Boris I, rey

Ante sus fauces, el Á.S.M. les muestra el monumento a Boris I, rey de Andorra por su propia gracia. Se ubica en los jardines de San Vicente, al ladito mismo de la muralla (lo del fondo de la foto). El chirimbolo está realizado en pedrolo granítico del nuestro™. Representa al rey parapetado en su fortaleza, momentos después de ser coronado, o momentos antes de ser depuesto, que viene a ser el mismo momento. El rey sujeta un muestrario de joyería con la diestra, y unos esquíes con la siniestra (símbolos heráldicos del poder andorrano).

Vamos con la historia del Rey Boris. Si durante el último siglo algunos países, como las todopoderosas potencias USA o URSS, sufrieron ignominiosos fracasos al tratar de imponer un gobierno títere en terceros países (Vietnam, Afganistán…), España puede alzar la frente y mostrar al mundo su poderío. Retrocedamos en el tiempo hasta 1934, y viajemos a uno de los países más postmedievales de Europa: Andorra.

Allí, un advenedizo como Boris Skossireff consiguió convencer al Consejo de los Valles de que le nombrasen rey de Andorra, sustituyendo al sistema de los copríncipes (inicialmente, el rey de Francia y el obispo de la Seo de Urgel). Tampoco es de extrañar, todas las monarquías comenzaron cuando alguien dijo «aquí mando yo», y los demás le hicieron caso, a él y a su ejército. En este caso, Boris no tenía un ejército, pero sí una jran propuesta: convertir Andorra en una mezcla de lo mejor de los principados de Mónaco y Liechtenstein: un paraíso fiscal -Bender dixit- lleno de casinos y furcias.

El presidente de la república francesa —Copríncipe A de Andorra, a falta de cabeza coronada— contestó que, si esa era la decisión de los Consejeros, por él, como se la machacaban con dos adoquines; pero el Copríncipe B de Andorra, el obispo (sin parecerle mal del todo lo de los adoquines, aplicado a los consejeros), reaccionó. Y aquí llegamos a la más grande ocasión que vieron los tiempos…

Informado nuestro gobierno, España no dudó en lanzar una operación sorpresa, cuidadosamente planificada y sin fisuras: se envió a cuatro guardias civiles que sin más contemplaciones (¡zas-zas! como algo prodigioso, ¿tú me entiendes?) detuvieron a Boris, aplicando a todo un monarca ¡¡la Ley de Vagos y Maleantes!! (guiño, guiño) y dando por finiquitada su efímero reinado, algo que plació tanto al descoprincipeandorrizado obispo como a las republicanas autoridades de Madrid.

Tan magno y ejemplar rey fue inmortalizado en piedra, y así de bonito luce en nuestras calles. Bueno, en nuestros jardines.

Enorme

Por primera vez, el monumento rotondero de hoy no trata de algo colocado e inaugurado dentro de una rotonda, sino de la propia rotonda en sí misma. El Ávila Road Museum tiene el honor de presentarles la rotonda más grande de Ávila, la Jlorieta de la Constitución, ubicada en la Glorieta de la Constitución. Y se trata, además, de una rotonda construida ex profeso para admirar la rotondez; realmente, es una calle con forma de rotonda; quicir, que no está en un cruce, que a alguien le pareció gracioso urbanizar así una parcela del oligofrénico ensanche sureste de la ciudad (ya vieron alguna de sus consecuencias en la entrada anterior, la Rotonda Inversa, que es casi adyacente).

Por su tamaño, es la única homologada en la ciudad para correr las 500 Millas de Indianápolis. Fíjense que no cabe en el encuadre de la foto, me tendría que ir hasta Segovia para que quedase visible en toda su magnitud. Dentro no es que haya un chirimbolo, es que hay una serie de cosas decorativas: un pequeño bosque, una zona de columnas de esas que luego sujetan vigas; no sé cómo describirlas mejor, es que estas estructuras las he visto en algunas urbanizaciones sólo un poco pijas, y no sé si son para poder poner un toldo o una parra o hiedra o algo que al crecer dé sombra (porque las he visto más veces sin sombrajo que con él). A lo mejor la estructura sirve para poner un monorraíl. Algún urbanista que me lo explique.

La chorri-rotonda no termina ahí, está rodeada de aparcamientos en batería en los dos lados, lo que permitiría aparcar a unos 200 coches pero están casi siempre vacíos, demostrando el nivel de perspicacia de sus autores (los mismos que dijeron que Ávila sobrepasaría los 100.000 habitantes).

Para complementar el cipotismo, uno de los edificios que se construyó alrededor mantiene la forma arredondeada; iban a ser pisos de casi alto estandin, pero les pilló la caída de la burbuja y los tuvo que terminar la entidad bancaria que se los comió con patatas, por lo que son una mezcla de materiales de primeras calidades con otros de últimas calidades y hasta post-últimas calidades; ya han tenido que hacer obras para arreglar humedades gordas y otros vicios; lo sé de buena tinta porque un familiar vive ahí*.

