me temo que uno de los títulos con los que se publicitó en el mercado anglosajón no ha ayudado precisamente en esta cuestión.
Chris Mitchum y sus drugos
Es curioso, porque la versión en inglés se llamó en realidad «Murder In A Blue World» y su cartel tomaba elementos de la versión española.
Chris Mitchum sin drugos y Lolita ensangrentada
Ya que mencionamos a «Lolita» en el pie de foto anterior, hablemos de la protagonista: Sue Lyon. Después de su debut en la adaptación al cine de Lolita por Kubrick, Lyon participó —bastante encasillada en el papel de joven tentación— en varias películas memorables de los 60. En los 70, cuando pasa en un par de ocasiones por el cine español, su carrera ya había entrado en franco declive. Y, sin embargo, me parece que su interpretación de una rica heredera dedicada por vocación a la enfermería es, simplemente, estupenda. De la Iglesia se cascó otro homenaje a Kubrick gracias a Lyon, como se ve en este otro cartel de la época.
Lolita leyendo Lolita
Y antes de comentar —muy brevemente para no destriparla— la trama, voy a aprovechar para atizar aquí algunos carteles más que he encontrado mientras me documentaba. Me ha hecho gracia esta versión inglesa más moderna, que huele a portada de novela de Michael Crichton que tira pa’trás.
Crichtonploitation
También hubo versión francesa. En Francia se ve que gustó, porque he leído en algún sitio que se trata de una coproducción franco-española. Hombre, llamar coproducción a que un actor francés famosete —Jean Sorel, el de más dilatada y decente carrera de todo el reparto— hiciera de secundario de lujo me parece exagerado. Pero para exagerado, el título que se marcaron los gabachos: La bal du vaudou. Les juro que en la película no hay ni bailes ni vudú por ningún sitio.
El tituló en espagnol no se va a entendeg, Maurice, hazme casó
Pero si hay un país que ama el exploitation es Italia. Y los italianos se sacaron la chorra e hicieron el helicóptero a la hora de titular y confeccionar carteles para nuestro film de hoy. De «Una gota de sangre para morir amando» a «El vicio morboso de una joven enfermera» hay un largo camino de depravación e italianidad de por medio.
Semejante plano de la prota no aparece en la peli, ma siamo italiani
Y, prometo que ya es el último, esta obra de arte en la que la modelo ni siquiera se parece por lo más remoto a Sue Lyon.
Esto se va a vender como churros, Vincenzo
Vale, Bakunin, ¿pero de qué cojones va la peli? Que ya has puesto más santos y has dado más vueltas que en una entrada de Vicisitud y Sordidez. Pues la prota es una enfermera que ha heredado una fortuna y vive en un casoplón. Trata a sus pacientes con mucha piedad y gana premios. La corteja un médico guapete que hace experimentos para reformar a delincuentes por medio de la tecnología —hola de nuevo, Naranja Mecánica—, pero a ella le molan más los jovencitos con problemas. Un día se cruza en su camino el drugo expulsado por sus amigos y todo se lía. Y no puedo contar nada más para no joderles la historia.
Que la vean. Que no todos los días se encuentra uno con una película española de cuando todavía había censura en la que haya asesinos en serie, alusiones a un estado distópico totalitario, escenas eróticas sin recortar, gigolós y bares de ambiente homosexual. He dicho.
Patronazgo de la denominación de origen de nuestro afamado chuletón de vaca avileña
La Rotonda de las Vacas Avileñas está ubicada en la Glorieta de Nuestra Señora de las Vacas, que es la del arco del puente, que es la puerta de la muralla que mira hacia el río Adaja, y hacia el lejano oeste, si uno tira para más allá. Un chirimbolo de piedra (probablemente reciclado de algún otro ex-monumento, como el del Padre Liquete) y un par de chapas sobre el chirimbolo (sospechosamente parecidas a las del susodicho padre) forman este sencillo homenaje. Bueno, sencillo es pasarse.
