Hoy, primero de mayo, aprovechamos para incluir otra edición especial del Ávila Street Museum. Se trata de la escultura «Ganarás el pan con el sudor de tu frente», ubicada en el Jardín del Rastro, al lado de la puerta del mismo nombre, en el lienzo sur de las murallas.
El busto muestra la figura de un trabajador postmedieval, probablemente, de los hornos, donde es de suponer que haría bastante calor. Gotas de sudor perlan su frente y púberes canéforas le ofrenden el acanto. Sin duda, con esa gota, el autor quiso representar la dureza del trabajo y reivindicar una mejora de las condiciones laborales. Es de un extraño color azul, el color del ensueño, el color del arte, un color helénico y homérico, lo cual también relaciona esta pieza con los Simpson.
El trabajador contempla desde su privilegiada posición el Valle Amblés y las nieves de la Sierra de la Paramera. No se puede ver en la foto, porque claro, el señor mira pacá y las vistas están pal otro lao. O salía la cara o salían las vistas pero con el cogote. No sé si me explico.
Continuamos para bingo con la serie Ávila Street Museum. La obra de esta semana está ubicada en la Travesía Dolores de Palacio, una especie de Callejón Diagón, desconocido para los muggles, que comunica las calles López Núñez y Tomás Luis de Victoria; ubicación acertada para una de las obras más mágicas de nuestro catálogo. Se trata de la estatua en terracota transparente del Emperador de Xian, cedida por el Gobierno Chino.
Cuando el Ayuntamiento de Ávila propuso el hermanamiento entre nuestra muralla y la de China, enviando como gesto de buena voluntad una caja de yemas y un chuletón envasado al vacío, recibió como respuesta esta delicada escultura del periodo Ping -t. En ella se muestra a Kung Pao, emperador de Xian, vestido con armadura de combate, y es una de las pocas esculturas de terracota transparente que se conservan. El envío incluía instrucciones de las autoridades chinas para su montaje: «Arte artesanal postmedieval para decorativo. Tú nivela bien colocado evita caída. Pedestal no incluido.»
En el consistorio hubo unanimidad en considerar que la propuesta había sido un éxito, y todos alabaron la transparencia y belleza de la pieza. Claro, que también hubo unanimidad cuando les presentaron la maqueta del Edificio de Moneo, pero esa es otra historia. O puede que la misma. A la hora de ubicar la escultura, no sin varias deliberaciones y descartar una rotonda recién perpetrada, se eligió este lugar, bajo techo y más protegido de las inmisericordes heladas abulenses. Desde su pedestal (realizado en el mismo granito de la muralla, para subrayar el hermanamiento), el Emperador nos devuelve la mirada, mimetizado con el gotelesco fondo.
Leía el otro día en el juguete nuevo de Eloncio Almizcle a algún cuñado diciendo que los jóvenes de ahora no pueden comprarse un piso como sus padres porque se gastan el dinero en suscripciones a plataformas de streaming y otras futesas. Y me he preguntado —que uno es mucho de preguntarse cosas, ¿saben?— si ahorrándose la cuota mensual de Netflix podría llegar uno a tener más patrimonio inmobiliario que el pobre Felipe VI.
Para nuestro sencillo experimento he buscado el piso más barato anunciado en Ávila capital que no tuviera pinta de decorado de slasher. Algo en lo que pudiéramos entrar a vivir tal cual está porque, como jóvenes derrochones, tampoco tendremos pasta para mucha reforma. He encontrado un auténtico diamante en bruto en La Cacharra, barrio humilde de «casas baratas» del Franquismo al norte de la ciudad. Hasta el baño está bastante decente para lo que se encuentra uno en este rango de precios.
Ahí se atrevería a cagar y ducharse hasta este su melindroso servidor. ¡Si tiene ventana y todo!
Un suntuoso palacio de 44 metros cuadrados útiles, en los que el hábil arquitecto fue capaz de encajar salón, cocina, baño y tres dormitorios. Situado en un tercer piso sin ascensor, que luego la comunidad se dispara y, de paso, mantenemos el culo firme subiendo escaleras. Y sin el lastre de un costoso sistema de calefacción, ¿tú has visto el precio del gas, amigo? Y por «sólo» 34.000 boniatos. ¿Es un chollo o no es un chollo?