Aquí les dejo un enlace al maps para que la admiren en su magnitud.

*: Cuando le digo a alguien «mi cuñao vive en el edificio ese de pallá pabajo que hace curva», con decir eso ya saben a qué bloque me refiero, y empiezan a contarme «huy, pues ahí vive mi prima y está que fuma en pipa, porque…».

Ningún cuervo quiso posar para la foto

Como ya explicamos en una de las entradas del Ávila Road Museum (Muerte entre las flores), el cine siempre ha sido importante para Ávila, jrandes directores han alabado nuestra ciudad. Y como de bien nacidos es ser agradecidos, últimamente, Ávila ha dedicado esculturas al cine (no al cine español, esa panda de bolivarianos subvencionaos, excepto Toni Cantó). El ejemplo que les mostramos es una de estas hovras, dedicado al universo tenebroso, gótico y romántico de las películas de Tim Burton. Miren qué bonito nos ha quedao. Se encuentra en el Jardín del Rastro, precioso mirador hacia el valle y las montañas del sur, donde también pueden admirar al León Torpe y al sudoroso trabajador ganándose el pan con el sudor de su frente.

La escultura parece mostrar las alas de un ángel caído o de un vampiro salido de las peores pesadillas; puestas sobre una lápida (¿la de Frankenweenie?) con una extraña y misteriosa inscripción: «gran cosa es el saber y las letras para todo» (creo que es el lema de Shazam). Se complementa -en Ávila somos la leche con la ambientación- con un bosque tenebroso como los que le gustan a Burton; casi puedes imaginarte al jinete sin cabeza de Sleepy Hollow, trotando por allí con la espada en la mano, presto a decapitar a cualquier miembro de la oposición que ose discutir el tema de la herencia recibida.

Yo me he parado al lado y he dicho «Bitelchusma» tres veces, pero no ha pasado nada. Espero que alguno de ustedes consiga realizar bien el conjuro.

Ruinas rotonderas

Buenas noches. El comité de nombramientos del Ávila Road Museum ha decidido denominar a esta entrada como «Rotonda Inversa» por varias razones que les pasamos a desglosar. Pero primero, como siempre, la ubicación. Este redondel circulatorio se ubica en la intersección de las avenidas de la Juventud y de los Derechos Humanos.

La primera cosa hecha al revés con esta rotonda es la propia construcción. Como vds saben, el proceso normal de la rotondización consiste en fabricar una rotonda virgen, y posteriormente, añadir el chirimbolo, a ser posible vistoso y ajardinado, que se coloca en su centro por los motivos de sobra conocidos: visibilidad, hamor al harte, ansias de inaugurar algo, etc. Pues en este caso, la cosa fue al revés. El monumento postmedieval -restos de una ermita- es lo primero que había (estaba allí cuando tó eso era campo), y luego se hizo la rotonda, como parte del proceso expansivo de la ciudad, desarrollado mediante el sistema de urbanismo cipótico impulsado por burbuja inmobiliaria (esto es, con prisas y mal).

Lo siguiente que se hizo al revés fue la urbanización en sí misma. Teniendo todo el espacio libre, se decidió pintar las el trazado de las calles de tal manera que cuando se dieron de morros con la ermita, qué mala suerte, ésta no estaba en el centro de la intersección, por lo que la rotonda quedó algo excéntrica. Esto es: si bajabas por Derechos Humanos con la intención de seguir recto (lo que aparentemente era posible) te encontrabas de repente con la rotonda, y tenías que efectuar un brusco giro para completar 3π/2 rad de giro; mientras que si subías por la misma calle prácticamente no tenías que hacer rotonda, continuabas recto. Tras causar algún accidente, se ha rectificado un poquillo la cosa, pero no del todo.

Y vamos con otra cosa hecha al revés. Siempre es loable respetar el patrimonio, pero en fin, en Ávila semos mu nuestros. Que nos encontramos la mayor y más completa maqbara de Castilla-León: la arrasamos y construimos pisos y adosados encima. Que «aparecen» las ruinas de una ermita postpostmedieval: se le ponen (sujétame el cubata) unas baldosas de porcelánico para «restaurar» el suelo, y se hace una rotonda alrededor. Oño, si con un poco de imaginación casi parece el Templo de Debod. Ah, que ese también se nos va a desmoronar. Pues no digo más.

Homenajillo u homenajete

Ya estamos en septiembre, creo, momento ideal para presentarles un monumento grandioso que muchos abulenses desconocen, y otros, sencillamente, no saben que existe. Se trata de la placa-pedrolo-homenaje al Jardín del Padre Liquete, una demostración de que en Ávila sabemos cómo deslizar espacios de pleitesía donde no los hay, como el andén 9 y 3/4 de la estación de King’s Cross o como el Art. 47 de la Constitución Española (redactado en el bar del Parador de Gredos frente a varios cubatas).

