Retomamos puntualmente la serie de deportes desaconsejados con uno nuevo que nos ha aparecido al quitar la alfombra y mirar debajo: el topurio. Porque no sé cómo se llama lo que hace el señor ese, sé que es uno de los de pegarse (que ya hemos desaconsejado en este bló), pero con nombre raro. Lo organiza una empresa autoproclamada como organizadora, y no sería de extrañar que lo hicieran olímpico en un proceso de beatificación exprés. Y conste que si no saliere será por algún contencioso económico.

El topurio es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. No sólo tiene que ver con que, dentro de los de pegarse, este engendro es de los que prescinde de la filosofía de las artes marciales orientales (disciplina, respeto, defensa…); es que se centra en la parte macarra de fostiarse: en las presentaciones de los combates no es raro que ya hagan ese paripé de amenazarse como dos borrachos en un bar, en plan «eso no me lo dices en la calle».

Lo del topurio ya me comenzó a hacer sospechar cuando un sobrino nos mandó una foto en la que salía él con alguien que yo no conocía, me imaginé que sería algún nuevo fichaje fumbolero, pero no. Era uno que vino en un barco de nombre extranjero y que al parecer ya era algo famosete, al menos entre la mocedad consumidora de ciertas redes sociales, cuyo nombre no pronunciaré aquí. Por ello no es de extrañar que nuestros mandamases, desde IDA a Perrochánche hayan corrido a fotografiarse* con él a las primeras de cambio, que eso da clicks.

La gracia de esto es que podría pasar por una manera de renovar el boxeo, que lleva decayendo desde aquellos tiempos jloriosos que siempre cita José Luis Garci cuando presenta una película… Cambiamos las reglas (para que sea aun más bestia), ponemos un poco de la estética de los nuevos gladiadores** que entrenan para triunfar en los circos que nos montamos ahora; y que además llevan aparejada una buena dosis de «ideología de los ganadores», esa de los self made men-criptobros-vendehumos que encandilan con su coaching y sus demostraciones de riqueza neolibeggal.

Cuando tenemos a famosos deportistas diciendo que «las chicas» no deben cobrar lo mismo que ellos porque el deporte femenino lo ve menos gente, deberíamos preguntarnos qué es lo que hace que un deporte completamente desconocido hasta hace cuarto de hora, de repente ocupe portadas y salga por la tele a todas horas, a diferencia de otros campeones del mundo de cosas de pegarse que tenemos hasta en Salamanca y no conoce ni el tato.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra desaconsejación.

(*) Y a proclamarlo muy español y mucho español, creo que el mismísmio Sánchez le ha dibujao el DNI a mano en la Moncloa. Por cierto, los jóvenes no os acordaréis de un tal Juanito Mühlegg…

(**) Ahora se llaman máquina, monstruo, titán, fiera, crack, etc.

Me naturalizo en una calle aparentemente desierta…

El centenario operístico del ASM nos trae algo especial y único, pues pocas veces una ciudad entera se ha convertido en una obra de arte… en una OBRA. Ávila, ciudad innovadora ande las haiga, se enorgullece de ser la primera en pasar de ser Ciudad Patrimonio a CIUDAD MONUMENTO. Nuestro simpar ayuntamiento ha decidido realizar un homenaje a la literatura española del que formamos parte la ciudad y sus ciudadanos, y para ello ha elegido el divertidísimo libro «Sin noticias de Gurb», de Eduardo Mendoza. En concreto, este fragmento por todos conocido*:

15.00  Camino siguiendo el plano heliográfico ideal que he incorporado a mis circuitos internos al salir de la nave. Me caigo en una zanja abierta por la Compañía Catalana de Gas.
15.02  Me caigo en una zanja abierta por la Compañía Hidroeléctrica de Cataluña.
15.03  Me caigo en una zanja abierta por la Compañía de Aguas de Barcelona.
15.04  Me caigo en una zanja abierta por la Compañía Telefónica Nacional.
15.05  Me caigo en una zanja abierta por la asociación de vecinos de la calle Córcega.
15.06  Decido prescindir del plano heliográfico ideal y caminar mirando dónde piso.