Detalle chapero
Está claro que los arqueólogos que excaven nuestra ciudad en el futuro podrán identificar claramente el estrato correspondiente al periodo posterior a la crisis del ladrillo (el postladrillense, o postburbujeño para otros autores) gracias a la presencia de este tipo de monumentos, que muestran a las claras la escasez de fondos del consistorio. En concreto, esta dedicatoria pudo sufragarse gracias al sobrante de la partida presupuestaria para la chocolatada del día de los mayores*.
Para los forasteros que no conozcan la historia de nuestra ciudad, hemos de explicar que allá por la época postmedieval se construyó en el exterior del perímetro amurallado una ermita consagrada a la Virgen de las Vacas**, patrona de los chuletones y también del barrio que entonces, siendo un arrabal de la ciudad, estaba poblado por gente humilde y trabajadora. Pronto, los mozos de este barrio demostraron una gran devoción hacia la juerga (jarana, dicen ellos), y a montar fiestas que rivalizaran con las «oficiales» de la ciudad, con notable éxito (el listón tampoco estaba muy alto, seamos sinceros).
El ayuntamiento, a petición popular, decidió dedicarles una rotonda, y he aquí en lo que quedó la promesa. Bueno, al menos la promesa se cumplió, no como otras cosas. La rotonda no está en el barrio de las Vacas, pero como ellos se van de juerga por toda la ciudad, portando la imagen de su patrona, pues parece que el sitio les vale. Nótese que leer el cartel es complicado; para hacer la foto me tuve que colar, con riesgo de mi integridad, dentro de la propia rotonda, en una fresca mañana de invierno.
(*) Es un acto prepostelectoral en el que se reparte chocolate con churros gratis al sector mayoritario de la población abulense (los nacidos entre el achelense y el auriñaciense), provocando la afluencia masiva de abueletes que no se pierden una de éstas aunque el médico les haya prohibido el azúcar, sus derivados y demás excesos.
(**) Al parecer, la aparición mariana se produjo en una vaquería; al no existir en el siglo XIII la denominación de la Raza Avileña Negra Ibérica, no se ha podido constatar la vinculación con la misma; pero no cabe duda de que las posibilidades de que las vacas pertenecieran a esta variedad es bastante más alta de la que se otorga a la presencia del obispo San Segundo en nuestra urbe, y -ni que decir tiene- a la de los restos del apóstol Santiago en Compostela.
El monumento a las Anclas de Rana se ubica en la Plaza de la Marina, un pequeño espacio ajardinado en la zona norte de la ciudad. Se compone de un ancla de metal (¡Ojo! ¡Que no es de fierro morroñoso!) y de una roca, ambos de considerables dimensiones. Una placa muestra la leyenda «Primer Día del Mar», que fue una fiestuqui que se inventó la Organización Marítima Mundial (una cosa de la ONU), declarando tal efeméride el 29 de septiembre de 1978.
El caso es que, quizá por lo reducido de nuestra línea de costa (0’000 kms, redondeando*), es un monumento al que los abulenses nunca le hemos dedicado mucha atención. Vamos, que no pegaba mucho con nuestra pertinaz falta de conciencia marina. Nos falta know-how marítimo, nos falta espertise, nos falta flower-power… Vamos, que vivimos en un sitio tal que si el nivel de los mares subiera un kilómetro, seguiríamos teniendo que coger el coche para ir a la playa. El único ancla que conocíamos por aquí era un pub en la zona sur de la ciudad, ande la rotonda con fuente.
Es de suponer que el ayuntamiento buscaba, con esta erección monumental, conseguir para nuestra ciudad algún tipo de ente u organismo, como la Escuela Naval Militar o los astilleros de la Armada; pero -como nos suele pasar- se descartó nuestra candidatura por defecto de forma.
Lo que sí que echo en falta es que Ávila no tenga un monumento conmemorativo del Día del Espacio, que es el 4 de Octubre, y que coincide con la fecha del fallecimiento de nuestra copatrona Santa Teresa (aunque su festividad se celebre el siguiente, el 15**). Sobre todo, porque trésnicamente, el espacio nos pilla más cerca que el mar.