Para poder plantar un felpudo con frase ocurrente en la puerta de esta mansión —financiación mediante— tendremos que soltar unos 11.350 aurelios para entrada, impuestos y gastos. Por otro lado, la cuota mensual de Netflix más barata es de 7,99 pavos. Haciendo un sencillo cálculo, obtendremos que bastaría con dejarnos de «Vikingos» y «Los Bridgerton» unos 1.423 meses de nada. 118 años y medio. Os quejáis de vicio, chavales…
Hace un rato leía en la red social esa que se está comprando Elon Musk un par de tweets que animaban a dar un poco de leña en las reseñas de Google a una empresa por haber hecho una «oferta de empleo» vergonzante. Concretamente estos:
Captura de Twitter
Y por mucho que me guste dar leña a las empresas que se pasan los derechos laborales por el forro, no sé si se ve que lo que se propone tiene un «pequeño» fallo. Os dejo un momento para pensarlo… ¿Ya? ¿No? Os voy a dar una pista: ayer mismo me ciscaba en todo lo ciscable acerca de un accidente laboral. Y, sin embargo, me abstuve de dar el nombre de la empresa o de nadie relacionado con ella. Por muy cabreado que esté con la empresa, el caso no ha sido juzgado aún.
Pues las mismas precauciones creo que deberíamos tener con estos tweets. No sé quién es el usuario que los escribe y no tengo ninguna prueba de que lo que dice sea cierto. Podría ser el propietario de una empresa rival, ¿no? Conmigo no contéis para rodear el molino en llamas portando bieldos y antorchas…
Comienzo el lunes con mal cuerpo, muy mal cuerpo, al enterarme esta mañana del fallecimiento, la semana pasada, de una trabajadora que sufrió un grave accidente laboral el pasado 10 de abril. Y me entero en el sindicato porque ha venido la familia a pedir ayuda para demandar a la empresa, no gracias a los medios de comunicación, para los que otra trabajadora muerta no debe de ser noticia. Una familia destrozada, un marido y una hija discapacitados, sin ingresos y que han perdido a un ser querido por querer poner un plato en la mesa. Una familia que necesita la ayuda de los de su clase para, intentar al menos, obtener algún tipo de resarcimiento, porque ser pobre es jodidamente caro. Y si lo que necesita el pobre es justicia, ya no te cuento…
Ya tenía mala pinta el siniestro en su momento cuando se decía que había tenido que ser trasladada a Valladolid en helicóptero medicalizado, pues se suponía que «sólo» le habían quedado atrapadas las manos en una máquina de planchado. Hoy he podido saber que no fueron sólo las manos y que tenía graves lesiones en el tórax.
Y lo que me termina ya de encender es que el lugar de trabajo de esta mujer era un Centro Especial de Empleo. Que son empresas que, supuestamente, deberían servir para la integración laboral de personas con discapacidad y que acaban derivando, en muchos casos, en auténticos infiernos de explotación, falta de respeto a los derechos laborales básicos y robo descarado de plusvalía a trabajadores que suelen necesitar más protección que la media. Me enciendo porque estoy por encontrar un centro de estos en los que se respete el Estatuto de los Trabajadores. Me enciendo porque, encima, les chulean en las nóminas. Y me enciendo porque les tienen realizando trabajos que no deberían realizar por sus capacidades intelectuales, físicas o sensoriales.
Me han bastado unos segundos de búsqueda para encontrar este testimonio de un trabajador de la empresa de marras. Aquí está, tal cual, salvo los nombres de personas que menciona:
Hice la entrevista y ese mismo día me pidieron los papeles del banco y me dijo el señor que manda llamado XXXXXX que empezaría el siguiente día a las 6 de la mañana como conductor repartidor con un furgón. Mil euros brutos. Me dijo que haría una ruta desde Ávila a Toledo. La cual no hice ya que me hizo ir al centro de Madrid a las 11:00 am con un furgón enorme y de alquiler. Termine mi jornada a las 18:30!!! Todo esto yo con una discapacidad. Pero las 12 horas y media que trabaje no fue todo. Se me cayó encima una jaula llena de toallas limpias, un peso de más de 100 kilos… No sé cuánto puede llegar a pesar pero me golpeó en la cabeza y mientras yo estaba en el suelo y la jaula encima mía apareció un hombre que pasaba por allí y levantó la jaula… Las cosas como son. Era un hombre enorme y corpulento. Otra persona no hubiese podido ayudarme. Yo aturdido me pude levantar con un intenso dolor en la cabeza. Llamé inmediatamente al señor que me contrato (XXXXXX). Le conté lo sucedido y me dijo que si estaba bien que si podía seguir trabajando. Le dije que en principio no me encontraba mal y me dijo que siguiese trabajando. Todo esto me paso en Tirso de Molina en pleno centro de Madrid. A donde nos envío a mí, y al compañero que me tenía que enseñar, con un furgón enorme. La jaula me había caído encima por qué la única manera de bajar las jaulas era con una rampa plegable que había en el furgón. Sujeta unicamente con dos garrafas de plástico vacías. En cuanto a prevención de riesgos laborales esto es impensable. Al intentar bajar la jaula la rampa se deslizó hacia el suelo y la jaula de metal me cayó encima quedando yo atrapado. No recomiendo esta empresa ni a mí peor enemigo. Pese al golpe en la cabeza tuve que conducir de vuelta a Ávila. Y tuve un accidente para más inri. Llamo el compañero al señor XXXXXX y este señor le dijo que el accidente le costaba dinero a él. Encima que yo estaba aturdido por la caída de la jaula me quería hacer sentir culpable por el accidente. Cuando llegamos a Ávila a las 18:30 cogí mi coche y me fui al médico de urgencia para que me dieran un parte por lo sucedido. Ahora me encuentro en mi casa aún con dolor en la cabeza. No se en que terminara todo esto.