Si es que semos la leche… En Ávila abundan los monumentos literarios y morroñosos (muchos, glosados en este bló); pero este happening literario está siendo el no va más; y confiamos en que el propio Eduardo Mendoza acuda a la inauguración oficial, paseando al azar por nuestras calles, de zanja a zanja y tiro porque me toca. Ni siquiera la Barcelona prenoventaydosiana nos puede superar en zanjas por km2.

El monumento se compone, como no podía ser de otra manera, de un montón de zanjas y perforaciones varias, abiertas por toda la ciudad y barrios del anschluss, para proporcionar a los abulenses una experiencia inmersiva en realidad 360º (jóete, Yim Kuk, sin necesidad de las usar las Vision Bro). Cada zanja dispone de su señalización, su bujero y su monturro de adoquines. En ocasiones hay hasta un cartel explicativo de los motivos, presupuestos y plazos de ejecución que nos permiten disfrutar de cada una de las performances.

El consistorio también va a organizar visitas teatralizadas (¡el Camarada hará de prota!), gincanas y un sinfín de actividades para todos los públicos, que compensarán que la falta de presupuesto ha obligado a eliminar festejos, chocolatadas, kedadas, concursos hípicos y otras diversiones que ahora palidecen ante la majestuosidad de este pifostio. Esta programación participarán los jubilados de la ciudad****, que acompañarán a los visitantes para explicarles el desarrollo del zanjismo. Pueden reservar descargando la app «x@vila», disponible en el Apeles Tor o en el Ávila Market. Es gratis para los que tengamos domiciliao el IBI.

Para la siguiente legislatura se ha elegido el libro «Los últimos días de Pompeya», de Edward Bulwer-Lytton. Avisados estáis.

(*) Para los que no lo hayan leído**, el protagonista es un extraterrestre que, tras llegar a la Tierra, tiene que salir a buscar a su compañero Gurb, que ha comenzado a explorar nuestro planeta*** y no regresa a la nave.

(**) No sé qué leches hacéis leyendo este bló, leed «Sin noticias de Gurb»; o cualquier otra cosa de Eduardo Mendoza.

(***) Tomando la apariencia del terrícola denominado «Marta Sánchez».

(****) Según el INE, en Ávila hay más jubilados que personas.

Son tus huellas el camino, y nada menos.

Los tropezatorios son arte en miniatura a la menor altura posible; pequeños iconos morroñosos colocados en el suelo (vds lo ven vertical ahí en la foto, pero eso es un plano picado pabajo de una losa de la acera) que representan de una manera sutil e idealizada que algún día alguien inauguró algo relacionado con alguna cosa. Están dispersos por el centro de Ávila, y los hay de todo tipo. Les animamos a que los recorran todos, aunque es posible que algunos hayan quedado ocultos bajo las terrazas de los bares; y últimamente, tras las vallas de las obras que perforan la ciudad como los gusanos de Arrakis.

Algo peregrino

Los tropezatorios atraen tanto turismo como los centros de interpretación, o más, fijársus lo que os digo; especialmente, los del Camino de Santiago (ramal «Ruta del Bacalao», que al parecer es el que pasa por Ávila). Las multitudes de peregrinos que, saliendo desde Valencia o Murcia, recorren esta variante jacobea del camino, forman aglomeraciones que colapsan el centro de la ciudad; llegando a superar en algunas ocasiones el tráfico del carril-bici.

También tenemos losas sefaraditas

Aparte de las conchas (de su madre), hay otras placas que informan de otras particularidades de nuestra ciudad que la mayoría de los visitantes desconocen. No se preocupen, la mayoría de los abulenses también las desconocíamos. Es lo que tienen estos bajorrelieves; los ponen con buena intención pero con escaso conocimiento.

Ávila podría estar plagada de placas de éstas, pero con cosas verdaderamente útiles para el visitante; por ejemplo, informando de las tapas tradicionales de los bares. Pueden ser actuales pero también pretéritas: «Frente a esta placa se ubicaba Casa Patas: callos, morro y oreja eran sus especialidades», «Gloria a las Patatas Revolconas del Bar Germán» o «Aquí estuvo el bar Piquío, y en ocasiones servían aperitivos de ancas* de rana».