(*) El problema de determinar cuánto mide la línea de costa de cualquier sitio tiene implicaciones matemáticas curiosas, ya que depende de la precisión de tu mapa. En Ávila, en cualquier caso, lo hemos solucionado rápidamente, asignando de manera arbitraria la longitud citada, sea cual sea la precisión del mapa.
(**) Volvemos a recordar que la reforma del calendario coincidió justo con aquel evento, en 1582. Se eliminaron 10 días de un plumazo.
Nuestra rotonda de hoy no tiene nada de singular, pero es una muestra de cómo en algunos casos algunos conductores han de apurar las rotondas al límite del trazado, provocando simpáticos desperfectos. Se ubica en el Paseo de la Estación (antiguamente, Avda de José Antonio, psente), casi al final de la misma, en la confluencia con las calles del Ferrocarril y Banderas de Castilla*.
En ella, muchos conductores -sobre todo de vehículos largos- imitan a Fernando Alonso en Ímola, y se suben al adoquinado de la rotonda para mejorar el tiempo de paso por curva. El resultado está a la vista, la señal de rotonda presenta -a la vez- azimut y alabeo. Probablemente haya sido enderezada bastantes veces, pero en el momento actual adolece de la enfermedad de La Peyronie.
Otro defecto de la rotonda es su falta de redondez, ya que la rotonda se ha estirajao para adaptarse al hecho de que las calles Ferrocarril y Banderas no estén la una en frente de la otra, Ávila está llena de imperdonables faltas de ortogonalidad. En este blog siempre defenderemos las rotondas perfectamente circulares y la tortilla de patata con cebolla. ¡Vivaspaña!
(*) Habrá muchas banderas en Castilla, pero esas «banderas» son una metonimia para designar a las unidades de voluntarios falangistas en la Guerra Civil, al modo de la legión. En Ávila tenemos mucha memoria histórica.
Ahora no hay manera de amorrarse al caño ni bajarse al pilón
La Fuetne del Pardillo es uno de los monumentos más famosos y celebrados de Ávila, a pesar del estado en el que lo ven. Se ubica en un paraje al norte de la ciudad, al final de la Calle Valladolid, justo al lado de la Ermita del Resucitado*. Realizada en piedra, en época postmedieval, hasta hace poco echaba chorrazos de agua por sendos caños, actualmente desaparecidos. Tiene labrados los escudos de armas de gente importante (supongo); polomenos del escudo central cuelga el famoso pellejo de ovejo, ese que era el símbolo de la casa de Borgoña (el Tostón de Oro, creo que lo llamaban).
De su importancia da fe un cuadro de Joaquín Sorolla, pintor que pasó por nuestra ciudad. Contratado para dibujar (sin salirse ni dejar huecos) lo más representativo de cada región española, Sorolla pintó un fermoso cuadro alusivo a nuestra ciudad. ¿Y qué pintó? Pues las murallas y la Fuetne del Pardillo, en una vista imposible (las murallas no están detrás de ella; antes tó eso era campo), pero que prueba que en aquel tiempo los abulenses gustaban de festejar, al lado de la fuente y de la citada ermita, con mucha más marcha de la que tenemos ahora, y bien arreglaos y espercojaos. Véase:
Detalle de la Fuetne pintada por Sorolla
A Sorolla, como a Caprotti por aquellos mismos años, le gustó Ávila; y éste podría haber sido el principio de una gran amistad pero, lamentablemente, los abulenses empezamos a hacerle rimas con el apellido y lo que nos podía comer, y Joaquín se fue cabreado de esta ciudad, de vuelta para su levante natal (menos mal que Caprotti no rima con nada, aunque el apellido también se las trae). Se conservan muchos más cuadros de esta colaboración. Vamos, que Sorolla casi nos hizo un Ávila Street Museum avant la lettre.