Todo esto, mientras estas empresas reciben subvenciones y ayudas —echad un ojo el enlace de antes al SEPE— por «integrar» cuando lo único que suelen buscar es mano de obra más barata que la más barata. Me cago en mi puta vida, amigos.
Echando un vistazo a antiguas entradas del blog que mereciera la pena recuperar, me he animado a crear una sección para ellas. Irán apareciendo con periodicidad genital* con su fecha original de publicación. La primera de ellas —Desmantelando lo público, de junio de 2012— me ha servido para preguntar a una amiga que trabaja en el ECYL cómo seguía su relación laboral con la administración autonómica. La respuesta os sorprenderá: diez años después sigue trabajando en precario.
¡Ay, pero qué chorprecha!
Llamadme loco, pero sospecho que con el nuevo gobierno autonómico esto no va a ir a mejor…
*Cuando a un servidor le salga de los hue*SE LO LLEVAN*
Como tantas otras en nuestra ciudad, Transición Atropellada es una obra postmedieval difícil de datar. Y también de ubicar, se puede decir que está en la Calle Don Gerónimo o en la Plaza de Adolfo Suárez, y ambas direcciones son correctas. Si miras un plano antiguo, busca la Calle del Generalísimo. Y no deja de ser curioso, porque si le preguntas por cualquiera de estas tres direcciones a un abulense, es bastante posible que no las identifique. Hay que preguntarnos por la Calle los Curtidos o la Plaza Elbancospaña. Oño, quesverdá…
Originalmente, esta obra se iba a llamar «Crash Test Dummy», pero hubo problemas por los derechos de autor; sin embargo, cumple sobradamente su función: ya ha sido atropellada DOS VECES (y está en una zona peatonal). Esto sin contar el 23-F. También hubo que repararla recientemente porque se movía, pero no en plan C3PO (lo que hubiera sido very awesome), sino como el mango de las sartenes. ¿El motivo? Los turistas tienden a apoyarse en ella para hacerse selfies, dándole palmaditas en la chepa, como si fuera un cuñao abstemio en una celebración.
La escultura está realizada en hojalata corten, resistente a la corrupción atmosférica. La placa de la base, del mismo material, sirve para que le gente se agache a ver qué pone*.
* Pone «La concordia fue posible». No queremos lesiones cervicales.
Ch, visiblemente excitada, me muestra un libro que acaba de comprar. Parece el folleto de instrucciones plastificado de un electrodoméstico.
—Me ha costado mil doscientos euros, pero ha merecido la pena.
—¡Mil doscientos!
—Sí, pero mira: incluye el poema que escribió el poeta para convertirse en el poema.
—…
—Voy a leerlo ahora mismo.
—¡Espera! Si lo lees, tú también te convertirás en el poema…
—¡Claro!
—¿Y yo qué hago?
—Observar. Esto no tiene sentido si no lo ve nadie.
Y Ch comienza a leer y yo observo. Observo cómo se transforma mientras lee. Y al leer la última palabra, la conversión ha terminado. Qué aspecto tiene convertida en el poema, os preguntaréis. Para mí se asemeja a la vidriera de una catedral gótica. La luz la atraviesa y la luz me cuenta su historia. Y la luz me pide que yo también la lea. Así lo hago. Y siento cómo me transformo mientras leo…
Portada de la edición española de Editorial Gigamesh
Aunque los hermanos Strugatski son más conocidos por su novela «Pícnic extraterrestre» —en la que se basó, bastante libremente, Tarkovsky para filmar su «Stalker»—, siempre me ha parecido mucho más interesante su obra «Qué difícil es ser (un) dios».
La verdad es que mi primer contacto con esta historia fue la adaptación cinematográfica rodada en 1989, que en alemán se tituló «Es ist nicht leicht, ein Gott zu sein» —«No es fácil ser un dios»— y que nos llegó a España con el título «El poder de un dios», una peculiar coproducción entre la RFA, la URSS y Francia y con un polaco —Edward Żentara— como protagonista.