Otra posibilidad sería indicar sucesos y efemérides de nuestra rica historia, como por ejemplo: «Aquí se le cayó encima un león a un estudiante guiri por hacer el tolili, colgándose de las cadenas que unían estas esculturas» o «Aquí se quedaba la concejal más joven, aguantando toa la misa, sujetando la bandera de Ávila, por la bronca entre el obispo y el alcalde, al estilo «Don Camilo y Peppone», el día de la patrona».

Se admiten otras propuestas, seguro que lo que se les ocurra es mejor que lo que hay ahora.

(*) Ya sabemos que ahora está prohibido, pero los boomers comíamos cualquier cosa con tal de dejar a los millenials una mierda de planeta.

WTF?

Uno de los dos lectores de este bló, @GBuenadicha, nos ha enviado unas fotos de un extraño elemento artístico ubicado en la plaza de San Nicolás (la de «El Emiliano», si sois de Ávila). Lo único que es evidente es que parece ser una pieza tallada en nuestro Granito™ del Güeno. La pieza es antigua, a juzgar por el desgaste, y está colocada sobre una peana o zócalo bajo del mismo material.

La impresión inicial es que se trata de la peana de una cruz votiva postmedieval, como la que existe en la misma plaza a pocos metros, y como otras cienes que hay en nuestra ciudad y barrios del anschluss. Se habría quedado como el zócalo de la plaza homónima de México, que lo pusieron para monumentar algo conmemorativo de algo, pero algo pasó y nunca se puso la estatua. O puede que -más probable- la cruz se hubiera caído o deteriorado por falta de mantenimiento (pasa mucho, en Ávila).

Pero como pueden ver vds, la peana tiene, además del orificio central donde se insertaría el poste vertical*, dos hendiduras laterales (hay otra similar por el lado que no se ve de la foto), y pequeñas marcas en la parte superior, que hacen pensar que el pedrusco pudiera haber formado parte de una estructura más compleja que una simple cruz.

El susodicho Buenadicha sugiere que tal vez formase parte de una noria (elevadora de agua, no de parque de atracciones) como las ubicadas en las proximidades de esta plaza; una de ellas ha sido restaurada con un resultado discutible (guiño, guiño); pero esta hipótesis tampoco nos termina de convencer, y más proviniendo de un adorador de la Peña del Sol. Además, la erosión del chisme es uniforme por todas sus caras; apoyando que haya sido siempre una «base independiente», esto es, no tallada para ser parte de un edificio o estar encajada con otras piedras, salvo algo (pequeño) en las dos muescas laterales.

El misterio, por tanto, nos acecha. ¿Estamos ante un Oopart? Una posibilidad, como siempre, es que represente un pokémon; podría ser un Crustle pero le faltarían las patitas en la base. ¿Qué peanizaba esta peana? ¿Lo sabremos alguna vez? Esperamos sus respuestas, si es que tienen alguna hipótesis.

(*) Ese poste se llamaría, según algunos, stipe, aunque hay quien defiende que ese es el cantante de REM y que los romanos nunca llamaron stipes ni patibulum a los maderos de las cruces.

Concluye esta serie de deportes desaconsejados con el único que realmente aconsejamos, el deporte emérito por antonomasia, el que combina precisión con diversión, el que no requiere que seas citius ni altius ni fortius, el auténticamente olímpico (esto es, al que juegan Héctor, Aquiles, Agamenón y Menelao en la residencia «Monte Olimpo»): LA PETANCA.

La petanca es un deporte que, desde esta bitácora, ACONSEJAMOS. Aunque hay diversas modalidades*, consiste en que cada jugador o equipo lanza cierto número de bolas tratando de ser el que más se aproxime a una pequeñita (boliche) que se lanza antes. Es legal golpear a las bolas precedentes para tratar de recolocar a nuestro favor la estructura bolística. Un complemento ideal para la chepa es una especie de yoyó con un imán que sirve para recoger las bolas del suelo sin tener que agacharse.