Me informan por el pinganillo que el Ayuntamiento de Ávila tiene pensada, licitada y desenclaustrada la reforma integral de esta fuente y su entornillo. Al paso que van estas cosas aquí, suponemos que con la integral reforma pasará, durante bastante tiempo, como con la integral de ex (es un chiste matemático mu malo).
(*) Y cerca de donde vive mi amigo Eu, que me ha recordado la existencia de esta fuetne, y ha reivindicado su importancia y la de las fiestas de su barrio, que comienzan dandopolculo con cohetes a las 6 de la mañana del Domingo de Pascua, y luego derivan en procesiones y un megabotellón -con abundante comida panificada, eso sí- en ese mismo lugar.
La rotonda de Villeneuve sur Lot se ubica en la glorieta del mismo nombre. ¿Es usted abulense y no sabe cuál es? Nomextraña. Bueno, a lo mejor si les digo que es «la de Don Carmelo», o la del puente de la estación, o que está en la confluencia del Paseo de Don Carmelo con las calles de La Sierpe y del Ferrocarril, igual se aclaran más. A ver, es esta rotonda…
C’est la mentioné rotondé
Los que tenemos cierta edad recordamos cuando, en los 80, nuestro ayuntamiento presentó triunfalmente* el hermanamiento de nuestra ciudad con la localidad de Villeneuve sur Lot. Hubo festejos y justas postmedievales (mercadillos, todavía no). Por fin teníamos una hermanita. La corporación de aquí fue «invitada» a viajar a Aquitania, y la de allí, a subirse a las murallas y probar el chuletón, para resaltar la fraternidad entre los pueblos, y eso se repetiría un par de años. A mí, entonces, Villeneuve me sonaba al inútil almirante gabacho -valga el pleonasmo- que nos llevó a la derrota en Trafalgar (entonces nos enseñaban esas cosas patrióticas, como que los monos de Gibraltar debían ser españoles y que Guzmán el Bueno defendió Tarifa regalando cuchillos).
Bueno, que me despisto. En algún momento posterior (porque ese cruce tuvo semáforos hasta bien entrado el siglo XXI), se decidio ojomenear a la villa hermana dedicándole una rotonda. Desafortunadamente, a nadie se le ocurrió poner una figura de fierro morroñoso alusiva a esa muy noble y fermosa ciudad francesa**, se ve que no había presupuesto. Y se optó por algo más sencillo, un par de carteles, que no están ni en lo que viene siendo el redondel rotondil, como sí sucede en nuestra Barbacoa Kosher. Yo descubrí la denominación rotondera una oscura mañana que iba cogiendo pokemon, camino de la estación de autobuses, y casi me choco con uno de los carteles***, que está atravesado en la acera. Lo del texto con letras negras en cristal casi transparente es otro logro del camuflaje, cuesta leerlo; si llego a hacer la foto un día con más sol, sólo hay reflejo.
Son dedicatorias así como pa cumplir, dedicatorias ma non troppo. Tanto, que si buscas la glorieta en el Gúguel Maps, no existe; te sale esta cosa que va debajo y que no sé qué tiene que ver. Como las calles (jardines) dedicados al Padre Liquete, o a Loki y Rodríguez Almeida, que se encuentran en un plano adimensional. Y estoy investigando, ojo al dato, otras rotondas con dedicatoria que no tienen ni cartel.
Search WTF?
La rotonda no tiene mucho de particular, hierba y algún matojo… Buenosí, tiene un multifarolo grande que de noche aporta una iluminación más que aceptable; siendo este punto uno de los que soporta más tráfico de la ciudad, es de agradecer.
No, no nos estamos tragando el bulo ese de que Adriana Lastra había publicado una foto del acueducto de Segovia con la leyenda «me gustaría visitar Ávila». Es más, esto no es un bulo: Ávila tiene acueducto. Bueno, para ser más exactos, Ávila tuvo un acueducto, del que apenas quedan restos ruinosos. El tramo más largo (un par de arcos mor or les) está ubicado en un patio privado*, sito entre el Convento de San José (primera fundación de Santa Teresa) y el edificio de Sindicatos (probablemente, el más horroroso de la ciudad, incluso más que el de Moneo, fijársus lo que os digo; es muy alto porque fue construido cuando los sindicatos eran más verticales**).