Póster ochentero con título en alemán. No se puede pedir más
Un adolescente Bakunin y sus drugos estaban todavía muy flipados con el visionado de «Los inmortales», que se había estrenado en 1986, y un buen día se toparon en el videoclub con «El poder de un dios». Buah, colega, ciencia-ficción, tíos con espadas y premios a mejor guión y mejor banda sonora en el Festival de Sitges. Esto tiene que ser la polla en vinagre. Y la alquilamos, claro.
«El film de ciencia-ficción más importante de las últimas décadas.» A ver quién es el guapo que se resiste a semejante reclamo.
La verdad es que nos quedamos un poco noqueados con la experiencia. Aquello estaba mal montado, mal dirigido, mal interpretado y rodado con cuatro perras. Y no se parecía en nada a «Los inmortales». Y, sin embargo, tenía algo… ¡Ya lo creo que lo tenía! Una historia potentísima y un desenlace que te dejaba con el culo torcío.
El protagonista, Anton, es un historiador terrícola infiltrado en un planeta poblado por seres humanos con una sociedad muy parecida a nuestra Edad Media. Haciéndose pasar por un noble extranjero —Don Rumata de Estoria—, se mueve por la corte de Arkanar sin poder intervenir en ningún momento —algo que le resulta cada vez más difícil— y limitándose a observar y documentar la evolución de dicha sociedad. Anton y sus colegas esperan la llegada de algún tipo de Renacimiento y una evolución de aquellas gentes «para mejor». Y lo que se encuentran es el ascenso de un déspota, Reba, que utiliza la religión y la represión más brutal para aplastar cualquier atisbo de cultura, filosofía y ciencia que se produzca. Tras discutir con un filósofo local sobre el papel que debería desempeñar un dios en la vida de los hombres y asqueado por la violencia y la barbarie de aquellas gentes, Anton se decide finalmente a intervenir. Se lía pardísima y se produce un giro final que no comentaré por si queréis ver la película o leer la novela.
Los dioses se manifiestan y se lía parda.Suele pasar cuando se manifiestan los dioses.
Aquella peli regulera me llevó a buscar y disfrutar la novela, que se convirtió en una de mis obras favoritas de ciencia-ficción. Y a descubrir otras obras interesantes de los Strugatski.
Así que cuando me enteré de que en 2013 se había realizado una nueva adaptación, con mucha más pasta y medios, ya podéis imaginar que me ilusioné un montón. La crítica especializada la ponía por las nubes y se habían tirado una década para rodarla y montarla. Esto tenía que ser la polla en vinagre.
Presupuesto, premios, estupenda fotografía, gran historia… ¿Qué podría salir mal?
Tras buscarla sin éxito en las plataformas digitales habituales, no me quedó más remedio que recurrir a la vieja fórmula de la «descarga ilegal». Y me dispuse a disfrutar de tres horas de diversión. La verdad es que me quedé completamente noqueado por la experiencia. Aquello estaba sublimemente rodado, magníficamente montado, correctamente interpretado… y me parecía una reverenda mierda. La fotografía es excelente. Los largos planos secuencia están magníficamente montados. Técnicamente es una jodida obra maestra. Y ya. De la historia original no queda apenas nada. Vemos una sucesión impresionante de personajes sucios, zafios y enloquecidos interactuar sin ton ni son. Mucha mugre, escupitajos y mierda. Muchas miradas enloquecidas. Y ni una sola explicación de qué cojones está pasando.
¿Qué cojones acabo de ver?
Si no conoces la novela, o viste la primera adaptación, no te vas a enterar de nada. Bueno, es que ni con esas te vas a enterar de nada. Vamos, que me la bufa lo que digan los señores críticos. Me quedo con la cutre adaptación de 1989. Y con la novela, sobre todo con la novela.
No hay dos sin tres, y aquí va otra entrada de Ávila Street Museum. El pétreo elemento de hoy también se encuentra a caballo entre la Calle San Segundo y el Paseo de Emilio Rodríguez Almeida, como «Las trébedes de Loki», ya descritas en la entrada 2.
Descubierta durante las obras de construcción del helipuerto hospitalario, la obra no tiene un título como tal, se trata de una inscripción en piedra, que sin duda formó parte de un conjunto. Lo verdaderamente trascendental es que se trata de la primera receta de albóndigas jamás documentada (como podéis comprobar en la línea inferior). Esto nos confirma que en la época postmedieval las albóndigas ya formaban parte de la dieta castellana, y que existía interés por fijar un cánon albondigal correcto.
El texto comienza con la plegaria latina «Favor denle like y suscríbanse». Por desgracia, el resto de losas se han perdido, y no nos permiten discernir si ya echaban ajo picao y huevo como aglutinante, o si por el contrario, se empleaban otras especias. Probablemente bajo el suelo de nuestra ciudad reposa escondido el resto de páginas de este pétreo libro, y quién sabe si también el de la receta de las croquetas.