Las reglas no pueden ser más sencillas. Se puede jugar casi en cualquier lugar, incluso en interiores. Se pueden usar bolas de cualquier tipo, incluso gurruñitos de papel arrugao. Con equipos mixtos o de cualquier edad. En silla de ruedas. Emitamos pues, un nihil obstat, declarando que la petanca es el deporte perfecto.

A continuación les contaré lo que para mí representa el éxtasis deportivo absoluto. Esta epifanía me sucedió en la isla de La Gomera, mientras esperaba la vuelta del ferry que me devolvería a la de Tenerife. Cerca del puerto de San Sebastián había unos jubilados jugando a una variedad hasta entonces desconocida para mí; una petanca por equipos; se enfrentaban dos equipos de varios jugadores, cada equipo tenía diez o doce bolas. Comienza uno con la primera bola (que lógicamente, en ese momento es la que está más cerca del boliche), y el siguiente equipo tiene que lanzar bolas hasta tener alguna más próxima que las del contrario; momento en el que cambia el turno; así hasta que un equipo agota sus bolas. Cuantas más bolas sin usar tenga el equipo ganador, más puntos se lleva. Creo.

Me llamó la atención que en uno de los equipos había un jugador que siempre permanecía sentado, parecía ser el mayor de ellos. Y aquí he de hacer un inciso. Como vds conocerán, los habitantes de las Islas Canarias tienen fama de tomarse la vida con más calma que el godo peninsular medio; eso lo pude comprobar cuando comenzamos a turistear por Tenerife. Sin embargo, cuando fuimos a La Gomera pude darme cuenta de que los tinerfeños son unos estresaos paranoicos al lado de los gomeros. Aquello es otro planeta.

Pues bien, estamos presenciando un partido de Jubilados Gomeros. Eso ya de por sí transmite paz y tranquilidad. Pero el jugador al que me refiero era otro nivel. Estaba sentado IRRADIANDO calma a su equipo. Si los del CERN inventasen un interferómetro capaz de detectar las ondas de placidez, este tío lo reventaría desde su isla. Asistía al juego sin participar en las chanzas y chacotas que -sin perder la compostura y la bonanza- se iban lanzando los jugadores según el lanzamiento era mejor o peor. Hasta que, cuando el equipo contrario aproximaba mucho una de sus bolas al boliche, sus compañeros se volvían y lo miraban.

Eso me impidió conocer su nombre, porque no le decían «te toca, Paco» o «sal y reviéntala, Manolo». Lo miraban. Con calma, claro. Entonces Él se levantaba del poyo, sin perder la serenidad, se dirigía a la raya de lanzamiento, y lanzaba Su Bola. Sin aspavientos, sin gesticular, sin histrionismos innecesarios. La bola siempre impactaba a la de los rivales, alejándola del boliche, y devolviendo la primacía a su equipo. Volvía parsimonioso al asiento y a la contemplación. Ni siquiera era felicitado por los compañeros, tal era la confianza que tenían en Su Sagrada Puntería. Jamás admiraré más a ningún deportista, Señor de la Petanca, Apartador de Enemigos, Rey de la Precisión, del Pulso y de las Esferas.

Por todo esto, la petanca es el deporte que les aconsejamos. Sencillo y barato a más no poder. Vayan practicando, les llegará su hora.

(*) No todas son aconsejables. En los países bárbaros han inventado modalidades relacionadas, en las que se deslizan artefactos discoidales tratando de colocarlos cerca de un objetivo-diana dibujado al final de la pista. La más famosa de ellas**, el curling, proporciona la ridícula estampa de los barredores compulsivos que recorren la pista delante del deslizador. Supongo que completan el cuadro los guiris borrachuzos y ludópatas (valga el pleonasmo) que lo están viendo, tras hacer sus apuestas, a través de la espesa niebla etílica del pub, cantando Got on a lucky one, came in eighteen to oooone.

(**) Es famoso porque cuando navegas por los canales disponibles de allende la TDT (satélite, tv de pago, tv de un hotel, etc), en la parte de deportes SIEMPRE te aparece una competición de curling, es como el Radio María del streaming deportivo; las primeras veces te hipnotiza y te quedas mirando aquello tratando de entender qué sentido tiene ese despropósito escobado.