Aparte del estado de conservación, el nuestro tiene otra diferencia con el de Segovia: no es romano, es…jojojojojo… postmedieval. Quesverdad, como todo lo que ponemos aquí. Bueno, probablemente existiera un acueducto romano con el mismo o similar trazado, pero no queda mucho que lo atestigüe. El caso es que durante nuestro momento favorito de la historia se construyó o reconstruyó un acuducto, que partía desde las fuentes de Las Hervencias (que, como se indicó en nuestro post «Motel Postmedieval«, no era sino parte de nuestra infraestructura acuática), para abastecer a la ciudad.
¿Y por qué no tenemos acueducto? Ávila está en un cerro, como cualquier ciudad defensiva que se precie; pero la diferencia con Segovia es que ésta está un cerro aislado, con laderas descendentes hacia todos los puntos cardinales; mientras que en Ávila nuestro flanco oriental sigue cerreando en llano o cuesta arriba, por lo que no hubo que salvar grandes desniveles ni construir dos filas de arcos. De hecho, hay fuentes naturales en la misma ciudad, como la de La Sierpe (bueno, en la época postmedieval pillaba un poco a trasmano) y otras ya perdidas.
Brujuleando por internet se pueden encontrar antiguos documentos gráficos que muestran otros fragmentos del acueducto, ya desaparecidos. Creo recordar de mi lejana infancia que al lado del Bar Roca quedaba algún otro resto, pero no lo puedo asegurar, se me nublan los recuerdos (las cañas del Roca tienen parte de culpa).
(*) Me dice el Camarada que la casa con el patio que contiene los restos del acueducto está en venta, pero he buscado en Hidealista «casas con acueducto» y no me sale ninguna. Jracias a su perseverancia, la ha encontrado y me manda el link.
(**) El edificio de Sindicatos ya sale en el centro de esta foto de lo que parece una imagen de Ávila devastada por los bombardeos, y no, Ávila era así, sin necesidad de bombas. A la derecha se ven arcos del acueducto que ya no existen (esa zona se edificó a finales de los 60). En primer plano, a la izquierda, la tapia del convento de San José, ya citado, y detrás del hododoso edificio de Sindicatos se ve el enorme recinto de otro convento, el de Santa Ana (hoy sede de la Junta de CyL). En la parte superior, el antiguo campo de fútbol. Y al fondo a la derecha se ve mi ex-colegio; ahora lleva el nombre del inventor del albornoz, pero antes era la escuela aneja a la de Magisterio, y por eso era llamado «la aneja» (o «la coneja», por nuestros enemigos de los centros concertados). Lugar que fue el del cuartel de las tropas anti-gas; esto lo sé porque ahí interrogaron a mi padre durante la guerra civil, con 12 ó 14 años, por un sabotaje en la vía Ávila-Medina del Campo, cerca de donde curraba cuidando ovejas. Todo esto es postmedieval, también.
-¡Que viva el doctor Ángel Torres! -Se pronuncia Fronkonstin…
La rotonda del Dr. Ángel Torres* está ubicada dentro del recinto del Hospital Provincial de Ávila, justo frente a la entrada principal. Consta de perímetro exterior adoquinado, perímetro interior de seto vegetal con pinchos, y busto sobre peana de granito, que muestra la imagen del susodicho matasanos mirando hacia la salida. El nuevo trazado de los jardines de la entrada la ha desrotondizado un poco, pero todavía hoy hay que rodearla con los coches (claro, si vas de frente te zampas al doctor Torres).