El Jardín del Padre Liquete es un pequeño espacio verde (0’042 Bernabéus, aprox.) ubicado al final de la calle Jesús del Gran Poder, según se llega a la Plaza de Granada, detrás de un aparcamiento en batería, al lado de la Escuela de Artes (y por tanto, del monumento al Pino Puente). Doy estas indicaciones porque no viene en el Gúguel Maps; es un poco como el Paseo de Rodriguez Almeida. Hay rotondas con más hierba que este «jardín» (sus prometo que es lo que se ve en la foto, y un poco de hierba más por cada lado), y no se les pone nombr… ah, que me dicen por el pinganillo que pronto veremos rotondas con nombre.

Desconozco los merecimientos conseguidos por D. Isaac Liquete en su periplo por Vietnam o en su priorazgo en el Real Monasterio de Santo Tomás (que está en la misma plaza) para obtener tan magra dedicatoria: una placa cutre y moderna, pegada en un hito postmedieval, reciclao de a saber dónde (efecto contraste, yin y yan, mar y montaña…), y en un cacho de césped que ya existía desde tiempos postmedievales sin necesidad de tener nombre. Les ha faltao poner la placa mirando para el lado contrario a la acera, y ya sería un homenaje tipo escape room, que tienes que seguir las pistas para encontrarlo.

pituficasa

Como han podido comprobar los seguidores de este bló, en el Ávila Road Museum tenemos engendros rotondiles de todo tipo, pero el que les mostramos a continuación es especialmente horroroso. Con el título «Qué ven mis hojos», destaca altivo en la entrada de la Carretera de El Escorial/Avenida de los Hornos Caleros, poco después de pasar el mucho más poético «Muerte entre las flores«, recién publicado. Se trata de un chisme metálico de color azul, de una altura considerable, que parece mostrar la silueta de unas ¿casas? extrañamente estiradas en vertical.

Le he buscado explicación al chisme, y no la encuentro, pero el harte habstrazto es asín. Por esta vez, creo que si hubiese sido un fistro de fierro morroñoso cantaría menos, pero el azul pitufo que tiene (menos en las partes donde la corrosión empieza a notarse) lo hace más llamativo y provoca mayor incredulidad en peatones, conductores y acompañantes.

Podría decirse que ni siquiera cumple la función de visibilizar la rotonda para evitar comérsela, porque la impresión que provoca es tal que el conductor se queda mirando el chisme, hipnotizado como Mowgli ante Kaa, y fácilmente puede empotrarse en el seto o en otro vehículo. Me gustaría «Delenda est cacharro», pero admito que la función de las rotondas es contener cosas como éstas, y por tanto, nada puedo hacer sino admirar su horripilancia. Es como el síndrome de Stendhal pero al revés.

Hace unos días me encontré en el muro de Facebook de un amigo una foto de la fachada de un bazar chino con un cartel bastante facha. La foto en cuestión era esta:

El presunto bazar chino facha
Imagen del bazar chino facha vista en Facebook

Como la imagen es bastante chocante —vamos a obviar el extraño razonamiento del redactor del cartel, por el cual esto es España gracias a su amor, similar a la forma de razonar de nuestro amigo el del aloe vera— me puse a buscar el sitio en Google Maps y Street View y, efectivamente, el sitio existe y está en Aranda de Duero.

El Super Bazar Asia en Street View

Pero, claro, la pregunta te surge. ¿Han plantado los propietarios de un bazar ese engendro en su fachada o eso ya estaba ahí? Buscando por imágenes acabé encontrando que hay en Aranda una empresa de transportes con una nave muy, muy similar a la del bazar y, caramba, con el mismo rótulo en ella.

—¿Qué haces, Hernando?
—Cosas.
—¿Cosas fachas?
—¡Sí, Peter, cosas fachas!

Está bastante claro, entonces, que el bello afiche no debe ser cosas de los chinos. Pero, para acabar de cerciorarme, vuelvo a Street View y retrocedo en el tiempo, que es una herramienta maravillosa. Y la sospecha se confirma: el cartel llegó antes que el bazar.

La nave del Super Bazar Asia en 2019

¿Habrán dejado los chinos el cartel a propósito porque están de acuerdo con él o como estrategia de mercadotecnia? ¿Querrán hacerse pasar por españoles y muy españoles? ¿Les habrá colado el propietario como condición en contrato de alquiler que el cartel se quedaba ahí? Preguntas, preguntas…

Banda sonora recomendada

que vivan las caenas, que vivan

El Ávila Street Museum tiene de todo. El monumento que hoy les mostramos se titula «Vivan las caenas», y nos recuerda la famosa frase dedicada al rey Fernando VII, con motivo de su restauración como rey absoluto gracias a los Cien Mil Hijos de p[censored] de San Luis. El chirimbolo se ubica en el Paseo de San Roque, en su ajardinado sector occidental.