P.D. : A partir de ahora, si alguien tiene alguna petición, si tiene dudas sobre comenzar a practicar algún deporte, o si cree que nos hemos dejado algo importante, que nos lo comunique por los cauces habituales y será oportunamente atendido y desaconsejado. Aquí no practicamos el silencio administrativo. Bueno, el Camarada últimamente sí, pero tiene cosas más importantes que hacer.

Kit para exposiciones marca ACME

Aunque nuestra ciudad envejece*, en Ávila el arte cada vez es más moderno y menos morroñoso. La ingeniosa obra que hoy traemos ante vds, Sueñan los androides con ovajas eléctricas, es una performance constructivista. Se ubica en el Paseo del Rastro, al lado sur de la muralla, y se compone de un rebaño de cajones, vigilados por pastores androides con ponchos morados.

El resto del mobiliario urbano (bancos, papeleras) se ha mantenido, para dar sensación de cotidianeidad mecánica; y únicamente se han eliminado las figuras humanas habituales de la zona: la pareja de jubilados de guardia del banco de la izquierda, y el niño de siete años que trepa por las piedras del fondo, ese que provoca la angustia de los viandantes ¡se mata! y -a la vez- la indiferencia de sus padres, porque están hartos de decirle Miguelito no te subas tan arriba que te vas a esnafrar como el otro día y luego vienes llorando**.

Cada 15 minutos, los cajones-oveja se ponen a corretear por el suelo (el efecto es un poco como ver al Equipaje de Dosflores***, ciertamente), balando e interactuando entre sí, para detenerse nuevamente en una ubicación distinta, con lo que cada vez que contemples la obra podrás decir que estás teniendo una visión única y efímera de la misma, como yo cuando salgo a la calle y me encuentro que han vuelto a abrir otro bujero, esta vez para meter los tubos de la güifi-esmarciti o para reparar la red de procedimiento administrativo común.

Por la noche se dispone un cerramiento de vallas teleras alrededor de las ovejas, como es costumbre en el gremio.

(*) En el sentido literal, porque -obvio- el tiempo pasa para todos, incluyendo esta milenaria ciudad; y en el sentido demográfico, porque dada la longevidad del abulense medio y teniendo en cuenta que los jóvenes se van a estudiar o currar a otras demarcaciones, nuestra pirámide de población va teniendo forma de capullo de crisantemo.

(**) Estos personajes son más típicos que las yemas de Ávila, pero todavía no los hemos puesto en valor.

(***) ¿Es que no sabéis que en este pueblo es verdadera devoción lo que hay por Pratchett?

Patinar es una actividad peligrosa que consiste en desplazarse sobre algo que ruede o resbale (sobre superficies sólidas), bien para echar carreras, bien para demostrar al resto de los mortales que no sólo no te esnafras, sino que además eres capaz de dar golteretas y piruetas (sólo o en compañía de otros). Puede ser deslizándose sobre hielo (los patines son cuchillas peligrosas) o montao en algo que ruede, sean botas con ruedines, sea alguna tabla ruedizada con o sin manillar.

El patinaje es un deporte que, desde esta bitácora, desaconsejamos. Aprender a patinar consiste, básicamente, en caerse. Muchas veces. Y cuando ya maomeno parece que sabes, puesto que tienes que ir al límite (ya sea en cuanto a la velocidad, ya sea en cuanto al riesgo de las figuras artísticas) vuelves a tener amplias posibilidades de estampar los morros o el culo contra el suelo. Constantemente.

Algunas modalidades de patinar parecen diseñadas expresamente pensando en el pa’bernos matao. Me hace especial gracia eso del monopatín acrobático; cuando ya la gente era capaz de deslizarse por la acera, usándolo como medio de transporte, se les empezaron a ocurrir colocar trampas y rampas, no tanto para demostrar habilidad, sino para que el esnaframiento -de producirse- fuese más estético y divertido (para el contemplador). En el caso del half-pipe, por ejemplo, la idea es realizar un movimiento pendular sobre una bóveda de cañón invertida, asomando a un lado y a otro de la pista, hasta que dejas de asomar y entonces te recogen del fondo.