Es una de las rotondas más antiguas de Ávila, yo al menos la recuerdo desde siempre, desde antes de que se impusiera el movimiento rotondil que, inspirado en las retransmisiones del Tour de Francia que veíamos por la tele (qué rotondas tan verdes, qué piñazos se pegaban a veces los ciclistas), sembró nuestra ciudad de estos catalizadores de tráfico. La nuestra es una rotonda ornamental, como esas que hay delante de las mansiones inglesas**, que llegan los invitados con el Bentley, y tras rodearla lentamente, haciendo sonar la gravilla, estacionan delante de la entrada para bajarse a saludar a Lord Whoreson, mientras el chófer y el criado se ocupan del equipaje, se miran a los ojos y el tiempo se detiene.
Bueno, que nos desviamos… La rotonda siempre la recuerdo con su chirimbolo, la estatua de Don Ángel, que es bastante postmedieval. Como en aquellos tiempos (ya hace casi un siglo) no se llevaba el fierro morroñoso, al escultor no le quedó otra -para dotarle de cierto empaque rotondero- que sacarle con una cara entre Arnold Chuarcheneguer y Karol Wojtila. Destilando mala leche, vamos. Seguramente, quería expresar las dificultades que tuvo que afrontar el Dr. Torres para sacar adelante su humanitario proyecto.
El Ávila Street Museum se complace en abrir hoy una doble entrada, special when lit*, para conmemorar el vidrioclís promocional de Ávila que ha inundado las redes como una bomba nucelar y es tendrin tópic mundial. Y como, a diferencia del fierro morroñoso y del granito local, es posible que un día esto se pierda como lágrimas en la lluvia, como la receta de las revolconas del Bar Germán, o como Pedrolo (nuestra exmascota oficial), aquí está el Á.S.M. para dejar constancia de este engendro como parte de nuestro Patrimoño Inmaterial (in saecula saeculorum et plus ultra, amen).
Como paseo previo a protagonizar anuncios de Galería del Coleccionista, Rosa López nos ha honrado poniendo voz a esta bella melodía que, de no ser por haber coincidido con «Pa tipos como tú», de Shakira, estaría ya en el nº 1. El caso es que la voz no me suena como si fuera la suya, debe de ser la reverberación en el granito murallesco, o que el injiniero del autotune se ha pasao tres pueblos; se ve muy forzado todo el tono. La canción parece que va a comienzar con la llamada del destino (sonido de turuta grandilocuente), pero rápidamente se transforma en una versión pop a mitad de camino entre «La puerta de Alcalá» y «Always look on the bright side of life» o, quizá también, la sintonía del jingle de Mercadona.
La letra de la canción es una constante adivinanza sobre cosas que tenemos en Ávila, que si el claustro del silencio del Monasterio de Santo Tomás, que quién será ese arquero semioculto que apunta con su saeta a nuestros corazones, o -el más celebrado- que quién será «la chica de Las Moradas» (no podía faltar, ya tú sabeh). Sin duda, una manera de avergonzarnos a los locales y de que los foráneos (a quienes va dedicada -supuestamente- la canción) no sepan ni de quién habla.
Las imágenes son un precioso paseo a vista de pájaro por varios de los monumentos del Ávila Street Museum (claro, cabr#nes, ya podréis, yo no tengo dron ni permiso pa volarlo asín por medio de la ciudá, me tengo que valer de mi móvil mierdoso pa encuadrar las afotos a ras de suelo). Es una pena que la banda sonora provoque un efecto similar al del bardo Asuranceturix** de Astérix y Obélix.
En resumen, desde aquello de «Murcia, qué hermosa eres», nunca una promoción turística había logrado un efecto boomerang parecido, con la gracia (o la ventaja) de que esto probablemente no lo verá casi nadie, fuera de Ávila. Yo me estoy encargando de difundirlo entre mis conocidos, pero pa fastidiar porque, como dijo Cohen el Bárbaro, el secreto de la vida es aplastar enemigos, verlos destrozados y escuchar el lamento de sus mujeres.
(*) Pa los que no habéis jugao nunca a máquinas de petacos… bueno, mejor lo dejamos. No tiene gracia.
(**) Pa los que no sepáis francés, como yo, el nombre es un juego de palabras que suena parecido a «assurance tous risques», seguro a todo riesgo, sentido que se pierde en la traducción.