El monumento, además del señor encadenado, tiene debajo un bujero alusivo a que hubo que pasar por el aro y aceptar a Fernandito el Deseado como señor todopoderoso, volviendo al postmedievalismo. A los que tenemos cierta edad también nos recuerda esa regla no escrita de «pasar por debajo del futbolín» cuando te dejaban a cero en el marcador, se ve que el autor no ha dejado nada al azar. Y detrás tiene un muro de piedra, que serviría como tapia de prisión o muro de Berlín. Elvira es un crack, lo puedo decir ahora que mi hija ya terminó sus estudios en el insti y no se considera servil peloteo.

A pesar de estar encadenado, el metálico señor mantiene la digna pose de Torrijos ante el pelotón de fusilamiento, cuando su padre lo llevó a conocer el hie…coño, que me confundo de cuento.


Don Claudio

Ávila es tierra de cantos y de santos, dijo uno, y se quedó tan oreao. Pero en Ávila también tenemos inventores, entre ellos está Claudio, el inventor del albornoz; esa prenda que puede servir lo mismo como toalla que como bata pa cuando hace frío. Se ubica en la Plaza que la ciudad dedicó a este insigne personaje. Disculpen el encuadre de de la foto, pero así se puede admirar el templo que está detrás, que no es otro que la iglesia de Santa María la Antigua (que formó parte de un convento benedictino y ha sido muy reformada; de hecho, la puerta es de lo más antiguo que queda de Santa María la Antigua).

Claudio es, pues, el responsable de esa prenda anfibia que en los catálogos de moda siempre aparece con un o una modelo de buen ver, que lleva solamente esa pieza, y que muestra semiabierta de un modo insinuante y erótico. No es de extrañar que Claudio, como responsable de un ropaje tan sicalíptico y pecaminoso, fuese rechazado por el nacionalcatolicismo del anterior régimen, así que hubo que esperar al fin de ese periodo postmedieval para que se le pudiera erigir la escultura que se merecía.

El escultor muestra a Claudio en su senectud, mirando condescendiente al viandante a través de sus gafas de pasta. Claudio ya tenía en mente la idea de la batamanta (la evolución natural del albornoz), pero falleció antes de poder registrar la patente. Tras un largo exilio, regresó a Ávila en 1983. Craso error, no duró ni un año. Al no disponer de panteón de hombres ilustres, lo enterraron en el claustro de la catedral.

Se me olvidaba, el link al mapa, en Terra Mística.

Miller’s crossing

Volvemos a la carretera, a lo que hoy podríamos llamar el Ávila Road Movie Museum; porque la rotonda de hoy está dedicada a una jran película de los hermanos Coen, «Muerte entre las flores» (en versión horiginal, Miller’s Crossing, cruce que bien podría ser otra rotonda junto a un molino). Y es que en Ávila semos muy cinefílicos. Y tenemos rotondas para dar y tomar.

El monumento se ubica en una de las numerosas rotondas de la Calle Hornos Caleros; antiguamente Avda 18 de Julio; también conocida como carretera CL-505 encontrisque se va alejando de la ciudad, y M-505 encontrisque se mete en la Comunidad de Madrid, por esas cosas de las competencias. O Ávila-Las Rozas, o Carretera de El Escorial o «la de Rivilla*», son otras de sus denominaciones. No sé si os he liao.

Vamos al monumento, que me estoy yendo por las ramas. Como ustedes saben, Muerte entre las flores es una peli de gánsteres ambientada en una ciudad que nunca se nombra (bien podría ser la nuestra), y en la que la violencia de sus imágenes se transforma, gracias a la portentosa fotografía de los Coen, en otra cosa. No sé cuál, coño, que no soy crítico de cine; vedla y me decís.

Lo mismo pasa con esta rotonda, que vista desde aquí parece algo, el punto de mira de un arma entre las flores. Pero vista desde el otro lao, oh hamijos, se puede decir que es patrimonio de la humanidad. Ved la rotonda y dadle unas vueltas, si no me creéis. Hasta podéis pasear por ella, como John Turturro, desmadejado y abatido, por el otoñal bosque en el que suplica por su vida.

(*) Rivilla no es un pueblo. Bueno, sí, hay un pueblo que se llama Rivilla, pero no viene al caso. Rivilla fue un jugador abulense del At. Madrid, integrante también de la selección campeona de Europa en 1964 frente a la URSS (Rusia, en la narración del NODO) por 1 a 0, gol de su compañero Marcelino. Y tuvo un negocio en esa calle.