Como no tuve monopatín en mi infancia, mi bautismo patinador fue una de hora en la pista de hielo de Jaca. Afortunadamente, era preadolescente y no pesaría más de tres arrobas, por ello no sufrí secuelas graves; pero como negocio fue una estafa; pues de la hora alquilada me pasaría 70 u 80 minutos por los suelos. El tiempo pasa más despacio cuando te vas cayendo en dirección al suelo, a la valla que bordea la pista o hacia un soldado del regimiento de cazadores de montaña que tampoco tiene ni idea.

Ahora los patines tienen motor, y el deporte de moda es repartir comida a domicilio, lo más rápido que puedas, subcontratado por un falso autónomo que trabaja para una franquicia con sede en algún paraíso hediondo agujero fiscal. Y lo llaman emprendimiento.

Crómlech de Hacendado

En Ávila disponemos de un monumento megalítico postmedieval, dispuesto artísticamente en círculo alrededor de una fuente que tiene nombre, pero no sé si es Fuente Nueva, Fuente de las Hervencias o Fuente de la Nava*. El monumento tiene un círculo exterior de cerca de 30 bonitos hitos de granito, y uno interior de ocho o diez bancos de piedra poliedra. En la foto saco solo medio círculo porque mi móvil no tiene gran angular, y -sobre todo- porque había una señora paseando a su perro en el otro lado y no era plan de perjudicarla.

Al igual que sucede con el Stonehenge original, todavía no se conoce a ciencia cierta la finalidad de esta construcción. ¿Se trata de un primitivo observatorio astronómico? ¿Tenía alguna finalidad religiosa? ¿Forma parte de la Herencia Recibida? Preguntas sin respuesta. En cualquier caso, mientras yo meditaba sobre esto, el perrito de la señora tuvo a bien -por fin- hacer sus necesidades en el mismo borde del círculo.

Los materiales empleados, sin ser yo experto, son de procedencia diversa (los tamaños, texturas y hasta el tipo de granito son diferentes); probablemente se hayan reciclado de nuestro rico patrimonio pedruscal. La disposición de los mismos, separados entre sí tres o cuatro pasos, es aparentemente caótica y no muestra signos de alinearse con los solsticios ni con los armisticios, pero no descarto que la haya. De hecho, el perro anteriormente citado tuvo a bien soltar su carga justo en el lugar que marcaría la dirección Oeste, cerca del camino principal que, como la Avenida de las Esfinges, comunica el cromlech con el mundo de los vivos (o de los jubilados, que estamos en Ávila).

No he sido capaz de verificar si en este lugar se hacen rituales al comienzo del verano, como en Stonehenge o en Midsommar. Por si acaso, el obispado de Ávila, siempre pendiente de sus feligreses, ha querido compensar las perniciosas influencias de este pagano lugar construyendo una iglesia (es la más reciente y menos postmedieval de todas las que hay en Ávila) justo al lado de este centro de energía telúrica, cósmica y domótica.

(*) En el Gúguel Maps, la rotonda de al lado tiene esta última denominación, pero a mí no me suena ninguna fuente de la Nava** en Ávila. En Navarredonda de Gredos sí que hay una, alrededor de ella se desarrolla la Feria Mayor de Ganado de Santiago (que no se celebra el día de Santiago sino el siguiente, el de Santa Ana).

(**) Según la RAE, nava es voz prerromana que también existe en euskera (naba), y que se refiere a un terreno sin árboles, llano y encharcable (lo que cuadra ferpectamente con «la Nava» de Navarredonda y con mis simpatías por el Athletic).

Diréis que estoy mu tonto, y a lo mejor tenéis razón, pero no será por esto: sus informo que el breakdance es deporte olímpico, cette année olympique. Para los no iniciados, el break o break dance es -supuestamente- un estilo de baile que consiste en simular que juegas al twister contra un calamar gigante mientras recibes descargas de alta tensión. Es importante añadir que (aunque sea un baile) la música es prescindible, y cuando aparece suele manifestarse en formato ruido emitido por un radiocasé del tamaño de un saco de cemento de los de antes.

