Pobre López

La placa o lápida que hoy traemos al Á.S.M. se encuentra en la Plaza del Mercado Chico (antiguamente, de la Victoria) bajo los soportales de su lado oriental (maomeno encima del restaurante japonés). Conmemora que Eduardo López Salcedo nació allí y murió dirigiendo a sus tropas en los alrededores de Melilla, en el convulso año de 1909, siendo el primer oficial que fallecía en aquella guerra; otro protomártir abulense. Recordemos que un obispo de Ávila fue el primer condenado a muerte por hereje en todo el cristianismo, y que el primer cristiano ejecutado en Japón por predicar su fe también era de nuestra provincia).

La placa, como todas las de este estilo, hace hincapié en lo de «dar la vida por la patria»; si bien eso de la patria es discutible, sí que parece claro que el teniente López Salcedo fue coherente con sus ideales. Los combates en los que perdió su vida se inciarion por acudir a repeler un ataque de los rifeños a trabajadores que construían un ferrocarril. El teniente dirigía a sus soldados en un ataque a una posición enemiga, sin esconderse en la retaguardia, siendo por ello uno de los primeros en caer ante las balas. El joven oficial se acababa de casar hacía menos de un mes.

Este hecho dio comienzo a la Guerra de Melilla, un conflicto contra los levantiscos rifeños (bereberes que no aceptaban la autoridad de los sultanes marroquíes, como para mostrarse sumisos ante colonizadores europeos), que continuó con el Desastre del Baranco del Lobo y requirió el envío de grandes refuerzos para ser sofocado. Las protestas contra los llamamientos a filas, unidas a la conflictividad laboral, provocaron la Semana Trágica de Barcelona y una grave crisis de gobierno en España.

La causa de esta guerra hay que buscarla en nuestros vecinos ingleses y franceses, que en aquella época pugnaban por repartirse África. Se celebraron varias conferencias y tratados con otros países expansionistas que deseaban sacar tajada del expolio del continente, trazando fronteras de influencia para cada una de las potencias. España ya ni pinchaba ni cortaba, pero cuando Francia reclamó -entre otros- el territorio marroquí, Inglaterra se lo concedió pero impuso una salvedad, temeroso de que su rival controlase el estrecho de Gibraltar por el otro lado: ese cachito debería ser para España. Era un regalo envenenado; el Rif era llamado «el país del desgobierno» por los antepasados de Mojamé 6.

Políticos y militares españoles abrazaron esta posibilidad de reverdecer laureles (tras un siglo XIX en el que nos había ido como el culo), y se lanzaron a la conquista, con escasos medios y organización penosa, para desgracia de Eduardo. El conflicto se enquistó y todavía se puso peor, con la horrible matanza de Annual en 1921. Un error de cálculo de los rifeños, que atacaron posiciones francesas, fue el principio del fin de su rebelión. El apoyo de este país y el envío de más (y mejor equipadas) tropas desde la península permitió sofocar esta revuelta que había empezado con la muerte de nuestro paisano.

Sé que muchos os quejáis de la desafección que hay en este país con nuestras fuerzas armadas, pero la realidad es que desde la francesada nuestro jlorioso ejército lleva dos siglos en los que prácticamente sólo se ha empleado contra nosotros mismos: en muchas guerras civiles (las de independencia o las carlistas lo eran) y apoyando pronunciamientos y golpes de estado cuando al «espadón» de turno no le gustaba el gobierno.

Además, en este blog siempre hemos sido pragmáticos en eso de dar la vida por una causa, sobre todo cuando la causa realmente es de otros. Ya lo dijo Terry Pratchett…

«Tiempos interesantes»

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