El break NO es un deporte que, desde esta bitácora, SÍ desaconsejamos. No sé qué me produce más espanto y desazón; si el brikidans en sí o que lo hayan incluido como deporte olímpico. Vayamos por partes. En cuanto a lo de «dance», es cierto que es una actividad que requiere cierta habilidad expresiva; pero ni es un baile, ni tiene ritmo ni hay por donde cogerlo. Los movimientos más espectaculares consisten en dar golteretas, pero no en plan pirouette, sino revolcao por el suelo de la manera más antinatural posible: sobre la cabeza, sobre la chepa o girando como una peonza mal lanzada o como cuando se te cae una pastilla de jabón gorda en el lavabo. Se puede afirmar que tiene dificultad, pero estética, no.

Lo de que sea ¿deporte? ¿OLÍMPICO? no es más que un intento gabacho de recuperar la grandeur acaparando medallas en las próximas olimpiadas, ya que les basta hacer una redada por las banlieues de París, el día de antes, para presentar un equipo competente. Ya veremos lo que sale en el antidoping, eso sí. Su gran rival serán los EEUU, que probablemente hagan otra redada pero en el Bronx. Y luego, me imagino a los jueces de esto… Que claro, tendran que ser del gremio, por lo que las puntuaciones las sacarán pintarrajeándolas con un fliz de colorines por las paredes del pabellón.

Ni siquiera entendería que se hubiese programado para Moscú 80 o Los Ángeles del 84, época en la que la cosa estaba en plena efervescencia, y en «La juventud baila» (un mini talen chou del pleistoceno que se emitía los sábados por la tarde) hubo hasta una sección dedicada a este despropósito. Nótese que todo el mundo defiende la música de su adolescencia, pero eso no sucede con la del break dance (que aquí se escribía a veces «breik», por cierto). Fue una moda afortunadamente pasajera (como el parkour, unos años más tarde) con un seguimiento más escaso que los aperitivos de Valladolid.

Lo único que demuestra esto, una vez más, es que los comités olímpicos son, mayoritariamente, un grupo de jetas viviendo del cuento de la promoción del deporte. Cuando sean en Italia pondrán la prueba de voltear masa de pizza, y cuando sean en Gales, la de foll… digo de esquilar ovejas. El caso es montar un chiringuito para vivir del cuento cuatro años más.

Por todo esto y más, aquí queda nuestra desaconsejación.

¿a quién no le va a gustar…?

El Á.S.M. tiene de todo, y los monumentos que hoy traemos ante sus fauces son pequeñas muestras de cómo se reciclaba de verdaz en la antigüedad, no como ahora que lo tiramos todo a contenedores de colorines. Sepan vuesas mercedes que la muralla de Ávila está llena de piedras que antes de ser muralla fueron otra cosa: verracos, estelas, lápidas… De hecho, las piedras talladas de la foto proceden de un cementerio romano; y mil años después de servir como receptáculo para depositar las cenizas de algún ex-romano, fueron reutilizadas como another brick in the wall. Y otros mil años después, ahí siguen.

Estos curiosos pedruscos se colocaban horizontalmente (claro, si no se caen las cenizas) y con tapa (los romanos lo llamaban tuppermortis en latín vulgar); el pequeño redondelillo con surco servía para echarle al difunto una dosis de algún fluido para aromatizar el receptáculo y revitalizar el cutis, evitando que el ancestro en cuestión se dedicase a maldecir la fertilidad del pater familias o provocar la bajada del Ibex-35 mediante la intercesión de Nona, Décima y Morta. De esta manera, el espíritu podía pasear por los campos, acariciando las espigas de trigo mecidas por el viento y escuchando a Hans Zimmer.

Otra muestra de reciclaje postfunerario en Ávila tuvo lugar con el cementerio musulmán; que en este caso se convirtió en una urba de pisos y adosados con piscina comunitaria y pista de pádel. Pero esa es otra historia.

Teniendo en cuenta estos lapsos milenarios entre uso y uso, recuerdo a los lectores que a la vieja estación de autobuses (que en época postmedieval albergó el campo de fútbol del Real Ávila) todavía le quedan más de 900 para que sea reconvertida en otra cosa; probablemente se ubique ahí el futuro Centro de Interpretación de la España Vaciada.